Enseñanzas de la pandemia y del regreso de AMLO a las mañaneras:
Solo hay un tipo de ciencia, la neoliberal, esto es, la que se realiza para ganar dinero. Clarísimo en el caso de las vacunas anticovid. Financiadas por gobiernos, sin duda salvarán vidas, pero también enriquecerán a sus desarrolladores.
No será gratis ninguna inyección que se aplique en el mundo —no en esta etapa inicial del proceso de inmunización—; es decir, la gente no pagará por ellas, pero los gobiernos, inclusive los mismos que financiaron las investigaciones, pagarán las aplicaciones, que no son baratas.
Cobrarán, sí, las grandes empresas farmacéuticas como Pfizer y Moderna, de Estados Unidos; AstraZeneca de Reino Unido; Sinovac, de China, y aun el famoso Centro Gamaleya, de Rusia, que no sé si tenga alguna compañía privada detrás de su proyecto, pero que no entregará ni un solo vial a los países que compren su producto sin lograr una utilidad económica, algo que el desarrollo ruso maximizará solo si realmente echa a andar más acuerdos de producción con fábricas privadas de otros países, como Alemania, donde ha habido negociaciones perfectamente neoliberales, o sea, basadas en proyecciones de demanda, de costos, de ingresos y de todas esas vulgaridades de quienes solo piensan en acumular dinero.
Dinero hay; vacunas en las cantidades que necesitamos, no
México no es un país pobre, sino rico. La nuestra es una de las mayores economías del mundo.
Dinero para vacunas tenemos y podemos contar con mucho más en el momento en que nos vendan más frasquitos y ampolletas para inyectar a la gente. No necesita el gobierno de AMLO, entonces, detener sus grandes proyectos de infraestructura para dedicar más recursos a la adquisición de vacunas.
Se equivocaron los 435 intelectuales, académicos y científicos que firmaron una carta ayer para pedir al presidente López Obrador olvidarse del Tren Maya, el aeropuerto de Santa Lucía y la refinería de Dos Bocas para “invertir parte de esos recursos en la compra de suficientes vacunas que hayan pasado todas las exigencias de pruebas clínicas fase 3, para inmunizar a toda la población”. No han entendido que ese no es el problema. Dinero hay; suficientes vacunas en el mercado, no.
Hay personas destacadas entre los firmantes de la carta a Andrés Manuel. Cito los nombres de algunos de ellos: Rafael Bojalil Parra, Antonio Lazcano Araujo, Alma Maldonado, Gloria Soberón Chávez, Héctor Aguilar Camín, David Huerta, Enrique Krauze, Ángeles Mastretta, Concepción Company, José Ramón Cossío, Alejandro Frank, Arnoldo Kraus, Enrique Cabrero y Germán Martínez.
El problema es otro
Si se equivocan al pensar que el problema de las vacunas es de dinero —en realidad es otro: la escasez—, aciertan en la segunda sugerencia que le hacen a AMLO:
“Dirigir parte de esos recursos en un apoyo amplio a la investigación científica y a la innovación, indispensables para producir vacunas en México, no sólo contra el virus que provoca la covid, sino también en previsión de otras pandemias que, indudablemente, aparecerán en un futuro”.
Carta de científicos, políticos e intelectuales a López Obrador
En honor a la verdad, los firmantes de la carta deberían admitir que en el periodo de los gobiernos neoliberales mexicanos se hizo poca ciencia (neoliberal, nos hay de otra) y en general se hizo de poca calidad global, por así decirlo.
Empresarios, científicos y gobernantes mexicanos del pasado no buscaron conseguir utilidades para nadie con la fabricación de artículos científicamente más o menos sofisticados; se fueron por un camino más fácil para enriquecerse: comprar todo en el extranjero para distribuirlo en México.
