“Mal hace el Presidente queriendo reanudar sus giras. Si lo hace, perderá autoridad moral para pedir a la gente que permanezca en sus casas”.
Rayuela, del diario La Jornada
No va a hacer caso
Creo que el presidente López Obrador no atenderá la recomendación del diario más serio, objetivo y honesto de México, por cierto dirigido por una señora de primera, Carmen Lira, verdadera personalidad histórica de nuestro periodismo.
Andrés Manuel, en cuanto encuentre condiciones políticas —no tanto sanitarias; estas puede ofrecérselas a sí mismo— abandonará el encierro en Palacio Nacional.
Entiendo al presidente AMLO. No busca salir simple y sencillamente porque, como todos, está hasta la madre del confinamiento. Este es el menor de los problemas para alguien que trabaja y vive en Palacio Nacional, un conjunto de edificios bellos, amplios, agradables, con jardines y por lo tanto con opciones para caminar sin ser molestado por nadie.
Tiempo para pensar
La motivación de Andrés Manuel para dejar su oficina y aun la Ciudad de México es otra: le urge ya convivir con la gente lejos de la inevitable pompa de toda sede de un gobierno.
AMLO necesita alejarse de la solemnidad de tantos burócratas que ningún bien le hacen al tratarlo en todo momento con las formas artificiales y lamentables del “como lo instruyó el señor presidente”, “cumpliendo instrucciones del señor presidente”, “tal como lo planeó el señor presidente”.
A él lo que le hace falta para eliminar el estrés y pensar a solas durante varias horas es el contacto —así sea sin abrazos y a dos metros de distancia— con la gente sencilla que lo tutea y lo llama por su nombre, Andrés Manuel, tanto para apoyarlo y darle las gracias como para reprocharle cualquier cosa que no funcione en aquellos pueblos tan alejados de la burocracia de Palacio Nacional.
Dijo el presidente de México que espera la autorización de los funcionarios de la Secretaria de Salud para reiniciar sus recorridos por el país, que en esta etapa de la pandemia realizaría inclusive por carretera:
“Tengo que prepararme porque es muy probable que cuando reinicie me traslade yo por carretera, aunque tarde un poco más, pero para cuidarme, para dar el ejemplo, el buen ejemplo”. <br>
Andrés Manuel López Obrador, presidente de México
Un trabajo esencial
La verdad de las cosas es que Andrés no necesita autorización puesto que ya la tiene: su trabajo de gobernante de un país tan grande como el nuestro es “esencial”, así que puede desempeñarlo como mejor le parezca.
Si Andrés Manuel fuera director de El Palacio de Hierro o socio del restaurante Arturos de la colonia Polanco, sí necesitaría un permiso especial porque tanto las actividades de las tiendas departamentales como la industria de la restauración han sido definidas, desde el principio, como “no esenciales”. Pero, en estos casos, el permiso no debería pedirlo ni a Jorge Alcocer ni a Hugo López-Gatell, secretario y subsecretario de Salud, respectivamente, sino a los gobernadores; en la capital, que es donde se ubican Arturos y la mayor parte de las tiendas Palacio de Hierro, la autorización debería solicitarla a la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum, quien ha luchado con absoluta seriedad contra los efectos dañinos del Covid-19; esta mujer seguramente le diría a López Obrador: “Con la pena, pero si bien nos va, tal restaurante y las tiendas del señor Baillères permanecerán sin abrir por lo menos hasta el 15 de junio, que es cuando se espera que el semáforo esté en verde”.
Quienes trabajan en actividades “esenciales”, como gobernar el país, pueden moverse para hacer su trabajo. Si Andrés Manuel tiene necesidad de viajar, puede hacerlo. Con cuidado, desde luego.
Por cierto, los periodistas hacemos un trabajo “esencial”, la verdad no entiendo por qué; así que cada quien en este oficio puede moverse a su aire sin faltar a ninguna norma. Yo no salgo de mi casa, o no mucho, porque ya desde antes, por estar cercano a la jubilación, me he entregado al famoso home office. Antes del coronavirus solo salía a restaurantes a convivir con viejitos de mi edad, que por lo que me cuentan en el WhatsApp, están todavía más asustados que yo.
No al aeropuerto, sí a la carretera
Es razonable que el presidente, si sale de gira, evite el aeropuerto, no porque este lugar sea inseguro —con las medidas adecuadas de distanciamiento social puede la gente viajar sin riesgos a cualquier parte—, sino porque su presencia provocaría aglomeraciones de personas que se le acercarían para tomarse una foto, comentarle algo, solicitarle lo que sea o echarle bronca si solo leen Reforma. Multitudes sin duda generaría una figura pública tan popular y polémica como el presidente de México. No lo merecerían los otros pasajeros.
Aunque tendría el derecho de hacerlo, se ve difícil que AMLO utilice aviones del gobierno. Entonces, se irá en su camioneta.
¿Con quién viajaría Andrés Manuel en el vehículo al banderazo de arranque del Tren Maya? ¿Solo con el conductor? ¿Le acompañarían en el mismo coche otros asistente? ¿Serían capaces de viajar, la mayor parte del tiempo, con las ventanas abiertas para el viento circulara y minimizar con ello el riesgo de contagio en el improbable —pero no imposible— caso de que hayan sido contagiados por el coronavirus quienes acompañen a López Obrador durante 10 horas en la misma camioneta? ¿Pernoctaría Andrés en su rancho de Palenque, en la casa de algún pariente en Villahermosa o en cualquier hotel de la zona? ¿En la comitiva iría algún infectólogo con el mínimo equipo —al menos oxígeno y ciertos medicamentos— para atender al presidente de México y a sus acompañantes en el caso de una emergencia en el trayecto?
La desobediencia del doctor Alcocer
Como es un asunto de seguridad nacional, en cuanto el doctor Alcocer sepa la fecha de la primera gira del reencuentro con su pueblo del presidente López Obrador, tendrá que coordinarse con las secretarías de Defensa y Marina para que, sin informarle al jefe de ellos —no todo hay que decirlo, por favor: corran el riesgo de que, pues eso, los corran por hacer lo correcto—, organicen un sencillo operativo para que ande por ahí a las vivas un helicóptero por si se ofrece un traslado urgente.
Si no pasara nada y AMLO se diera cuenta, le iría muy mal al secretario de Salud. Pero ¿y si sí pasara? México se evitaría un terrible problema. Un regaño presidencial, hasta un despido son costos razonables a pagar por la estabilidad de México, ¿no lo cree así, doctor Alcocer?