Siempre he estado de acuerdo con Andrés Manuel López Obrador en su tesis, realmente sabia, de que “la mejor política exterior es la política interior”.

Es decir, el respeto de un país fuera de sus fronteras no depende del trabajo de sus diplomáticos, sino de lo que realice su gobierno para mejorar el nivel de vida de sus habitantes.

Suiza y Suecia, por ejemplo, tienen una enorme reputación —invariablemente aparecen en el top 3 de los países más prestigiados— no por el trabajo de sus especialistas en relaciones exteriores, sino porque a sus habitantes le va mejor que a los de otras sociedades.

En tales rankings, México no ha logrado subir más allá de la posición número 40.

Estábamos mal clasificados debido a los gobiernos neoliberales, pero las cosas no han mejorado con la 4T.

A partir de la pandemia, la reputación de las naciones se mide también —y sobre todo— como una consecuencia de lo bien o mal que sus gobiernos han atendido la crisis del coronavirus.

A México le ha ido realmente mal en lo relacionado con el combate al covid: en esto se nos ubica en los últimos lugares, peor que países mucho muy atrasados.

La administración del presidente López Obrador dejó escapar la oportunidad de hacer lo correcto porque confió de más en un médico con buenas credenciales en epidemiología, pero sin duda principiante en política; Hugo López-Gatell, entonces, traicionó a la disciplina científica en la que se formó —en una muy neoliberal universidad de Estados Unidos, por cierto— para jugar ser aspirante presidencial. El resultado fue una enorme tragedia que enlutó a México.

En otras áreas el gobierno del presidente López Obrador lo ha hecho muy bien. Sus programas sociales son para presumirse porque han apoyado a muchos millones de mexicanos pobres que ahora tienen una esperanza para salir de su terrible situación.

También es un ejemplo del que podría aprender el mundo el programa Sembrando Vida, ya que genera empleos en zonas marginadas y, al mismo tiempo, mejora el medio ambiente.

Andrés Manuel consideró una buena idea proponer, en la reciente Cumbre sobre Cambio Climático convocada por Estados Unidos, ampliar a Centroamérica el programa Sembrando Vida, con financiamiento del gobierno de Joe Biden.

Me parece una excelente propuesta, que desgraciadamente no fue escuchada por el gobernante estadounidense: Biden se retiró de la videoconferencia antes de que AMLO hablara.

¿Se trató de una descortesía de Joe Biden? Seguramente sí. Debería México reclamar con toda energía a EEUU por semejante desatención. El problema es que no tendrán autoridad moral para hacerlo ni nuestro canciller, Marcelo Ebrard, ni el embajador mexicano en Washington, Esteban Moctezuma. Porque, ni hablar, el presidente López Obrador estuvo muy poco concentrado en la cumbre. Andrés Manuel prefirió participar en su diaria conferencia de prensa mañanera, en la que trató algunos temas de la agenda interna, como los penales, porque sin duda los consideró más importante que la reunión global.

Creo que el presidente AMLO se equivocó. Porque está bien que la política interna sea la base para una sana política exterior, pero ¿de plano actuar como si la mejor cumbre mundial fuera la mañanera? Esto ya fue un exceso.