“Mi gobierno es de izquierda atinada dentro de la Constitución”. No sé si esta frase, o una parecida, la dijo el presidente López Mateos o alguno de sus colegas de la época.
Se me vino a la cabeza tal expresión cuando vi la nota de Reforma en la que se critica que no pocos de los y las integrantes del gabinete presidencial llegaron a Palacio Nacional, al evento del pasado miércoles, apoyados por achichinques (presidente AMLO dixit) que les abrían las puertas de las lujosos camionetas y hasta les cargaban bolsas y maletines.
Es decir, los colaboradores del presidente de México hicieron exactamente lo que Andrés Manuel más reprocha a los funcionarios del pasado.
La excepción –que el diario de Alejandro Junco hace notar, pero no la presenta como su nota principal– es el secretario de Salud, un hombre sabio especializado en reumatología, el médico Jorge Alcocer, quien llegó al reciente informe de López Obrador en un modesto coche, del tipo de los que ha utilizado toda su vida alguien dedicado a la ciencia y a atender pacientes con un sueldo modesto, es decir, por vocación y no por afán de lucro.
Otra excepción es Marcelo Ebrard, a quien le abrió la puerta no un achicnincle, sino una achichincla, ¿así se debe decir en correcto lenguaje no sexista?
Solo una persona entre quienes sufrieron el balconeo de Reforma justifica un estilo de vida en el sector privado que le pudo haber acostumbrado a usar –¡y pagar con sus propios recursos!– asistentes personales: el consejero Jurídico, Julio Scherer, abogado más que exitoso en su vida privada.
El jefe de la Oficina de la Presidencia, el empresario Alfonso Romo, también ha financiado su propio personal, pero no aparece en la información que estoy comentando.
El resto disfruta la dicha inicua, ¡pero tan breve!, de estar en el cumbre más alta del poder, aunque con tal disfrute echen a perder uno de los discursos favoritos de Andrés Manuel, quien sí ha sido toda su vida un hombre austero.