Ser dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras
Andrés Manuel guardó un minuto de silencio el domingo por todas las víctimas del covid en México. Silencio vergonzoso que cubre tantas gracejadas dichas en las mañaneras. Consejos dados desde la máxima investidura de la nación que relajaron las medidas de precaución que debía haber tomado la población.
Si de verdad quisiera hacer un homenaje por los más de 53 mil muertos y poco más de 480 mil infectados, debería dejar de escuchar a López-Gatell y aplicar criterios más estrictos en la precaución. Imponer un omnímodo silencio a quien no cree en las pruebas ni en el cubrebocas.
A cada una de las frases jactándose sobre la pandemia, la realidad refleja lo errado de sus decires. Aquella curva ya aplanada y domada no termina de mostrar una clara inflexión.
Ante su comentario de que estaban mal las comparaciones y que debía ser sobre la población total del país, le tomaron la palabra y en la medición de muertos por millón de habitantes, esta semana México ocupa la deshonrosa primera posición a nivel mundial y el sexto mundial en número total de muertos.
López Obrador no guardó silencio al presumir que la pandemia venía como anillo al dedo, cierto fue, pues sirvió para culpar de la caída de la economía a la misma y no aceptar que venía mal desde el año pasado. Cierto que el covid agravó esta crisis.
Tampoco dice nada de otro deshonroso primer puesto: mayor porcentaje de personal del equipo de salud muerto por el covid a nivel mundial, la razón es falta de equipo adecuado.
¿De qué sirve tener los hospitales con capacidades no rebasadas si la gente se muere en mayor proporción que en otros países? Cuando se guarda un silencio hipócrita al esconder muertes por covid bajo otras definiciones como pulmonía atípica. O al no tener pruebas, no poder tipificarlas como tales aun teniendo todos los síntomas.
Hay otros silencios que guarda Andrés Manuel: vergonzoso el guardado ante el alto porcentaje de ventas directas y sin licitación en más del 90% de las compras de gobierno. Tampoco ha dicho nada ante los sobreprecios de los respiradores o los conflictos de interés entre Rocío Nahle y las empresas de sus compadres o bien, las de los familiares de Zoe Robledo.
También calla ante la deuda contraída en su sexenio y el desplome de la inversión directa bruta. Lo cual se traducirá en millones de empleos perdidos, no solo este año.
Guarda silencio sobre los terribles resultados entregados por López-Gatell, máxime cuando tuvo tres meses de anticipación para preparar al país y cinco meses después en la pandemia, su mejor estrategia es culpar a los gobernadores, a los obesos, a las refresqueras, etc. Menos a su ineptitud.
Ante la petición de los científicos y médicos de usar pruebas y tener indicadores, solo hay silencio. Podría pedirle a López-Gatell leer “la medición en salud a través de indicadores” del Dr. Juan Ramón de la Fuente e implementarlo en esta crisis sanitaria. No podrá ningunear los escritos del ex rector de la UNAM, al ser el representante de México ante la ONU, nombrado en esta 4T.
Si como dice él, su gobierno ha actuado con responsabilidad y profesionalismo y no se ha rebasado la capacidad hospitalaria, hay algo que no se está haciendo de forma correcta dados los terribles resultados.
Un minuto de silencio no es muestra de respeto cuando los resultados se miden en miles de enfermos y de muertos que pudieron evitarse. Serviría más silenciar las farsas mañaneras y sabatinas. Evitar culpar al pasado, a la comida chatarra, a la población y estructurar una estrategia simple pero estricta para que todos los mexicanos usemos el cubrebocas cuando menos.
El mutismo no silencia el dolor de miles de familias, ni la pésima gestión ante el covid. Lo realizado el domingo, es solo una vergonzosa pantomima de quien en hechos, solo muestra una afonía en las políticas públicas necesarias para gobernar.