Ya no me cae bien la famosa mujer. Porque, en efecto, los guardaespaldas de Ivanka Trump no podían hacer pipí en la casa que ella habitaba con su familia en la capital estadounidense. Ni pipí ni mucho menos popó, desde luego.
Antes de continuar pediré perdón por usar palabras que a los mexicanos tanto nos desagradan, pero si recurriera a otras serían todavía menos aceptables por el buen gusto nacional.
El hecho a destacar es que, simple y sencillamente, a la hija de Donald Trump no se le pegaba la gana que usaran alguno de los seis baños de su casa los agentes del servicio secreto que la protegieron durante el gobierno de su papi.
La información es del Washington Post y ha dado la vuelta al mundo. Ni el yerno más famoso de la historia, Jared Kushner, logró convencer a su pareja de permitir a los escoltas desbeber en santa paz—y naturalmente también descomer como dios manda—.
Tales empleados, afortunadamente, encontraron refugio en la vivienda de alguien que reside cerca del domicilio de Ivanka Trump, el expresidente Barack Obama, un hombre bastante menos acomplejado que la mencionada señora.
Doña Ivanka seguramente se llevará a sus guardianes a Florida o a donde sea que cambie su residencia. No los paga ella, sino el pueblo de Estados Unidos, así que no le representará ningún problema hacerlo.
El lío seguirá siendo de los agentes, quienes seguramente en la nueva ubicación —exclusiva para ricos, como debe ser— no encontrarán vecinos tan amables como Obama. Las clases altas suelen ser excesivamenten exquisitas y algo como tan vulgar como las necesidades del cuerpo humano no se lleva con los modales refinados.
En cien días, cuando inicie el juicio político contra el perturbado hombre anaranjado, uno de los argumentos para condenarlo —y hacerlo perder privilegios de expresidente, entre otros los guardaespaldas para él y su familia—, será el de que no es ético negar un baño al necesitado. Y es que no, no lo es.
¿Cómo pudo ocurrir que Andrés Manuel —hombre modesto, sencillo y generoso— se hiciera amigo de esa gentuza?