Un día le pregunté a Luis Donaldo Colosio, entonces funcionario del gabinete salinista: “¿Cuándo dijo el presidente Salinas que su sucesor estaría entre tú, Camacho y Aspe?”. La pregunta tenía sentido porque todo el mundo sabía que alguno de los tres estaba destinado a ser el heredero político del entonces muy poderoso gobernante, quien por supuesto iba a elegir, sin la ayuda de nadie, a quien se le pegara la gana como el siguiente presidente de México.
La respuesta de Luis Donaldo Colosio a mi pregunta fue la siguiente: “Salinas no ha dicho nada, son ustedes los columnistas, de los diarios nacionales y de todo el país —en esa época yo colaboraba en El Norte, de Monterrey—, quienes nos han puesto a competir a Pedro Aspe, a Manuel Camacho y a mí. No tengo la menor idea de si el presidente Salinas está pensando solo en nosotros o en alguien más; eso solo lo sabe él, pero igual se deja influir por los columnistas”.
Salinas, quien tenía poder de sobra para ello, decidió que Colosio fuera su sucesor. Pero a Luis Donaldo lo mataron, y Salinas perdió capacidad de maniobra: no tuvo fuerza ni habilidad para entregar la candidatura a Camacho, un hombre mal visto por buena parte de los mexicanos por haber saboteado la campaña de Donaldo, ni tampoco pudo Salinas seleccionar a Aspe, legalmente impedido para ser candidato porque seguía en el gobierno. Entonces, el bueno fue Ernesto Zedillo.
Hoy Jorge Zepeda Paterson menciona que la sucesión de Andrés Manuel será una carrera entre dos personas, Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard, y nadie más.
Pero ayer, Salvador García Soto, en El Universal narró algo que dijo el presidente AMLO frente a todo su gabinete: “No creo que Claudia, ni Marcelo o Ricardo tocarían ninguna de mis obras después de 2024”. Pero enseguida, en la versión del columnista, Andrés Manuel dijo algo más dirigiéndose al secretario de Hacienda: “Tú, por ejemplo, Arturo, ¿qué harías con las obras que estamos haciendo, las quitarías o las continuarías?”.
El columnista de El Universal piensa que el presidente López Obrador tiene más de dos opciones para el 2024: las mencionadas por Zepeda en Milenio —Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard— y las que el propio AMLO añadió en una junta con todo su equipo, de acuerdo a lo que le contaron a García Soto: Ricardo Monreal y Arturo Herrera.
La verdad de las cosas es que será muy difícil convencer a la opinión pública de que tienen posibilidades presidenciales Monreal o Herrera —o algunas otras personas del equipo de AMLO—, ya que en general en los espacios de opinión se cree que la pelea está nada más entre Sheinbaum y Ebrard.
Quizá Andrés Manuel desea más opciones que solo Claudia y Marcelo, y por eso dijo —y permitió que se filtrara a un conocido columnista— que no tocarían sus obras ni la jefa de gobierno ni el canciller, pero tampoco el líder de los senadores ni el secretario de Hacienda.
Personalmente, estoy de acuerdo con el columnista Zepeda Paterson, es decir, pienso que solo Claudia y Marcelo están en la carrera de la sucesión —que como en 1994 será la decisión de un solo hombre, el presidente de México—, por lo que ni el propio Andrés Manuel López Obrador, por más mensajes que mande, podrá convencernos de que es serio pensar en Ricardo o Arturo o en alguna otra figura de la 4T.
Estoy seguro de que Jorge Zepeda Paterson leyó a Salvador García Soto el día de ayer, cuando redactó su artículo de hoy, pero evidentemente el columnista de Milenio no creyó que AMLO hablaba en serio al incluir en la competencia del 2024 a Monreal y Herrera. Por esa razón, Zepeda solo especuló con Claudia y Marcelo.
Si casi todos pensamos que el sucesor o sucesora de AMLO será Sheinbaum o Ebrard, se debe sin duda a la eficiencia con la que ella y él han trabajado, pero también a la cercanía de la jefa de gobierno y del canciller con el actual presidente de México, que no hemos visto en otros funcionarios, con la excepción, quizá, de Hugo López-Gatell, quien hasta hace unos meses se veía como una posibilidad sucesoria real. Terminó por ser tan ridículo el desempeño de Gatell como estratega para combatir la pandemia, que Claudia y Marcelo tuvieron que entrar a hacer la tarea, esto es, a arreglar lo que echó a perder la frivolidad del rockstar de la epidemiología.
Las vacunas han sido decisivas para consolidar a Claudia y a Marcelo. El canciller las ha adquirido en un ambiente de escasez, lo que todo el mundo le reconoce, y la jefa de gobierno organizó con ejemplar eficacia su aplicación en la Ciudad de México, algo que ha merecido el aplauso y el agradecimiento —inclusive los votos: “Claudia tiene mi voto” fue un artículo del pasado domingo en la prensa mexicana— de personas muy críticas respecto de la 4T, como Guadalupe Loaeza, Sara Sefchovich, Ciro Gómez Leyva y Carlos Alazraki.
Ya se verá lo que pasa y, por supuesto, ya llegará el momento de analizar quién tiene mejor perfil entre Marcelo y Claudia. Porque, lo siento Andrés Manuel, no podemos tomar en serio ni a Ricardo ni a Arturo.