No fue un buen día ayer en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán. Terminaron la jornada en la mayor frustración los y las especialistas que no pudieron vacunarse por segunda vez. En efecto, quienes el 14 de enero de 2021 recibieron la primera dosis del producto biológico desarrollado por Pfizer-BioNTech.

Desde el 29 de diciembre de 2020 se les había informado que se vacunarían por pertenecer al más que justificadamente grupo prioritario del personal que trabaja en hospitales covid. El doctor David Kershenobich Stalnikowitz, director de Nutrición, lo había asegurado en una carta y no había razón para no creerle.

La carta

Posteriormente, ya este año, a médicos, médicas, enfermeros y enfermeras se les dieron detalles por correo electrónico de qué días específicamente les tocaría la vacuna:

√ A algunas personas les tocó el 5 de enero, y según entiendo estas ya recibieron la primera y la segunda dosis.

√ A otras se les pidió acudir a vacunarse por primera vez entre el 9 y el 12 de enero de este año y se les ha asegurado que recibirán la segunda inyección entre hoy viernes 5 y mañana sábado 6 de febrero; les tocaba el miércoles 3 de este mes, no hubo manera de que Nutrición cumpliera, pero se les ha dicho muy formalmente que el instituto cumplirá.

√ No saben nada, es decir, Nutrición ni siquiera les dio una nueva fecha, quienes se vacunaron la primera vez el 14 de enero pasado y se suponía les tocaba la segunda dosis ayer jueves 4 de febrero de 2021. No tienen idea de cuándo —ni siquiera si algún día— recibirán la inyección de refuerzo, sin la cual la aplicación inicial pierde eficacia.

La culpa no es del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán; tampoco de su director David Kershenobich Stalnikowitz.

Es otro el responsable de que en febrero no haya vacunas para la segunda dosis de quienes recibieron la primera inyección en enero. En mi opinión, si a alguien hay que culpar es al canciller Marcelo Ebrard —quizá también a la subsecretaria de Relaciones Exteriores, Martha Delgado—.

El presidente López Obrador les dio a Ebrard y Delgado la misión de comprar vacunas y, sí, negociaron con Pfizer-BioNTech, pero lo hicieron tan mal que tales empresas, en la primera crisis de producción de viales que sufrieron, enviaron los pedidos de México a los últimos lugares de la larga fila de países que demandan sus productos.

Pfizer-BioNTech también quedó mal con naciones de Europa, pero bastante menos mal. Y aun así, algunos gobiernos, como el de Italia, para presionar a las mencionadas empresas farmacéuticas han anunciado que estudian demandarlas por incumplir lo pactado en los contrato que se firmaron.

¿Por qué México no ha considerado recurrir al procedimiento, perfectamente legal, de demandar a Pfizer-BioNTech? Seguramente porque los contratos que negociaron el secretario Ebrard y la subsecretaria Delgado son tan flojos —me dicen que no se perfeccionaron entregando fuertes cantidades de dinero—, así que tales convenios no admiten reclamaciones de ninguna clase.

En fin, ya se contará la historia de este fracaso. Porque en la Secretaría de Relaciones Exteriores se defienden diciendo que la culpa no ha sido de Marcelo Ebrard ni de Martha Delgado, sino del sector Salud, específicamente de Hugo López-Gatell, el jefe de la estrategia contra al covid, quien saboteó el esfuerzo de la gente de la SRE.

Pudo hacerlo de esa manera el doctor López-Gatell, se supone, porque en el orden burocrático mexicano era la Secretaría de Salud la que debía realizar los pagos, que no se hicieron ni a tiempo ni en los montos necesarios para asegurar estar entre las naciones favorecidas por dos compañías tan neoliberales como la estadounidense Pfizer, Inc, y la alemana BioNTech SE.

¿Que las vacunas rusas —las de la marca Sputnik V— resolverán el problema? No lo sé. Creo que también enfrentan serios problemas de fabricación, sobre todo de la segunda dosis.

Así que quizá la única salida del laberinto México la encontrará en el producto desarrollado por AstraZeneca, empresa del Reino Unido.

Tendrá sentido, entonces, empezar a hablar más de los productos de AstraZeneca, que en algunos lugares se están utilizando, pero que no han sido autorizados —o no plenamente— en dos naciones que de medicamentos saben bastante, Alemania y Suiza.

Conviene ser optimistas, pero sin dejar de ver los inconvenientes. Si, como parece, llegarán a México tarde y en menor cantidad a la esperada las vacunas de Pfizer-BioNTech, y si los fabricantes de la Sputnik V probablemente no tendrán capacidad para cumplir con los pedidos que reciben de todo el mundo... y si, además, los productos de AstraZeneca, que se envasarán en México, no convencen del todo a especialistas de Europa, hay que saberlo y decirlo con toda claridad. 

La verdad es lo mejor para que todos podamos colaborar, cada quien en la medida de sus posibilidades, en la búsqueda de opciones para superar el problema.

Urge salir del laberinto. Porque la economía mexicana no podrá resistir terminar 2021 todavía en la parálisis provocada por una pandemia que nos ha castigado mucho más de lo previsto en los peores escenarios.