El video existió. Mucho de lo que se ha dicho después, sin duda es falso. La gente cree lo que quiere creer.
Antes de continuar precisemos que se difundió por dos razones: (i) como distractor e inclusive defensa en los terroríficos casos de corrupción de anteriores sexenios, ya investigados por la Fiscalía General de la República, y (ii) para hacer daño, y no cualquier daño, sino para sembrar odio que lleve a los corruptos a punto de ser enjuiciados a cosechar la destrucción del gobierno que les acusa, que no es otro que el legítimo, democrático y limpio gobierno encabezado por Andrés Manuel López Obrador.
Afirmar lo anterior no es conspiranoia: se trata estrictamente de una verdad objetiva.
La persona que filtró el video de Pío López Obrador y David León sabía lo que hacía y de parte de quién lo hacía.
Sigo sin ver la gravedad de que sus simpatizantes aporten dinero —en efectivo, sí, ¡durante años no hubo otra opción, ya que hasta las cuentas bancarias se le cancelaban!— a un movimiento político durante tanto tiempo perseguido, pero en el momento del acto exhibido ya en su primera etapa como partido con registro y capacidad para contender en los procesos electorales.
Se equivocan las personas que con buena fe ven un delito terrible en lo anterior. En mi opinión no lo hay, y pienso que así lo determinará cualquier juez que analice el asunto sin dogmatismos legales, es decir, no siguiendo al pie de la letra lo que dicen los códigos, todos perfectibles, sino entendiendo que su función es hacer justicia basado en lo que había pasado con Morena y sus dirigentes en tiempos en los que era excesivamente complicado resistir las agresiones de los poderes político y económico.
Tendrán que ser exonerados Pío López Obrador y David León. Es decir, en términos jurídicos no habrá daño. No va por ahí el ataque al gobierno del presidente AMLO. Sus enemigos lo que buscan es minar su imagen, y en este sentido lo que menos les interesa es el impacto del video: les importan los rumores que pueda generar.
WhatsApp se está llenando de tonterías, completamente falsas, contra López Obrador, su equipo de trabajo y su familia. El problema es que sobra gente dispuesta a tomarlas en serio.
Es el caso del famoso perro de Ricky Martin. Hace 21 años, en 1999, se dijo que este cantante iba a dar en la televisión de España una sorpresa a cierta jovencita. Para lograrlo, Ricky Martin se iba a esconder en el ropero de la chica. La sorpresa fue al revés, es decir, el sorprendido fue el intérprete porque la admiradora se embarró mermelada en sus partes más íntimas para que su perro, llamado Ricky, la chupeteara.
Nada de eso ocurrió, pero prácticamente toda la sociedad española juraba haberlo visto en vivo y en directo. No había redes sociales, pero el bulo se difundió muy rápidamente. Me preocupa contarlo porque algunas personas que me leen —apasionadas del Twitter— podrían tomarlo como cierto y divulgarlo.
Las falsedades sobre López Obrador han sido numerosas. Una de las más conocidas es la de que tenía una residencia en La Toscana, fraccionamiento de gran lujo. Alguna vez comí con un amigo y su hijo. Este llegó con uno de sus compañeros de la escuela cuya familia tenía recursos económicos y vivía en La Toscana. Sin venir al caso, el muchacho nos contó que él había visto al propio López Obrador haber llegado al condominio a comprar —y pagar— ahí mismo una de las casas más grade. Le pedí detalles al jovencito, no pudo darlos y cayó en tantas contradicciones que terminó por aceptar que alguien en la preparatoria se lo había dicho.
Historias tan disparatadas invaden ahora mismo las redes sociales mexicanas. Andrés Manuel sabrá enfrentar las mentiras, no tengo la menor duda. La gente no se dejará sorprender, claro que no. Mucho ayudaremos a México si, quienes podemos hacerlo, denunciamos tantas fake news originadas en algo que hizo Pío López Obrador y que no puede ser considerado ilegal. Lo único criticable que veo en el video de Pío y León es que el primero luce una barriga de aquellas… Mal ejemplo en un país como el nuestro, líder mundial en obesidad.