Difícil de entender por qué el conductor del noticiero radiofónico líder de audiencia, un periodista de la estatura de Ciro Gómez Leyva, normalmente objetivo y serio, le permite en su informativo de Radio Fórmula a un bufón —eso es el señor Gilberto Lozano, a quien ni siquiera en la oposición política toman en serio—, mentir a nivel nacional de la manera en que hoy lo hizo el dirigente del Frente Nacional Anti AMLO (Frena), que sería un movimiento fascista si Lozano fuese un tipo medianamente sensato o, al menos, estuviese en sus cabales. No lo está. Seguramente Ciro lo ignora, pero era su obligación investigarlo.
Conocí a Lozano hace unos 25 años —yo como director de Milenio con oficina en Monterrey— cuando Carlos Salazar, entonces director de la Cervecería Cuauhtémoc, harto de los desequilibrios emocionales de Lozano lo marginó de la operación. El hoy líder de Frena era el director de Recursos Humanos de esa empresa y no hacía caso a ninguna indicación de su jefe: se sentía intocable porque presumía una amistad cercana con quien era el presidente del consejo, José Antonio El Diablo Fernández.
En aquella época el grupo empresarial Femsa, que controlaba a la Cervecería, adquirió a los Rayados del Monterrey, y Carlos aprovechó la circunstancia para sacar a Gilberto Lozano de la compañía productiva sin tener que indemnizarlo y, desde luego, para que no siguiera causando desfiguros que costaban productividad y dinero: Salazar nombró a Lozano administrador de los Rayados, el más querido equipo de futbol de la Sultana del Norte que trataba de renacer después de que quedó herido de muerte por los manejos irregulares que había realizado el anterior propietario, el banquero, creo que todavía en la cárcel, Jorge Lankenau, que en paz descanse.
Como administrador de los Rayados conocí al hoy enloquecido activista de Frena. Yo tenía poder de decisión en medios de importancia en Monterrey — Milenio y las influyentes estaciones de radio de Multimedios, sobre todo RG La Deportiva, que tenía como su estrella en los comentarios sobre futbol al añorado don Roberto Hernández Jr.—; por esa razón al señor Lozano le dio por buscarme: exigía que don Rober no lo criticara más de la cuenta, lo que al principio me pareció razonable, pero…
En su primera temporada a Gilberto Lozano le fue bien como gerente de los Rayados y, sin estrés, más o menos actuaba correctamente. Pero —el futbol es así— en una temporada de vacas flacas en lo deportivo, don Rober y el resto de los analistas de futbol de Milenio y Multimedios le cargaron la mano. En El Norte era la misma cosa.
Los diarios cuestionamientos terminaron por volver loco a Lozano. Recuerdo que lo hablé con Carlos Salazar y le exigí que lo sacara de los Rayados del Monterrey y lo regresara a la Cervecería Cuauhtémoc. De plano, me resultaba muy difícil aguantarlo. Gilberto iba con frecuencia a mi oficina y me ponía muy de malas. Un día hasta tuve que echarlo de fea manera. Carlos me dijo que por ningún motivo él iba a volver a trabajar con Lozano.
Por fortuna, como verdaderamente enloqueció —el futbol enferma más que la política—, El Diablo Fernández se desesperó, ya no lo aguantó y lo corrió.
Volví a saber de Gilberto Lozano porque le dio por organizar marchas bobas contra el gobernador de Nuevo León, Jaime El Bronco Rodríguez; pero tal vez empezó su carrera de prócer de la patria con bufonadas contra el antecesor de El Bronco, Rodrigo Medina. Eran eventos cursis y sin importancia, como los claxonazos actuales contra el presidente AMLO.
Al señor Lozano no hay que tomarlo en serio. Se equivocaron dos veces los reporteros que van a las mañaneras del presidente López Obrador: la primera, al mencionarlo en las conferencias de prensa de Andrés Manuel; la segunda, al asustarse y pedir protección porque Gilberto Lozano les amenazó. Ni a fascista llega, deberían ignorarlo.
¿Por qué Ciro le dio tanta relevancia a un tipo que no la merece? Creo que por el innegable enojo del señor Gómez Leyva con el presidente de México, quien ha cometido dos pecados mortales en opinión del líder en la radio noticiosa: (i) no darle entrevistas exclusivas, y (ii) cuestionar a Ciro en las mañaneras cada vez que este se pasa en sus reproches a la 4T.
Ciro se equivocó hoy y ayer en Radio Fórmula. Primero entrevistó a un fanático religioso de Frena, Juan Bosco Abascal. Después a Gilberto Lozano, del mismo movimiento.
El primer error de Ciro no tuvo consecuencias porque el periodista dejó en ridículo a Abascal. Sabía Ciro que se enfrentaba a un católico excesivamente exaltado y supo cómo torearlo.
Pero con Lozano le fue muy mal, seguramente porque Gómez Leyva erróneamente pensó que dialogaba con un político pintoresco, pero más o menos serio. Lozano hizo ver mal a Ciro, qué pena.
Ciro no entendió que Gilberto Lozano es un líder frenético y aun rabioso que sin datos duros, con interpretaciones distorsionadas de los hechos y la ley, manipula a un sector muy confundido de la sociedad integrada por personas espantadas porque se les ha hecho creer que AMLO es un monstruo comunista como el venezolano Chávez.
Así no, Ciro. Dar espacio a gente como Lozano contribuye a descomponer la senda de la democracia en México. Ojalá Gómez Leyva no lleve a Lozano a la tele, donde conduce, en Imagen TV, un excelente noticiero. Cuestionar al presidente López Obrador se vale y Ciro puede hacerlo, y lo hace, con argumentos periodísticos, como entrevistar a los dirigentes serios de la oposición, quienes merecen y necesitan estar en los principales noticieros. Pero, ¿a un chiflado como Lozano? ¡Y además permitiendo que te sorprenda y, por esa razón, te gane cuando se pusieron a debatir! Querido Ciro, no valía la pena.