En este sentido es interesante la pregunta que ha hecho en SDP Noticias Irma Aguilar-Delfín, doctorada en inmunología en la Clínica Mayo: “¿Qué es el ‘granel’ de AstraZeneca que nos envía Argentina? ¿No podríamos fabricarlo aquí?”. Su respuesta es contundente: en México no hay tecnología para producirlo. Lo más que pudimos alcanzar, y gracias a un esfuerzo de última hora de Carlos Slim, es envasarlo con calidad para hacer las vacunas de AstraZeneca basadas en un desarrollo biotecnológico de la Universidad de Oxford.
Con tal atraso científico y tecnológico no hemos podido participar en ninguna parte del proceso para producir las vacunas, excepto en el envasado de la de AstraZeneca que todavía tarda un par de meses. No hay nada desarrollado en México para, por ejemplo, maquilar con la rapidez que se necesita los productos de Pfizer, de Moderna o las vacunas rusas o chinas. Pero inclusive en el caso de AstraZeneca, es una empresa argentina la que fabrica lo más complicado: el líquido inyectable que, según entiendo, los especialistas llaman “granel”. Aquí nomás lo metemos en frasquitos.
Exactamente el discurso de la gasolina
En México los neoliberales abandonaron la ciencia neoliberal; no la vieron necesaria ni siquiera para ganar dinero; ello porque resultaba más sencillo enriquecerse comprando en el extranjero y revendiendo en nuestro país —hasta la gasolina— todo lo técnicamente más o menos sofisticado.
Quizá en el pasado, antes de los gobiernos neoliberales que empezaron con Miguel de la Madrid, Mexico estuvo en una mejor posición en términos de ingeniería y de ciencia, pero eso se acabó: en los sexenios recientes era más fácil enriquecerse sin la monserga de desarrollar y producir nada medianamente complejo.
Conocemos el discurso, es el de la gasolina: “es tonto refinarla en México, sale más barato comprarla en Estados Unidos”. Al margen de si los tiempos están para que se construya una gran refinería o no —los coches eléctricos cada día son más usados—, lo cierto es que AMLO tiene razón en sus motivaciones para buscar producirla aquí en la nación: no podemos depender de que nos vendan o no algo tan importante todavía en estos momentos.
Desde luego, empresas privadas están ganando en la construcción de Dos Bocas, y qué bueno. Se benefician del dinero público ahí invertido: así debe ser, ya que simplemente realizan un trabajos y cobran por el mismo.
Es un razonamiento que aplica a la ciencia que no tenemos y que, si empezamos ya a construir, tardaremos décadas en lograr: debe invertirse mucho más en ciencia (neoliberal, no hay de otra) en asociación con empresas privadas que de verdad busquen desarrollar esquemas de fabricación complejos, como el de las vacunas, que hoy no podemos tener a tiempo, a pesar de contar con suficiente dinero para comprarlas.
El ingeniero Slim ha hecho bastante al, por lo menos, asegurarse de que podamos envasar —y solo envasar— una de las vacunas. Habría sido ingenuo si hubiera buscado maquilar completamente en México las vacunas más sofisticadas: no habría sido posible, no con la rapidez exigida por una pandemia que no cede.
Sé que hubo pláticas para fabricar en México las vacunas de Pfizer; no prosperaron porque ¡¡¡no hay tecnología para eso!!!
Llegó la hora de apostar al futuro. Si los gobiernos neoliberales poco y malo hicieron por la ciencia neoliberal —la que genera mercancías de fabricación compleja que se venden en el mercado—, la 4T debe hacerlo. Pero, antes de empezar, el Conacyt debe abandonar el discurso de que desarrollará una ciencia NO neoliberal. Eso es ridículo.
En el mundo actual de mercados globalizados, tal cosa es imposible. La ciencia es cara y la deben financiar, a fin de cuentas, los consumidores, ya sea al adquirir sus mercancías en las tiendas, o bien pagarla con sus impuestos para que se beneficien empresarios y científicos.
Desde luego, el presidente López Obrador también debe abandonar tal discurso poco práctico que no nos va a llevar a nada.