No es una expresión original de Andrés Manuel López Obrador. La repitió en uno de sus spots de TV con motivo del Segundo Informe de Gobierno. Él es el mejor presidente posible en la peor crisis imaginable. 

Ha habido polémica por ese video, inevitable naturalmente, pero no cabe en este caso aquello de que alabanza en boca propia es vituperio. Andrés solo ha repetido lo que dice mucha gente. Que es el mejor presidente en la peor crisis, lo he publicado varias veces en este espacio de SDP Noticias. Pero tampoco se me ocurrió a mí, no soy tan creativo. Antes de atreverme a publicarla busqué evidencia de que no exageraban tantas personas que decían eso en sus redes sociales y en conversaciones personales. La encontré en el análisis sereno de la problemática económica.

Admito que me pareció equivocada la decisión de AMLO, al principio de la pandemia, de negarse a contratar deuda para entregar apoyos directos a las empresas, tal como lo exigía el Consejo Coordinador Empresarial. Si la crisis hubiera pasado en uno o dos meses, habrían tenido razón las organizaciones del sector privado. Pero no volvimos a la normalidad productiva en abril. Se ve todavía an lejana.

La pandemia, terca, no se va

Ya estamos prácticamente en septiembre, y sigue sin haber condiciones para que todas las actividades económicas operen a plenitud. Los niños no acuden a las escuelas; quienes tenemos más de 60 años de edad acudimos a los restaurantes —si acaso vencemos el miedo— con demasiadas precauciones, lo que desde luego inhibe el consumo de alimentos y bebidas: cumplimos con el compromiso, nos retiramos pronto y sin decirle nada a nadie nos aislamos una o dos semanas antes de volver a salir. Así todo.

Las aerolíneas vuelan mucho menos que antes porque a la gente le espanta la posibilidad de contagiarse en un avión. Ya acabó la temporada vacacional y el turismo sufrió enormes pérdidas; los hombres y las mujeres que dependen de la hotelería, si conservan sus empleos, se sentarán a hacer planes —¡a seguir haciendo planes!, no han hecho otra cosa desde marzo— para esperar que en la temporada de invierno las cosas mejoren, algo que visto con realismo se ve de plano imposible.

Por lo demás, no hay venta de coches. Se ha detenido la construcción de oficinas y viviendas; el trabajo en casa ha vaciado edificios completos y por la parálisis no hay dinero para pensar en levantar una casa nuevo o en ampliar la que ya se habita.

Qué bueno que ignoró al Consejo Coordinador Empresarial

Si Andrés Manuel hubiera hecho caso a Carlos Salazar, del CCE, y a otros personajes de la IP, México estaría mucho más endeudado: las empresas, en efecto, habrían recibido recursos que habrían servido a empresarios y empresarias para no recurrir a sus propios ahorros y con estos mantener en pie los negocios, pero los recursos aportados no habrían servido para reactivar las actividades económicas.

¿Que no se pedía dinero para las empresas, sino para los trabajadores, las trabajadoras? Creo que Andrés Manuel hizo algo más adecuado: apoyar a la gente pobre —lo que incluye a millones de trabajadores, trabajadoras informales, es decir, sin patrones y sin derechos laborales de ningún tipo—, ayudarles con créditos, becas, pensiones, aportaciones directas. Las personas empleadas en la economía formal tienen derechos y sus jefes, los dueños, las dueñas de las empresas no pueden despedirles tan fácilmente; en muchos casos, admirables hombres y mujeres de negocios comprometidos con sus colaboradores tomaron dinero de sus ahorros para mantener los puestos de trabajo. Así se ha sostenido México, también con los recursos de los migrantes que no han dejado de hacer por la vida en Estados Unidos.

