Carlos Loret de Mola se puso académico en su columna de El Universal, “El gobierno más chingón del mundo”.

Se burla, evidentemente, de la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador.

Está bien, se vale, pero ¿con tal actitud ha aportado Loret algo positivo en el debate nacional sobre la crisis del coronavirus? Realmente, nada.

Más bien, su escrito crispa todavía más las cosas en una sociedad dividida y en la que algunos de sus grupos más influyentes están peligrosamente enfrentados.

La crítica periodística es muy importante. Pero, para que resulte eficaz, debe estar no solo basada en hechos, sino expresada con buena fe y sin ganas de lastimar.

Evidentemente el señor Loret sabía, porque así se lo habían informado sus fuentes,  que las cosas en el IMSS no estaban funcionando adecuadamente en lo relacionado con el abasto de equipos de seguridad para el personal médico y de enfermería.

Loret lo supo y lo publicó. Pero, tristemente, lo que pudo haber sido un fuerte diagnóstico que sacudiera y pusiera a trabajar al director de la institución, Zoe Robledo y al mismo presidente AMLO, por la forma en que lo presentó el periodista se interpretó como un golpe bajo de parte de personas y empresas perjudicadas por las decisiones que la 4T ha tomado en el área de las adquisiciones del sector salud.

Y es que el columnista Carlos Loret, con ganar de chingar por chingar, se fue mucho más allá de la información dura y caricaturizó la situación con fotografías de caretas de albañil y guantes de cocina; ¿se podía tomar en serio a alguien que “informaba” que esos eran los equipos médicos comprados por el IMSS?

Hoy sabemos —lo dijo uno de los grandes aliados de Andrés Manuel, el gobernador de Baja california, Jaime Bonilla—, que el IMSS no estaba preparado para combatir la pandemia, precisamente porque su personal que tiene contacto directo con los infectados no cuenta con cubrebocas N95, guantes quirúrgicos y batas adecuadas para evitar el contagio.

El gobernador Bonilla tuvo que admitir, en un gesto que le honra, que “los médicos están cayendo como moscas”.

Espantosa situación que se pudo haber evitado si el director del IMSS hubiera detectado a tiempo el problema.

Robledo, sin duda, pudo haberlo hecho si la crítica de Carlos Loret hubiera sido seria.

Ello no le quita responsabilidad al máximo directivo del Seguro Social, pero no dejo de pensar que un artículo más serio de Loret lo habría puesto a analizar las cosas con mayor profundidad.

Pero Carlos Loret hace rato que perdió la seriedad cuando menciona a la 4T.

La verdad de las cosas, el columnista de El Universal está poco interesado en ayudar a México con sus investigaciones periodísticas: su principal e inclusive única motivación es perjudicar a Andrés Manuel López Obrador.

Como no le ha ido bien en la 4T, se entiende que Loret en lugar de ser un periodista chingón —su innegable talento da para eso y aun para más— prefiera comportarse como un periodista pinche, por irresponsable.

Hay muchos otros que pudiendo ser chingones, y de esa manera aportar con sus críticas salidas a tantos problemas del país, prefieran ser periodistas pinches a los que no se puede tomar en serio.

El pinchismo lo expresan desde los encabezados de sus escritos. Algunos ejemplos:

√ Jesús Silva-Herzog Márquez, “El charlatán de las estampitas”.

√ Pablo Hiriart, “Tenemos dos problemas: Covid-19 y AMLO”.

√ Carlos M. Urzúa, “Estado de ilegalidad en México”·

√ Raymundo Riva Palacio, “Presidente, no sea irresponsable”.

√ Carlos Loret de Mola, “Compran caretas de albañil para enfrentar el coronavirus”.

√ Sergio Negrete Cárdenas, “Un ser despiadado indigno de ser presidente”.

√ Francisco Martín Moreno, “Un presidente cruel”.

√ Leo Zuckermann, “Repetir un disparate presidencial”.

√ Macario Schettino, “Gobierno ilegal e irresponsable”.

√ Raúl Trejo Delabre, “AMLO contra las mujeres”.

Ninguno de tales encabezados se sostiene porque ninguno es el producto de un análisis objetivo.

Lo de menos es que a tantos columnistas les dé por insultar al presidente López Obrador.

En el caso de ellos lo destacable es la motivación para caer en la descalificación barata: unos, los decentes, lo hacen por fanatismo ideológico; otros, los cínicos, porque en el actual gobierno han perdido dinero.

Lo peor es que, probablemente, en todos los artículos mencionados hay elementos de diagnóstico dignos de ser tomados en cuenta, por los lectores en general evidentemente, pero sobre todo por el titular del poder ejecutivo, quien no se enteró de lo que planteaban porque, con tales títulos, lo único que podía esperar era que los textos estuvieran llenos de muchas más ofensas.

Si los mencionados periodistas hubieran presentado sus propuestas o críticas con prudencia, responsabilidad y sobre todo con educación, por duras que hubiesen sido, habrían tal vez logrado un cambio de orientación en las decisiones del hombre al que millones de mexicanos la dimos la responsabilidad de conducir a la nación.