Leí en internet que hay gente inmunizada contra el sentimiento de culpabilidad. Pensé de inmediato en los políticos que han vacilado en cumplir con sus responsabilidades. En efecto, los que han fallado en la tarea de lograr que la pandemia asesine a menos personas.
No era evitable la crisis sanitaria que golpea a todo el mundo, pero a los pocos meses de la aparición del coronavirus se sabía cómo prevenir la enfermedad. En este sentido no se hizo lo suficiente. La verdadera tragedia ha sido la negligencia.
Y todavía hay gente, inclusive con poder y perfectamente informada, que no utiliza el cubrebocas y no guarda la distancia adecuada. ¿Por ignorancia? ¿Por arrogancia? “Es lo más triste que podía ocurrirnos como sociedad”, dijo en Twitter una especialista en urgencias médicas, Elisa Saleme.
{username} (@drasaleme) February 14, 2021
Anoche falleció en un hospital de Montemorelos, Nuevo León, un amigo de muchos años, Desiderio Morales. Periodista, encuestador, hombre de bien, lo conocí cuando en 1986 empecé a colaborar en El Norte, de Monterrey, hermano mayor de Reforma, de la Ciudad de México.
Lamento su fallecimiento y me duele el dolor de su familia. También, me pregunto hasta dónde la suya, como tantas otras, era una muerte evitable.
Ya nos estamos vacunando en todo el mundo. Avanza despacio en nuestro país, pero espero que ya no se detenga, la campaña de inmunización. Conviene estar conscientes de que la inyección no significa protección inmediata. Pueden pasar semanas antes de que la vacuna realmente combata al virus. Y, aun en el mejor de los casos, la gente vacunada podría infectarse, sin enfermar de gravedad, y pasar a otros la enfermedad.
Es obligatorio seguir manteniendo la distancia y realizar todas las actividades con la mascarilla puesta —y aun con dos mascarillas si se va a convivir con demasiadas personas—.
Estoy seguro de que Desiderio, un hombre responsable, no se descuidó, pero alguien que estuvo a su lado pensó que no valía la pena tomar en serio las únicas medidas que defienden contra el virus. Realmente me lastima su muerte, sin duda porque extrañaré al amigo, pero también porque pudo evitarse. Descanse en paz.