Zedillo

Acostumbrada a las promesas de imposible cumplimiento de los políticos, en su momento a la sociedad mexicana le resultó chocante la conducta de un presidente que hacía exactamente lo contrario: decir la verdad sin dar esperanzas de que las cosas iban a mejorar.

Fue la estrategia de un incomprendido Ernesto Zedillo para torear la fuerte crisis económica de finales de 1995; sin duda, la peor en México en varias décadas, solo superada en sus efectos dañinos por la actual recesión generada por la pandemia de covid-19.

Antes de Zedillo, a los presidentes demagogos les pedíamos “menos promesas, más realidades”; a él, que nos negaba toda esperanza, le suplicábamos “más promesas, menos realidades”.

A la larga el no generar expectativas que difícilmente se iban a cumplir, funcionó como estrategia de gobernabilidad.

De los presidentes de la era neoliberal —usemos el lenguaje del presidente AMLO—, por mucho Zedillo fue el más serio, el más eficaz y el que mejores cuentas entregó a su pueblo, tanto en lo económico como en lo político.

Con disciplina financiera, Zedillo logró que México recuperara el crecimiento en pocos años, lo que no fue de ninguna manera sencillo.

Y, fuertemente comprometido en la construcción de un país distinto, Ernesto Zedillo ejerció su poder para que nuestra sociedad conociera plenamente la democracia —en su sexenio, la izquierda gobernó por primera vez la capital de la nación, con Cuauhtémoc Cárdenas; obligó al PRI a respetar triunfos electorales de la oposición, como el de Ricardo Monreal en Zacatecas; operó para que no se concretara la arbitrariedad que buscaba impedir la candidatura de López Obrador a la jefatura de gobierno del entonces Distrito Federal, y finalmente, el más importante de sus logros, Ernesto Zedillo entregó la presidencia de la república al panista Vicente Fox.

Andrés Manuel jamás miente

En la actualidad tenemos un presidente, Andrés Manuel López Obrador, que invariablemente dice la verdad. Es un hombre que no sabe mentir; así, de plano. Damos fe de ello quienes hemos podido tratarlo de cerca en distintos momentos de su vida.

El problema de Andrés Manuel —que no tenía Zedillo, quien todavía contó con la antidemocrática, pero en más de un sentido eficaz, disciplina priista en la que nadie se atrevía a hacer nada contra el equipo—, el mayor obstáculo que enfrenta el actual gobernante de la nación es que llegó a Palacio Nacional con un equipo no solo variopinto en lo ideológico —por ejemplo, jamás pudieron mezclarse el empresario partidario de la libre competencia en energía Alfonso Romo y la dogmática del nacionalismo petrolero y eléctrico Rocío Nahle—, sino también integrado por gente honesta o calificada, pero no profesional de la política, y que por lo mismo ha sido o muy mentirosa sin temer las consecuencias de engañar al presidente, o de plano tan indisciplinada que ha caído en la deslealtad con el líder de la 4T.

Hizo daño que el primer secretario de Hacienda del actual gobierno, el economista y matemático Carlos Urzúa, dejara el cargo por un berrinche para pasar a convertirse en el principal crítico del proyecto económico del presidente López Obrador.

Y, ni hablar, ha sido un desastre que haya exhibido demasiadas fallas éticas el epidemiólogo con excelentes credenciales académicas a quien Andrés Manuel confió el manejo absoluto de la pandemia de coronavirus; en efecto, Hugo López-Gatell durante un largo año ha hablado sin descanso varias horas al día, y desde luego ha dicho verdades producto de su conocimiento, pero también mentiras —por mala fe o por haber olvidado sus clases de epidemiología— que todo lo han complicado.

Las mentiras o la tonta manía de intentar ocultar la verdad

Ni caso tiene recordar los días en que Gatell afirmaba que en México el peor escenario —improbable, según él— iba a ser de 60 mil muertos en toda la pandemia; aseguraba que casi seguramente íbamos a contar unos 8 mil fallecimientos por covid. Evidentemente su preparación en la Universidad Johns Hopkins no le alcanzó para entender la gravedad del problema —llegó a decir que el covid era una enfermedad menos mortal que la influenza estacional—. ¿60 mil muertos en toda la pandemia? Es un número que ahora se supera en dos o tres meses. Y no se ve el final de la fatal contabilidad.

Pero aquellas metidas de pata podríamos olvidarlas y aun disculparlas si ahora él dijera la verdad en el tema de las vacunas. Pero el rockstar de la epidemiología no lo hace.

¿Por qué López-Gatell le miente al presidente López Obrador acerca de las posibilidades y los tiempos de una campaña de vacunación que simple y sencillamente no avanza? Por irresponsable y frívolo, y por estar convencido de que AMLO no lo castigará.

Pero no solo el epidemiólogo le ha mentido al presidente de México: también lo ha hecho el canciller Marcelo Ebrard, quien hasta presumió una inexistente y demagoga “misión cumplida” como responsable de adquirir vacunas, que por la razón que sea nomás no llegan a México. 

El anillo al dedo electoral

Hoy en El Financiero pregunta su director, Enrique Quintana, a qué partido le caerá la pandemia como “anillo al dedo”. Lo central de su argumentación se sintetiza en estas palabras:

“En el proceso de vacunación que viene en los siguientes meses, quizás no solo se juega la posibilidad de contener en definitiva la pandemia, sino que allí se puede definir la continuidad del proyecto político de AMLO para el largo plazo”.<br>

Enrique Quintana

Tiene razón el señor Quintana: si antes de las elecciones de este año la mayor parte de los mexicanos consigue vacunarse —con viales de prestigio o, al menos, bien aceptados por la gente—, Morena ganará la Cámara de Diputados y más de 10 gubernaturas. Si no ocurre así, Morena no conservará la Cámara y perderá estados en los que hoy lidera con amplia ventaja.