Cuando Europa abrió los ojos, el virus seguía ahí

La complicada situación no ha mejorado en ninguna parte del mundo. Hace dos meses, ingenuamente, los gobernantes de Europa reabrieron sus economías y, por pensar que ya habían expulsado al coronavirus, cerraron sus fronteras a países como Estados Unidos, México y Brasil. Cuando despertaron de su sueño maravilloso, el virus seguía ahí: no se había ido y ahora las naciones europeas presencian con espanto los que llaman rebrotes.

No pocos gobiernos del Viejo Continente se endeudaron rápidamente para aplicar recetas parecidas a las que sugirió el CCE en México. No funcionó y ya se están endeudando de nuevo.

Europa no sale de la parálisis porque, después de haber cerrado sus fronteras a América y Asia, ahora los países europeos se cierran entre sí, lo que complica a todos. Si Reino Unido y Alemania imponen cuarentenas imposibles a sus ciudadanos que viajen a España, por tal motivo sufren los hoteles y los restaurante españoles, pero también los operadores turísticos con sede en Londres o en Múnich, y desde luego complican la situación de las grandes aerolíneas como Lufthansa, a la que su gobierno rescató en marzo con unos 9 mil millones de euros, pero que ya necesita un nuevo rescate… y más necesitará si en el invierno continúan las restricciones a los viajeros.

Una actividad tan emblemática como el Tour de Francia, que hoy empieza, hace un par de días estuvo a punto de ser cancelado, y nadie sabe si los grandes ciclistas llegarán, en tres semanas, a París; tienen piernas para luchar contra las montañas, pero nada pueden hacer —la vacuna sigue siendo una promesa— contra el coronavirus. Si el Tour se frustra antes de la meta final, sufrirán el Giro de Italia y la Vuelta a España. ¿Importa el ciclismo en el contexto de una recesión global? A los ciclistas que podrían quedarse sin ingresos, por supuesto que les importa. Pero lo relevante es lo que significa en términos del estado de ánimo de sociedades completas:  si ni siquiera se pueden recorrer las rutas al aire libre de las vueltas de tres semanas, ¿qué es lo que sí se puede hacer?

El endeudamiento antes de tiempo

Están en problemas las economías que ya fueron rescatadas con deuda y que ahora, con menor capacidad de endeudamiento, necesitan nuevos rescates. El tiempo pone a todo el mundo en su lugar. La duración de la pandemia le ha dado la razón al presidente López Obrador. México no ha tirado sus recursos. Podrá utilizarlos racionalmente cuando haya condiciones reales de reactivación económica. Inclusive nuestro país podrá endeudarse, porque mantiene su capacidad de hacerlo, cuando valga la pena tomar una decisión de ese tipo.

Los críticos argumentan que Andrés Manuel lo ha hecho mal porque la economía cayó brutalmente y pronostican un aumento nunca visto en el número de pobres. Desde luego, lo mismo habría pasado con cualquier gobierno, y si se hubiera decidido entrar a un rápido rescate financiero de grandes proporciones, las cosas no habrían mejorado —el propio desarrollo de la pandemia lo habría impedido— y sin ayudas a los de abajo, imposibles si todo el dinero se hubiera entregado a los de arriba, estaríamos en una situación de inestabilidad social muy peligrosa; lo peor, México seguiría necesitado de más rescate, algo imposible si los recursos se hubieran agotado desde marzo.

Tenemos suerte los mexicanos

Realmente hemos tenido suerte de contar con un presidente como Andrés Manuel. Ha cometido errores y hay funcionarios que no han estado a la altura de los retos, pero su prudencia y el hecho de que su austeridad personal determine su actuación en política económica, han impedido la catástrofe.

Es lo que ha dicho el presidente López Obrador en el spot por su Segundo Informe; es lo que muchos dijimos antes porque lo escuchamos a la gente. Que tenemos el mejor presidente para la peor crisis es el diagnóstico realizado por la mayoría de la gente. Se ve en las encuestas de aprobación de Andrés Manuel, altísima a pesar de todos los pesares; se ve en los sondeos de preferencias electorales, que Morena encabeza en casi todas partes, incluido el muy derechista estado de Nuevo León.