En 1997, cuando empecé a trabajar en el desarrollo del proyecto Milenio, cuatro periodistas me hablaban bien de AMLO.
Ciro Gómez Leyva
Ciro realmente admiraba, en 1997/1998, a Andrés Manuel. Le asombraba que fuera un político honesto, de principios, alguien que no iba a rendirse en su lucha.
En aquellos años yo no conocía al, en este momento, presidente de México, así que no opinaba. Dejaba que Ciro, editor adjunto de la revista Milenio, hiciera su trabajo. Una de las portadas más bellas la diseñó el señor Gómez Leyva después de visitar, para una entrevista, la casa de la familia López Obrador. No estuve totalmente de acuerdo con aquel homenaje al dirigente tabasqueño, pero Ciro me convenció.
Ciro Gómez cambió de opinión. Desde hace algún tiempo ya tiene muy mala opinión de AMLO. Evidentemente, lo demuestran sus comentarios de todos los días en Radio Fórmula y en Imagen TV,
Debo decir que quiero mucho a Ciro y me llevo muy bien con él, pero...
Después de las elecciones presidenciales de 2006 dejé de verlo varios años. No me gustaba —sigue sin gustarme— su defensa de Felipe Calderón, su terquedad de negar el más que obvio fraude electoral de ese año. Me parece que el diagnóstico de Ciro está absolutamente equivocado en ese aspecto.
Por fortuna, el tiempo eliminó el enojo y hemos podido recuperar la amistad; ahora tenemos una buena relación.
Los moneros
Dos moneros que colaboraron en Milenio Semanal desde 1997, Helguera y Hernández, a quienes realmente aprecio y admiro, siempre me hablaban en los mejores términos acerca del tabasqueño que empezaba a crecer como líder de la izquierda mexicana. Ellos me presentaron a uno de sus colegas, el muy querido Rafael El Fisgón Barajas, un hombre igualmente convencido de las virtudes políticas de Andrés Manuel.
Recuerdo algunas comidas o cenas con los tres en alguno de los restaurantes del Hotel Presidente —pagaba Milenio, que tuvo sus primeras oficinas muy cerca de ese establecimiento—, eran reuniones en las que ellos podían dedicar hasta una hora a argumentar por qué el ahora presidente AMLO estaba llamado a cambiar a México.
Las palabras de El Fisgón, Helguera y Hernández tenían lógica, pero como siempre he sido bastante neoliberal no me convencían. Ellos no han cambiado nada. Son los mismos que alguna vez, después del año 2000 ya colaborando en Milenio Diario, se indignaron con Carlos Marín, entonces director editorial del periódico, porque les exigía que hicieran caricaturas ridiculizando a López Obrador. Les dije que no le hicieran caso y agradecí que no se les hubiera ocurrido caricaturizar al directivo de Milenio.
1994: la prensa manipulada desde el poder contra Luis Donaldo Colosio
Quienes estuvimos cerca de Donaldo Colosio nos dimos cuenta de la brutal campaña mediática, diseñada y dirigida desde Los Pinos —por Carlos Salinas y su operador José Carreño— contra el candidato asesinado. Por esa campaña Colosio quedó reducido a nota secundaría en los diarios; en los espacios de opinión le iba peor: se le agredía tan fuerte como injustamente, mientras que la comentocracia de la época se entregaba —en la mayoría de los casos evidentemente no por ideología, sino por consigna— al movimiento zapatista y a Manuel Camacho, manipulados por Salinas.
La campaña mediática sirvió para crear las condiciones de odio que hicieron posible el asesinato de Luis Donaldo. Esa es la verdad.
2004: Así fue
Diez años después del magnicidio publiqué por una sugerencia de Antonio Navalón un libro —Así fue: la historia detrás de la bala que truncó el futuro de México— sobre mis experiencias al lado de Colosio, quien me honró con su amistad en los últimos años de su vida.
En ese contexto, el del recuerdo de lo que le había pasado a Luis Donaldo después de una brutal campaña mediática en su contra, recibí un sobre de Santiago Creel, entonces secretario de Gobernación. Llegó a mis oficinas de Milenio —mi trabajo era el de director general del diario—, e inmediatamente después de que me lo entregaron, Creel me habló por teléfono y me dijo: “Tienes en tu poder el video que en una hora va a sacar López-Dóriga; te da tiempo de preparar muy bien la nota. El video ya lo tienen todos los directores de periódico”.
Era el video del secretario de Finanzas de Andrés Manuel en ese entonces, jugando en Las Vegas. Creel me lo dijo con absoluto cinismo: se trataba de golpear a AMLO entre todos los medios al mismo tiempo.
Desde luego pedí que se publicara la nota —era lo que procedía profesionalmente hablando—, y en cuanto López-Dóriga terminó de dar a conocer el primer video, llamé a López Obrador, a quien apenas conocía. Pacté una cita con él. Lo vi y le dije: “Lo que le hicieron a Colosio te lo quieren hacer a ti. Mexico no va a resistir. No tengo fuerza para impedir nada, pero en la medida de mis posibilidades me voy a oponer a esa canallada”.
Hubo más videos filtrados desde el gobierno de Fox y, adicionalmente, la mafia del poder recurrió al desafuero para impedir la candidatura de AMLO en el 2006.
Es necesario aclarar que son más mis diferencias que mis coincidencias ideológicas con López Obrador en lo que se refiere a la política económica. Tal vez nunca he dejado de ser un neoliberal. Pero en 2004 mi intención no era apoyar a un hombre de izquierda, sino evitar que acabaran, a la mala, con un político decente que solo quería, por la vía de las elecciones, cambiar a México en la lógica que él piensa más le conviene al país.
