La anterior es una verdad que hoy martes leí en el New York Times. No la expresó un político, sino un historiador, John M. Barry, autor de La gran gripe: la épica historia de la plaga más mortal, que es considerado “el estudio histórico reciente más completo sobre el devastador virus de 1918”, injustamente llamado “gripe española”.
El mencionado analista ha dicho lo siguiente:
"Cuando mezclas ciencia y política, obtienes política. Con el coronavirus, Estados Unidos ha demostrado que la política no ha funcionado. Si queremos reabrir completamente la economía y las escuelas de manera segura, lo que se puede hacer, tenemos que volver a la ciencia".<br>
John M. Barry
Tales palabras pueden y aun deben aplicarse al caso mexicano: todos hemos politizado la pandemia y el resultado es desastroso. El nuestro es el cuarto país con más muertos. Entre las naciones con más de cien millones de habitantes, ocupamos el tercer lugar en decesos. Podríamos consolarnos con otra medición: fallecidos por Covid por cada 100 mil personas, pero para más de 35 mil familias —y el número crece a diario— tal estadística sería una bofetada.
Andrés Manuel quiso otra fórmula: Ciencia + Ciencia = Ciencia
Dejar en manos de los científicos la estrategia de combate contra la pandemia. Tal fue la sabia intención del presidente AMLO. Muchas veces lo dijo Andrés Manuel, seguramente para intentar que no se politizara la crisis. No le hicimos caso. Creo que algunos, bastantes muy rápido vimos que jugaba a ser político el científico principal, Hugo López-Gatell. Evidentemente a este hombre lo dañaron los reflectores. Cayó víctima de hybris, la enfermedad del poder. Negarlo no ayuda. Lo peor es que, para sacarlo de problemas, el presidente AMLO ha decidido defenderlo en público, pero creo que ello en vez de remediar la situación, la ha complicado.
“¡Hugo aguanta, el pueblo se levanta!”
Dos hechos hicieron posible diagnosticar que al epidemiólogo lo había atacado hybris: una campaña de redes para llamarlo “rockstar de la epidemiología” y la sonrisa de enorme satisfacción del doctor López-Gatell la primera vez que el presidente López Obrador lo defendió. Es la misma sonrisa que este martes exhibió el médico con un título de posdoctorado en la Johns Hopkins Bloomberg School of Public Health después de que Andrés Manuel dijera: “¡Hugo aguanta, el pueblo se levanta!”.
No sé si el pueblo se va a levantar para defender a López-Gatell de las críticas que todos los días recibe, no solo de parte de los columnistas, sino también de una mayoría de gobernadores y de la gente en redes sociales. No creo que nadie en su sano juicio esté dispuesto a llegar a tanto, no con la pandemia encima. Sin duda, el nivel de aprobación del subsecretario de Salud sigue siendo alto —un estable 57% en las encuestas de Covarrubias y Asociados—, pero no creo que haya demasiada gente interesada en defenderlo más allá de publicar unos cuantos tuits o realizar unos memes.
Este debate, en el que participo —curiosamente es mi única coincidencia con los periodistas que tanto cuestionan a Andrés Manuel y a la 4T—, se ha convertido en una polémica que en nada ayuda en la lucha contra la pandemia del coronavirus. No vamos a derrotar al enemigo con TTs de Twitter a favor o en contra del epidemiólogo. Tampoco con artículos en los periódicos para culparlo de todo o para elogiarlo dogmáticamente.
Rechazar la política
Valdría la pena que todos leyéramos el articulo del historiador John M. Barry en el New York Times. En ocho países de Europa —pero solo en ocho, Bélgica, Reino Unido, España, Italia, Suecia, Francia, Irlanda y Países Bajos; en otras 40 naciones del continente europeo no ha sido así— ha habido más muertos por habitante que en México, pero inclusive las sociedades del viejo continente más castigadas por el coronavirus, ya han salido del problema.
En México —como en Estados Unidos, Brasil, Chile, Perú, etcétera— estamos muy lejos del objetivo de conocer algo parecido a una vida social sin miedos, productiva, suficientemente alejada del peligro del contagio. El propio López-Gatell, quien hace meses decía que en total habría en nuestro país unos 8 mil muertos, absolutamente aplastado por la realidad hoy pronostica que estaremos en serios problemas todavía un año o dos más. Esto será terrible en número de muertos y, asimismo, en términos económicos, sobre todo porque la principal esperanza de recuperación —la reactivación estadounidense— ahora se ve imposible en el corto plazo porque la mitad de ese país ha tenido que volver al confinamiento.
En la sociedad norteamericana, sus líderes de todos los sectores —medios incluidos— sumaron ciencia y política y el resultado fue solo política, lo que se ha traducido en más contagios y más muerte.
