Qué gran artículo publicado en Reforma… que no es de Reforma: es del New York Times: “Deja morir Bélgica a residentes de asilos de ancianos”. De cualquier manera se agradece.

Es un texto para avergonzar a Bélgica y a otros países de Europa, la región del mundo que muchos considerábamos —vemos ahora que erróneamente— la más culta, educada y respetuosa de los derechos humanos.

Terrible lo cuentan Matina Stevis-Gridneff, Matt Apuzzo y Monika Pronczuk, del New York Times, y que Reforma tuvo el buen tino de reproducir, seguramente como una lección de buen periodismo que la familia Junco ha decidido darle a su director editorial, Juan Pardinas, un tipo inteligente, me dicen, pero sin duda fanatizado —nadie me lo dice: es obvio— por la ideología de la derecha empresarial mexicana, tan farisaica siempre.

Enseguida una síntesis del mencionado artículo:

√ “Shirley Doyen había suplicado a los hospitales que admitieran a sus residentes (ancianos, ancianas) contagiados, pero se rehusaban. A veces le decían que administrara morfina y dejara que llegara la muerte. Una vez le dijeron que rezara”.

√ El 10 de abril todo se complicó en esa residencia para ancianos y ancianas: en cinco horas murieron tres personas mayores. Habían enfermado de covid.

√ Los hospitales se habían negado a atenderles.

√ Al hijo de una anciana simplemente le dijeron: “tu madre va a morir”. Y, en efecto, murió.

√ En todo el mundo ha sido más que difícil la situación de la gente de edad avanzada frente al covid, pero, apunta el NYT, “la respuesta de Bélgica ofrece un giro espantoso: paramédicos y hospitales a veces negaron rotundamente la atención a las personas mayores, aun cuando había camas de hospital disponibles”.

√ Lo peor, había camas disponibles de sobra, pero las autoridades sanitarias de Bélgica no querían ocuparlas con ancianos, con ancianas.

√ En “lo más álgido del brote, en abril”, solo el 45% de las camas de cuidados intensivos no estaban ocupadas. Aun así, no aceptaban a personas de edad.

√ “… ‘Los traslados innecesarios son un riesgo para los trabajadores de ambulancias y salas de urgencias’, decía un memorándum".  Lo firmaba la Sociedad Belga de Gerontología y Geriatría y dos hospitales importantes”.

√ “Los pacientes sumamente frágiles y los enfermos terminales deben recibir cuidados paliativos y no ser hospitalizados, decía el memo. El documento ofrecía un complejo diagrama de flujo para decidir cuándo hospitalizar a los residentes de un asilo”.

√ “… ‘La ambulancia no se los llevaba. Simplemente decían: '¿por qué nos llamó?’…”.

√ Se explica que Bélgica tenga “la tasa de mortalidad por coronavirus más alta del mundo, en parte debido a los hogares de ancianos”.

√ “Más de 5 mil 700 residentes de asilos murieron durante el pico de la crisis, de marzo a mediados de mayo”.

√ “Los residentes de estos hogares representaron dos de cada tres muertes durante ese periodo”.

√ “Incluso ahora, los países europeos lideran al mundo en muertes percápita". En gran medida debido a lo que sucedió en sus casas de reposo.

√ Ocurrió en Bélgica, pero también en España, en Suecia, en Gran Bretaña

√ “Una vergüenza”, califica tal hecho el New York Times.

√ Una vergüenza todavía mayor por tratarse de la nación sede de la Unión Europea.

√ Dijo una enfermera belga: “Somos un país rico. Me da vergüenza que nos olvidamos de estos asilos”.

¿Quién va a responder por semejante crimen de lesa humanidad?

En México se evitó tal inmoralidad

En algunos países de Europa circularon códigos de ética o protocolos para decidir qué ancianos, qué ancianas podían ingresar a los hospitales. Indignante inmoralidad.

En México, el joven y competente, pero arrogante equipo de especialistas en epidemiología e infectología que se hizo cargo de la estrategia para luchar contra la pandemia no pudo evitar caer en la tentación de filtrar a los medios un código parecido: se dijo que los y las jóvenes iban a tener prioridad para ser recibidos en las unidades de cuidados intensivos, lo que iba a marginar a los ancianos, las ancianas.

Por fortuna, semejante plan se fue al olvido por la reacción de gran rabia de la opinión pública y, sobre todo, así lo pienso, por el humanitarismo de dos hombres mayores— el presidente Andrés Manuel López Obrador y su secretario de Salud, Jorge Alcocer Varela, de 67 años y 74 años de edad, respectivamente—.

Hubiera o no respiradores (ventiladores) suficientes en las unidades de cuidados intensivos, no se iba a marginar a nadie por su edad.

A diferencia de Bélgica, México no es un país rico, con poca población y sede de algo tan importante como la Unión Europea. Pero le dimos una lección a esa nación y a otras de Europa que se suponía respetaban los derechos humanos, como Suecia, España y Reino Unido.

Cuando no se sabía si habría ventiladores suficientes, antes de que Marcelo Ebrard se lanzar a buscarlos por todo el mundo, cuando aun no se comprometía Trump con AMLO a vendernos los que necesitábamos; inclusive en el contexto de la saturación de hospitales en España e Italia, y a pesar de la recomendación asquerosamente pragmática, surgida en el propio gobierno, de marginar a los viejitos y a las viejitas por tener menores probabilidades de sobrevivir que la gente joven; contra tan indecente lógica, nuestro presidente —insisto, muy probablemente motivado por un hombre prudente y sabio de edad avanzada, el doctor Alcocer— tomó la más agradecible, digna y recordable de sus decisiones: de ninguna manera hacer a un lado a las personas que lo dieron todo por el resto de la sociedad y a quienes el paso del tiempo ha debilitado.

Si hoy primero de septiembre solo eso informara Andrés Manuel, sería el suyo un gran informe. Dirá muchas otras cosas, todas positivas. Pero, para mí, lo más valioso que logramos es consolidar  el respeto a las personas de edad avanzada, particularmente a quienes ya no tienen fuerza para sobrevivir por sí mismas.