No acostumbro publicar artículos, pero esta vez no puedo permanecer callado. Me siento obligado a expresarme públicamente por el respeto y la admiración que me merece la gente de izquierda que tanto ha luchado por la justicia sin recurrir jamás a la violencia.
Como mexicano, como regiomontano, como estudiante que fui del Tecnológico de Monterrey, como un ciudadano convencido del esfuerzo por la reconciliación y la unidad encabezado por el presidente López Obrador, como padre de familia consciente de la importancia de vivir en paz, como profesional que entiende la trascedencia de lo realizado por las personas dedicadas a las actividades empresariales, como alguien que reconoce las aportaciones sociales de Eugenio Garza Sada, no puedo estar de acuerdo con lo dicho por Pedro Salmerón, director del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones Mexicanas.
Dígase lo que diga, la palabra “valiente” tiene una connotación muy positiva. No puede, entonces, un funcionario público afirmar que los secuestradores/asesinos de don Eugenio fueron “jóvenes valientes” sin comprender que con ello manda, desde el gobierno de México, no solo un mensaje absolutamente equivocado, sino particularmente grave dado el actual contexto de violencia en el país, en el que con excesiva frecuencia nos enteramos de que el crimen organizado mata a personas a quienes ha privado de su libertad.
Para mí, como para la mayoría, es cobarde quien secuestra o asesina a otra persona. Es absurdo intentar convencer de lo contrario con argumentos semánticos que lastiman todavía más a quienes ya estaban ofendidos.
El historiador Salmerón tendrá que disculparse en lo personal. La disculpa que publicó la institución que dirige no basta. Nuestra sociedad no soporta más conflictos. No arrepentirse sinceramente, y él no lo ha hecho, será un acto de deslealtad con Andrés Manuel, quien no merece que a su proyecto de gobierno lo sabotee la insensatez de algunos de sus colaboradores.