Ello me llevó a innumerables diferencias con compañeros de otros periódicos y aun del propio medio que yo dirigía. Un año después, abiertamente —nada de actuar en lo oscurito—, el secretario de Gobernación de Vicente Fox le pidió —¡frente a mí!— al dueño de Milenio, Pancho González, que me obligara a cambiar la línea editorial —es decir, que me obligara a calumniar a AMLO— o que de lo contrario se lo iban a tomar muy mal en el gobierno. Me fui del periódico para no provocarle problemas mayores a un empresario de Monterrey cuyo único pecado había sido invertir en medios en la Ciudad de México.
En tiempos de la 4T
Después de mi salida de Milenio, lo he contado varias veces, López Obrador me invitó a participar en su movimiento político —lo hizo en la casa del abogado Javier Quijano— y acepté. Durante varios años fui uno de los más comprometidos militantes del movimiento de AMLO. Pero, la verdad de las cosas, como la política no es lo mío, un día me retiré. Decidí construir una empresa de internet a partir de un blog, El Sendero del Peje.
No voy a ocultar que los seguidores de Andrés Manuel decían que ese blog yo lo había convertido en El Sendero de Peña. En realidad, no era así. Simplemente, después de muchos años de trabajar para levantar un medio de comunicación en un ambiente hostil —el del sexenio Calderón— decidí que no tenía caso que siguiera peleado con el gobierno. Es difícil sobrevivir cuando no se cuenta, para pagar la nómina, con la caja de un gran grupo empresarial o financiero. Más sencillo resulta el trabajo del periodista crítico confiado en que hay una estructura que no falla en los pagos de honorarios mensuales o quincenales y con la que se tiene firmado un contrato que de alguna manera protege al periodista en caso de despido.
Andrés Manuel —a quien desde luego aprecio— un buen día ganó las elecciones presidenciales. Honestamente pensé que la mafia del poder iba a resignarse y a dejarlo en paz. Es decir, que los columnistas —como había ocurrido en tiempos de EPN y Calderón— en forma absolutamente mayoritaria iban a ser comprensivos y hasta generosos con el presidente que había llegado a Palacio Nacional gracias al voto de 30 millones de mexicanos.
La mafia y los columnistas
Me equivoqué, la mafia del poder muy pronto vio que a AMLO no iba a controlarlo, y se aprovechó del enojo de los periodistas famosos que habían perdido dinero con la 4T. Sí, López Obrador redujo sustancialmente el gasto en comunicación, lo que afectó a las estrellas del periodismo, y así, de la mala situación económica de los columnistas se valió la mafia para orquestar una campaña mediática en contra del presidente de México. Como la de 2004 contra el mismo AMLO, como la que sembró tanto odio antes del asesinato de Colosio.
Porque detesto los linchamientos en los que participan muchísimos periodistas, desde el arranque del sexenio he dedicado muchas de mis columnas a cuestionar a quienes cuestionan con mentiras al presidente López Obrador. Es que no pocos colegas se pasan, de plano. Han llegado a acusar a Andrés de feminicida, es decir, de asesino de mujeres. Y no es lo peor que le han dicho.
La lista de los periodistas a quienes la mafia del poder manipula es larguísima. Hoy Andrés Manuel dijo que muy pocos están de su lado. Y es verdad: la mayoría lo golpea a diario. AMLO mencionó a los moneros de La Jornada, Hernández, Helguera y El Fisgón; también de La Jornada, a Pedro Miguel, un gran escritor que es también un gran ser humano, y a Enrique Galván Ochoa, lúcido y prudente especialista en temas económicos; López Obrador sumó a la reducida lista a Jorge Zepeda, de El País.
Y sí, también me mencionó a mí. Por lo visto, lee algunos de mis artículos ya que precisó que me he especializado en dar lata a quienes cuestionan con mala fe al actual gobierno de izquierda.
Sin acuerdo ideológico total
Ello no significa que coincida con Andrés en todo. Aprovecho para decirlo una vez más: creo que él debería diseñar e implementar un plan contracíclico —más keynesiano que neoliberal— para apoyar, además de a los pobres, a empresas pequeñas, medianas e inclusive grandes que están en problemas serios por culpa del coronavirus.
Desde luego, se hará lo que el presidente Lopez Obrador decida: para eso ganó las elecciones. Quienes no estemos de acuerdo tendremos que expresarlo con firmeza, pero sin calumnias e insultos; también, sin llamados a la guerra. Es en este sentido que lamento muchísimo que el presidente del Consejo Coordinador Empresarial, Carlos Salazar, quien llegó a ser muy influyente en Palacio Nacional, haya cedido a la presión de los duros en el sector privado, y perdido con ello interlocución con el mandatario.
Son los mismos duros empresariales que mueven los hilos de no pocos columnistas.
Como es absolutamente irresponsable calumniar e insultar a diario al presidente de nuestro país en el contexto de la peor crisis mundial de los últimos cien años, veo elementos golpistas en esa campaña mediática contra AMLO.
Hay excepciones entre los periodistas; algunos simplemente son críticos y no entienden que en ocasiones especiales, como la actual, la prudencia es fundamental. Pero la mayoría participan en el linchamiento ya sea porque por fanatismos ideológicos odian a López Obrador, o bien porque la 4T les ha representado una disminución de ingresos que simple y sencillamente esperan recuperar con el chantaje.