El ex ministro José Ramón Cossío me envió el siguiente comentario:
Federico:
Me parece que no me entendiste. Nunca dije que el presidente no tenía derecho a criticar a los medios. Al contrario. Creo que debe hacerlo en términos de los contenidos que expresen. Lo que no me parece correcto son las descalificaciones ad hominem. A la persona misma y no a su tesis o sus palabras. Por otra parte, no firmé el desplegado, pues no acostumbro manifestar así mis ideas.
Finalmente, sigo sosteniendo lo dicho en el voto de Witt (Sergio Hernán Witz, autor del poema La patria entre mierda a quien la Corte condenó por “ulltrajes a la bandera mexicana", con el voto en contra de José Ramón Cossío y Jesús Silva Mesa, quienes defendían el derecho del escritor a expresarse como se le pegara la gana sobre los símbolos patrios).
Lo que me gustaría ver en los debates públicos es la confrontación de ideas y de proyectos. De datos e interpretaciones. Creo que todos perdemos cuando las cosas van reduciéndose a endilgarles a los demás una etiqueta o a defenderse de ella. Saludos.
Agradezco la aclaración del ex ministro Cossío, pero...
Insisto en que este estudioso del derecho no ha pensado correctamente las cosas.
Andrés Manuel, cuando intenta refutar a los medios y periodistas que le critican, no ha caído en la falacia ad hominem. Señalar, por ejemplo, que algunos de sus críticos eran comedidos o no excesivamente críticos con gobiernos anteriores porque gozaban de importantes contratos de publicidad oficial, no descalifica a nadie en lo personal. Simple y sencillamente es una explicación, absolutamente lógica, del porqué ahora sí tan criticones y antes tan amables.
En los debates políticos las menciones a las personas son inevitables. No debe olvidar Cossío que no se discute sobre la virginidad de la virgen ni acerca de los límites del ya no tan infinito cosmos. Discutimos sobre dineros públicos y proyectos de gobierno que benefician y perjudican a hombres y mujeres con nombres y apellidos.
Jamás he escuchado a AMLO decir que un columnista es un chaparro acomplejado o que algún intelectual destaca por su halitosis..., y vaya que los hay. Los chaparros no son mayor problema, los otros deberían guardar cuarentena hasta que el plomero les meta suficiente cloro en la boca o la panza.
Andrés refuta argumentos y explica las causas de los mismos, normalmente en términos de la racionalidad económica. Porque, evidentemente, nadie dedicado al comercio será muy duro con su clientela. Y debe decirse.
Otra cosa es que al jurista Cossío le moleste que tales señalamientos vayan dirigidos a personas a quienes aprecia. Confieso que me pasa lo mismo: no me gusta que el presidente López Obrador exhiba, ni siquiera con verdades, a amigos míos.
Por cierto, a mí me tocó mi dosis mañanera. Entonces, consideré equivocado el juicio que hizo el gobierno de AMLO acerca de mi persona y las relaciones comerciales de la empresa en la que participo con la anterior administración, protesté en distintos medios y tonos —inclusive recurrí, lo admito, a algo bastante parecido a la descalificación ad hominem para defenderme y sin duda lo volvería a hacer si me sintiera afectado de nuevo. No me voy a quedar callado.
De hecho, en el México actual nadie se queda callado. ¿Por qué pretender silenciar al presidente López Obrador?
A quien no le gusten las críticas que AMLO le haga, que las responda y todos en paz. No he visto al gobierno reprimir a ningún periodista ni siquiera si, como ocurre con tanta frecuencia, se ofende a Andrés, quien ha demostrado que aguanta y se lleva... y se ríe, y por lo tanto —como quien se ríe se lleva, y quien se lleva soporta el castigo— ejerce su elemental derecho a la libre expresión y critica a sus críticos y se prepara para recibir las respuestas.
No solo no veo problema en lo anterior, sino inclusive me parece una situación enriquecedora para la sociedad mexicana en términos de sus libertades.