No aprendieron en Estados Unidos, y no hemos aprendido en México, la valiosa lección que nos dio Europa:
"Italia, Alemania y docenas de otros países han reabierto casi por completo, y tenían todas las razones para hacerlo. Todos tomaron el virus en serio y actuaron con decisión, y continúan: Australia acaba de emitir multas por un total de $ 18,000 porque demasiadas personas asistieron a una fiesta de cumpleaños en la casa de alguien". <br>
John M. Barry
Indebidamente hemos considerado un éxito el hecho de no haber obligado a nadie a permanecer en confinamiento. En nuestro país ni ha habido multas a quienes no ha respetado la sana distancia ni ha habido arrestos de personas que pudiendo permanecer en casa salieron a la calle cuando no debían hacerlo.
Según el presidente AMLO, el pueblo de México es tan responsable que cumplió sin coerción con las medidas de aislamiento. Pero según López-Gatell, ha habido ya demasiados muertos porque la gente no ha respetado la sana distancia. En este caso estoy de acuerdo con el epidemiólogo y no con el titular del poder ejecutivo, que en mi opinión es brillante en casi todos sus diagnósticos sobre otros problemas.
Si no ocurre un milagro, y normalmente los milagros no existen, lo que nos espera en el mediano plazo será más confinamiento.
Como en Europa, tuvimos que haber mantenido el cierre de la economía “hasta que lográramos una fuerte pendiente descendente en los casos” de contagios y muertos. Abrimos con contagios y fallecimientos en aumento. El resultado es terrible. Se supone que ha disminuido el ritmo de crecimiento en el número de enfermos, pero de ninguna manera en la magnitud que se requería para salir todos a los restaurantes, las plazas, los parques, etcétera.
No hay escasez de camas de hospital, y qué bueno. Se hizo la tarea, gracias sobre todo a la decisión del presidente AMLO y a la innegable capacidad ejecutiva del canciller Marcelo Ebrard. Este es un éxito del gobierno de la 4T. Pero entre nosotros el número de fallecidos se incrementa notablemente no por la falta de atención médica, sino porque estamos excesivamente gordos, esto es, debilitados para enfrentar al virus de la corona. Y este es un factor que se debió tomar en cuenta para tratar de evitar llegar a los hospitales.
Sigo citando a John M. Barry —su obra La gran gripe es uno de los 13 libros recomendados, en esta pandemia, por uno de los hombres más geniales de nuestro tiempo, Bill Gates—, y es que para conseguir que el daño causado por la pandemia “se reduzca a niveles manejables, a niveles de países europeos”, lo que tendremos que hacer más temprano que tarde es volver al confinamiento, y hacerlo obligatorio. Nadie cumple con su deber si no es mediante castigos. Al menos tendremos que utilizar a la fuerza pública para aislar los focos de contagio, como las colonias de la Ciudad de México que la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum, ha estimado son las de mayor número de casos de contagio. Como una mayoría son pobres, la coacción deberá ir acompañada de mayores apoyos económicos para que la gente no se sienta tan presionada a salir de sus casas o barrios. La lección española debe servirnos. Hubo un brote —pocos casos comparados con los de muchas ciudades mexicanas— en la capital de la provincia de Lérida, y el gobierno catalán de inmediato la aisló.
No sé si López-Gatell merezca una segunda oportunidad, no de hacer lo correcto, sino de volver a pensar como científico y no como político, de tal modo de exigir a su jefe, el presidente López Obrador, que esta vez sí sea forzoso el aislamiento en los barrios y aun ciudades en los que más hayan crecido los contagios. El cierre debe ser total en muchos lugares de México. Las medidas a medias no funcionan:
"Las medias medidas harán poco más que evitar que los hospitales sean invadidos. Las medidas a medias dejarán la transmisión a un nivel muy superior al de los muchos países que han contenido el virus. Las medidas a medias dejarán (a demasiadas personas) no que vivan con el virus, sino que mueran por él."<br>
John M. Barry
Lo que valdría la pena sería que el presidente López Obrador y los líderes de opinión más identificados e influyentes de la 4T —Epigmenio Ibarra, John Ackerman, los moneros de La Jornada, etcétera—, en vez de defender con actitudes políticas y mediáticas, o de redes sociales, al doctor López-Gatell, decidieran apoyarlo en la puesta en práctica de medidas obligatorias de confinamiento, por antipopulares que sean.
Será nuestra segunda oportunidad. Porque como dice el tantas veces citado en este artículo John M. Barry, “no habrá una tercera”. Y es que...
“...si no controlamos el crecimiento de esta pandemia ahora, en unos pocos meses, cuando el clima se enfríe y obligue a las personas a pasar más tiempo en el interior (de sus casas), podríamos enfrentar un desastre que empeorara la situación”.
John M. Barry
Ya lo ha anunciado el propio rockstar de la epidemoiología: el Covid se mezclará con la influenza y el desastre será brutal. Su propio diagnóstico debería llevar a López-Gatell a dejar de reír —feliz, feliz— cuando se le defiende por razones políticas, no por tener controlado al temible virus.