Preocupado, uno de mis nietos me preguntó por la salud del presidente López Obrador. El niño enfermó de covid-19 hace varios meses y lo superó. Pero no olvida. Después de dos semanas de angustia, desde que supo del resultado positivo —se le hizo la prueba PCR porque manifestó algunos síntomas—, vivió uno de los momentos de mayor felicidad en su vida cuando se le enteró del negativo en el segundo test que se le hizo. En realidad no la pasó mal durante ese periodo y venció al coronavirus, pero…

El pequeño lo recuerda perfectamente: ya liberado del terrible bicho, de pronto lo invadió la fiebre, con más intensidad que al inicio del problema. El reumatólogo pediatra que lo atiende desde hace años por un problema autoinflamatorio, de inmediato pensó que podía tratarse de la enfermedad de Kawasaki causada por el covid que ya se había ido. Este médico dejó al niño en manos de una cardióloga y sí, el Kawasaki ahí estaba. Por fortuna se detectó bastante a tiempo y la cortisona pudo hacer su trabajo sin otras complicaciones, excepto las propias del esteroide con el que mi nieto ya se ha acostumbrado a lidiar.

Así que cuando le dije al niño que Andrés Manuel estaba bien, recuperándose, me pidió que llamara al presidente de México para sugerirle consultar al reumatólogo que lo atiende: sí, para que el presidente de México no se confíe cuando le informen que ya es negativo.

AMLO y los médicos

Le expliqué a mi nieto que no era necesario darle ningún consejo al presidente porque está perfectamente atendido por médicos mexicanos de primer nivel, como el secretario de Salud, Jorge Alcocer —reumatólogo, por cierto—, y el titular de la  Comisión Coordinadora de Institutos Nacionales de Salud y Hospitales de Alta Especialidad, Gustavo Reyes Terán, este infectólogo. Ambos especialistas no permitirán que el presidente se descuide en cuanto piense que ha derrotado al covid.

Me tranquilizó saber —lo notaron usuarios de Twitter en el más reciente video de AMLO— que el histórico dirigente político ha recibido medicamentos por la vena. Es una buena noticia porque solo puede significar que ha sido tratado con los antivirales más poderosos, quizá el bamlanivimab o el remdesivir —o pudieran ser otros que no conozco y son igualmente eficaces—. Hay, por cierto, una lección aquí para quienes dirigen el sector salud: deberían facilitar la adquisición de tales remedios, ya que es posible conseguirlos en México, pero se necesita un permiso especial de Cofepris, algo que me parece excesivamente burocrático.

En fin, la buena noticia es que Andrés Manuel está en muy buenas manos y en vías de recuperación.

La información

La noticia no tan buena es que la 4T no ha dado información precisa acerca del estado de salud y de los tratamientos que ha recibido el presidente de México; son datos que de ninguna manera pueden considerarse privados porque, ni hablar, los ciudadanos tenemos derecho a conocer algo tan relevante en la vida de Andrés Manuel.

Solo se nos ha informado que enfermó de covid —es un diagnóstico escueto que dice mucho, pero al mismo tiempo no dice nada—; entonces, se nos ha obligado a especular. Algunos lo hemos hecho buscando lo positivo en términos de la recuperación de Andrés Manuel, pero tristemente otros han especulado y aun inventado distintas enfermedades buscando hacer daño.

En general, la sociedad mexicana desea que el presidente AMLO supere el covid y vuelva plenamente al trabajo —que de ninguna manera ha abandonado, pero sin recurrir a su mejor instrumento de gobernabilidad: las mañaneras—. Hasta los rivales de López Obrador, como Felipe Calderón, desean que el gobernante de México derrote absolutamente al coronavirus y vuelva a sus actividades; nuestro país sin duda lo necesita.

La necesaria reflexión

De todo corazón espero que Andrés Manuel se recupere pronto y que este periodo de enfermedad le haya servido para reflexionar en los ajustes que deberá hacer en el gobierno porque, evidentemente, el equipo que armó para transformar a México en la vieja normalidad del país quizá no ha sido el mejor en la doble crisis que enfrentamos —sanitaria y económica— que por lo visto va para muy largo.

Si me aceptara una sugerencia, le diría al presidente López Obrador que modifique la estrategia de lucha contra la pandemia, ya que en mi opinión lo ha hecho muy mal el doctor Hugo López-Gatell, un hombre con buenas credenciales académicas, pero también con exceso de ambiciones políticas; lo peor, con poca capacidad para ejecutar grandes proyectos, como la vacunación de millones de personas en muy poco tiempo.

Uno de los éxitos del gobierno fue la ampliación de hospitales para que no faltaran camas covid. Gente que conoce el tema me dice que no fue un logro de Gatell, sino de Reyes Terán, quien además de sus conocimientos médicos y por lo visto de su capacidad ejecutiva, cuenta con una ventaja apreciable sobre el rockstar de la epidemiología: puede vivir sin los reflectores. Y, como este médico, hay muchos otros profesionales de la salud competentes, en los sectores público y privado y aun en el extranjero, capaces de entrar a poner orden donde claramente no lo hay.