No depende del gobierno de López Obrador contar a tiempo con vacunas suficientes. Hay problemas de fabricación en todas partes y, además, una gigantesca demanda mundial, que hace imposible para las empresas que han desarrollado tales remedios cumplir con los pedidos que tienen.

Claro está, habría ayudado que Ebrard hubiera sido más eficaz y menos rollero como comprador, pero ni siquiera el mejor trabajo para adquirir las vacunas —que el canciller no hizo— habría resuelto el problema.

Por supuesto, ahora mismo mucho ayudaría que el jefe de la estrategia contra la pandemia dijera la verdad, primero al presidente, y después a la sociedad mexicana.

La verdad que Gatell intenta esconder, pero que ahí está:

(i) hay pocas vacunas, así de dura es la situación;

(ii) no contaremos en el corto plazo con suficientes viales para inmunizar a la mayoría, algo que quizá ocurrirá en 2022 cuando, para colmo, habrá que volver a vacunar a quienes sí lo hayan podido hacer en 2021;

(iii) no tiene caso que se registre nadie en una página de internet —que tampoco tenía sentido difundir ahora—, ya que hacerlo solo va a generar angustia en las personas de edad avanzada que pensarán, erróneamente, que pronto se vacunarán, y no será así.

Falsas esperanzas

La expectativa de una vacunación en el corto o mediano plano generada en las conferencias de prensa de López-Gatell, quien no se atreve a decir la verdad, se traducirá en serios problemas para el presidente López Obrador, un hombre que no miente, pero confiado en que lo apoya un científico serio, repite la información incorrecta que le entrega alguien ahora mismo absolutamente alejado del conocimiento objetivo; sí, el conocimiento que se expresa tal como resulta del análisis lógico, guste o no, sea positivo o negativo, ayude o perjudique a una causa política o a cualquier otra.

Qué diferente actúa la jefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum. Como Ernesto Zedillo al finalizar el siglo XX, ella se defiende diciendo solo la verdad, por dura que sea. Se ha ganado, por lo mismo, el elogio de la prensa fifí y neoliberal, a pesar de haber sido una izquierdista sincera toda su vida. Me refiero al diario Reforma:

Impactante resulta la cifra de exceso de mortalidad en la CDMX en enero, cuando murieron 15 mil 564 personas más de las esperadas, dato que comprueba que la segunda ola de Covid en la capital fue peor que la primera, la cual tuvo su pico en mayo con 10 mil 762 fallecimientos por encima de los que se anticipaban.<br>Llama la atención, sin embargo, que en ese mes del año pasado 18% de los fallecidos tenían residencia en otras entidades como el Edomex, Hidalgo y Morelos, entre otras, y esa cifra se elevó el mes pasado hasta el 24%. De hecho, 28 de cada 100 pacientes internados hoy en la CDMX vienen de otros estados.<br>¿Pues qué estará fallando en los sistemas de salud de esas otras entidades que muchos de sus ciudadanos vienen a buscar atención a la CDMX? Es pregunta que brinca fronteras.<br>

Templo Mayor, Reforma

La verdad ayuda

No se puede culpar a Sheinbaum de que sea pésimo el sistema de salud en las entidades vecinas a la Ciudad de México. Sí, desde luego, se debe elogiar el esfuerzo de los médicos capitalinos que no rechazan a nadie que llegue enfermo a los hospitales. Tampoco se le puede exigir a la jefa de gobierno que las cosas funcionen como en el primer mundo; bastante ha hecho con los recursos que ha tenido, absolutamente insuficientes para superar la situación caótica que heredó, agravada por la falta de inversiones en el anterior sexenio.

A la señora Sheinbaum nadie la llama “mentirosa” simple y sencillamente porque no ha mentido y ni siquiera ha intentado maquillar la dura realidad. De hecho, la Ciudad de México es la única entidad federativa que publica estadísticas sobre el exceso de mortalidad y, también —cito un informe de ayer de la CDMX— “la única ciudad a nivel global en publicar de manera oportuna y en formatos abiertos los microdatos necesarios para calcular el exceso de mortalidad, siendo asi la primera ciudad en publicar datos completos de enero 2021 donde para cada defunción se publica el día de ocurrencia, sexo, edad y lugar de residencia de la persona, asi como si la causa de defunción fue por covid-19 o sospecha del mismo”.

Por decir la verdad, bastante cruda, se le cree al gobierno de Sheinbaum cuando afirma que según “los datos más recientes del Sistema Nacional de Vigilancia Epidemiológica en su módulo de Enfermedades respiratorias, la Ciudad de México cuenta con la segunda menor tasa de mortalidad de casos covid-19 en lo que va de la pandemia”. En la CDMX la tasa de letalidad es de 5.1%, solo por debajo del 4.5% de Baja California Sur con 4.5%, y desde luego considerablemente menor al 9.2% nacional. 

La verdad, solo la verdad

Decir la verdad ayuda, y mucho. Por el bien de la 4T creo que ha llegado la hora de que Ebrard y Gatell le digan toda la verdad al presidente AMLO y que, sin miedo, la comuniquen a la sociedad mexicana; merecemos la oportunidad de no terminar hundidos en la terrible desilusión provocada por habernos dejado ilusionar por un político/político y un científico/politizado, ambos politiqueros y, por lo mismo, incapaces de decir toda la verdad, solo la verdad y nada más que la verdad.