Los niños, las niñas sin duda son lo más bello del mundo.

El mejor cuento infantil no lo publicó su autor. Algún día lo narraré a mis nietos y tendré que darles muchas explicaciones porque el animalito del que trata, la tortuga, es para ellos, habitantes de ciudad, si no una especie desconocida, sí extraña.

Pero hay niños que sí saben de tortugas. Como Borges. Veamos.

Alumnos de cuarto grado un día visitaron al anciano Jorge Luis Borges, ya una leyenda de la literatura. Lo explicó, de mayor, uno de aquellos pequeños, Matías Alinovi; este, físico y escritor, hace tres años presentó un libro en el que relata el cuento infantil que Borges jamás publicó.

En la escuela primaria Matías tenía un compañero, José Manuel, que vivía con Borges. Era el nieto de Fanny, quien fue ama de llaves del personaje durante cuatro décadas. Leí en una nota de El País de 2007, que “en su calidad de inquilino tenía algunas obligaciones, como acompañar a Borges a la plaza si su abuela se lo pedía”.

Al enterarse la maestra de que uno de sus estudiantes vivía con Borges y que paseaba con él, le pidió que preguntara al escritor si podían visitarlo los pequeños de cuatro grado. “Al día siguiente José Manuel trajo un mensaje: ‘Dijo que sí’…”.

Cuando los recibió, Borges dijo a los niños que tenía dos miedos relacionados con ellos: “El primero era que viniéramos, porque no sabía de qué iba a hablar con chicos de 4° grado. Pero el segundo miedo, que era más fuerte que el primero, era que no viniéramos”.

Enseguida Borges les confesó el secreto de su longevidad. “Les voy a contar cómo pude vivir tantos años”.

Borges era tan viejo por “las tortugas que vivían en el pozo de donde sacaba el agua que bebía en su casa de la infancia, en Palermo. ‘Dijo que él, un día, se había puesto a pensar, y se había dado cuenta de una cosa: el agua que él había tomado cuando era chico no era agua, sino agua de tortuga. Y como las tortugas vivían tanto, él había vivido tanto’…”.

El origen de la palabra tortuga es curioso. Según la Real Academia Española viene "del lat. tardío tartarūchus 'demonio', y este del gr. ταρταροῦχος tartaroûchos 'habitante del Tártaro o infierno', porque los orientales y los antiguos cristianos creían que este animal, que habita en el cieno, personificaba el mal”.

A las personas, en la antigüedad, les parecían animales diabólicos porque veían a las tortugas emerger del fango, es decir, daban la impresión de venir del fondo de la tierra, que es donde, como bien se sabe, está el infierno, la casa del diablo… la casa de los ángeles se ubica bastante más lejos, mucho más arriba: en el cielo.

Convivir con tortugas equivale a recibir un poco de las malas vibras de los demonios. Solo un poco, que conste. Actúa como una vacuna, pues. Es decir, el contacto con las tortugas permite inocular dosis pequeñas del virus del mal en el espíritu humano, que de esta manera produce los anticuerpos necesarios para vencer a las peores desgracias, como la muerte temprana. Por eso Borges vivió tanto.

También, es un hecho, el contacto con las tortugas genera anticuerpos para soportar la peor perversidad, la de la política basada en el fanatismo.

El hijo menor de Andrés Manuel, hasta donde sé, nació y ha vivido siempre en la Ciudad de México, pero viaja con su padre constantemente a Chiapas y Tabasco, donde hay muchas tortugas.

Su madre, Beatriz, de oficio escritora, seguramente sabe, como Borges, la importancia de la vacuna contra el satanismo al que un día sí y otro también recurren los enemigos de su marido. Ha aprovechado, entonces, tanta cercanía con las tortugas del sureste para hacer resistente a su niño. Y lo es: todo lo soporta seguramente con buen humor. Lo mismo han hecho durante tanto tiempo sus hermanos mayores.

Ayer sábado, otra vez, usuarios de derecha y bots de las redes sociales, en especial de Twitter, se lanzaron con todo contra el pequeño. ¿Qué hizo este? Visitar por el fin de semana un hotel que fue de lujo, pero que ya no lo es, en la ciudad de Acapulco, desde hace muchos años un destino de playa barato comparado con Los Cabos, Punta Mita, Loreto, Nuevo Vallarta y Cancún.

Ha sido otro intento de linchamiento de un menor de edad que ya ha superado demasiados ataques. Y superará más. En tiempos de fanatismo ideológico y de reacciones inmorales de grupos poderosos afectados por la 4T, abunda en la política mexicana, al menos en los sectores más conservadores, el culto al golpe bajo que no respeta nada, que no respeta a nadie.

Lo que se busca es destruir a Andrés Manuel minando la estabilidad emocional de su niño. No lo conseguirán. Ignoran sus enemigos que el pequeño está vacunado con esencia de tortuga. Vivirá muchos años y siempre terminará divertido por el espectáculo de tantos, de tantas idiotas que solo van a lograr que un día, no lejano, Twitter los vete o los expulse porque, de plano, dan pena.

Maravillas de la magia de las tortugas de Borges, que son las mismas del sureste mexicano. Las tortugas son iguales en todas partes.