Es enorme el reto de una vacunación que en nuestro país nomás no avanza. Debe ser enfrentado con toda seriedad, sin protagonismos y sin politiquería.

Debemos evitar un falso dilema, el de elegir una de dos opciones inadecuadas: (i) la de comprar cualquier vacuna aunque sea mala porque no ha sido analizada en el mundo desarrollado (como la rusa) o (ii) no contar con ninguna vacuna por insistir en adquirir las mejores (Pfizer, Moderna) a sabiendas de que no hay disponibilidad de las mismas.

El sentido común me dice que es irracional elegir la primera opción: la de cualquier vacuna aunque no se sepa si funciona o no. Quizá algo así sea aceptable en países con menos recursos que México, pero no entre nosotros.

Debemos buscar una tercera salida al laberinto: la de prepararnos para otras vacunas que sí hayan demostrado su calidad. Porque no solo las necesitaremos en 2021, sino muy probablemente también en 2022 y más vale que las vayamos negociando desde ahora mismo. Alemania, donde pronto se vacunará a la mayoría de la población, ya lo está haciendo.

En efecto, nosotros necesitamos seguir negociando la adquisición de vacunas para este año y por lo menos para el próximo. El trabajo no va a acabar en 2021. Claro está, urge seguir negociando con las farmacéuticas, pero haciéndolo de verdad, no con grilla o pura propaganda a la Marcelo Ebrard quien, cuando llegaron a México los primeros —totalmente insuficientes— viales, dijo aquello de “misión cumplida”. Parece una burla que Ebrard considere a la actual situación de muy pocas vacunas una misión cumplida. ¿Qué carajos cumplió?

El sector privado

Por la complicación de adquirir y distribuir adecuadamente las vacunas —no estoy de acuerdo en que participen en tal tarea los siervos de la nación, que solo politizan el problema—, Andrés Manuel deberá replantear su relación con las empresas privadas. Cuentan con gente más que calificada para los grandes proyectos y podrían ayudar bastante, inclusive aportando dinero, que siempre hace falta.

Pero no solo en lo relacionado con el covid deberá AMLO reconsiderar sus alianzas con el sector privado: la economía, hoy deprimida, necesita acuerdos reales entre el gobierno y las empresas para que la inversión aumente tanto como se necesita para volver, en años, a los niveles de 2019. Y si tales pactos pasaran por ir en contra de principios esenciales de la 4T, como negar la participación privada en el sector energético —algo con lo que no estoy de acuerdo—, que así sea. El ambiente no está para purismos ideológicos que pueden retomarse después.

¡Es un honor estar con Obrador!

¿Por qué sigo haciendo mío ese grito de lucha democrática de 2006? Porque, a pesar de algunas fallas —en el sector salud, en la relación del gobierno con los inversionistas—, lo positivo que ha hecho Andrés Manuel sí está cambiando para bien a México. Sobre todo, el haber puesto el gobierno al servicio de los demasiados millones de pobres que hay en nuestro país.

Nuestra sociedad estaba condenada al estallido social si no se hacía algo verdaderamente importante por tantas personas que no tienen nada. En el pasado se diseñaron programas supuestamente para luchar contra la pobreza, pero fueron pretextos para la demagogia y la corrupción, básicamente porque los anteriores presidentes no se identificaban con la gente que sufre en la parte más baja de la estructura social. AMLO es distinto: toda su vida la ha entregado a los pobres de México, quienes son su principal motivo de inspiración.

Un país vacunado y con empresas florecientes en el contexto de decenas de millones de pobres sin esperanza, no podría ser un país viable. Desde luego, el presidente López Obrador debe ahora concentrarse en cambiar lo que no funciona, y lo hará.

Por supuesto, con los ajustes exigidos por las circunstancias, habrá resultados y, ahora sí, en una sociedad mucho más justa, abrirán la puerta que lleve al desarrollo al que aspiramos.

No soy nadie para darle consejos al presidente de México. Lo hago no pensando con ingenuidad que voy a ayudarlo a tomar decisiones —no me necesita para eso—, sino porque quiero destacar un hecho de la mayor relevancia: si el proyecto de Andrés Manuel no sale adelante, los mexicanos habremos perdido la última esperanza de vivir en una nación democrática, justa con todos sus habitantes y con una economía verdaderamente competitiva capaz de generar empleos, avances tecnológicos y aun riqueza honesta para las personas emprendedoras.

No hay nadie mejor que Andrés Manuel López Obrador para gobernar a México. Sin dejar de cuestionar lo que pensamos haya hecho en forma incorrecta la 4T —y cada quien votando por el partido político que se le antoje—, debemos unirnos todos alrededor del líder político de quien depende el desarrollo futuro del país. Propongo un mínimo de trabajo en equipo para solucionar los problemas; no creo que sea demasiado pedir, ¿o sí?