Mauricio Fernández Garza y su familia han decidido aportar sus colecciones —las insuperables de arte y la de fósiles valiosísimos a museos a construirse en el municipio de San Pedro Garza García, Nuevo León. 

Para tener una idea la importancia de las colecciones, debe mencionarse que una sola de ellas, la de La Milarca, tiene un valor notariado de 107 millones de dólares.

No se trata de colecciones cualquiera, sino seguramente de las más importantes que hay en México en manos privadas. Juntas son dignas de estar en museos bien diseñados y construidos para que las disfrute toda la sociedad.

No es ético que tanto arte solo lo aprecie una familia y sus amistades. Y no resulta de ninguna manera deseable que las colecciones en el futuro, como ha ocurrido con otras, se vendan en el extranjero. De ahí la trascendencia de tomar la palabra a Mauricio y a sus hijos y dejar las colecciones en museos públicos.

Son tan grandes y variadas las colecciones que necesariamente deben ser exhibidas en varios museos. Incluyen, entre muchísimos otros objetos de gran valor artístico:

1.- Cuatro techos Mudéjares que tienen la categoría de Patrimonio Cultural de la Humanidad.

2.- La colección de Televisa que mandó hacer Emilio Azcárraga Milmo para difundir la imagen de Mexico en el Mundial de Futbol del 86.

3.- Diez tibores del siglo XVII de Tonalá.

4.- Cinco arcos góticos de los siglos XIII y XIV.

5.- La Vendedora de Alcatraces, de Diego Rivera, el primer autorretrato de Frida Kahlo, cuatro Tamayos, dos Orozcos, un Siqueiros, cinco Toledos, entre muchísimo más arte.

6.- Fósiles de primer nivel mundial.

7.- El cráneo de un T Rex, el cráneo de un Triceratops, un Ichtyosaurio, un Dimetrodonte y un Megalocero.

8.-  Las espadas de Hernán Cortés, de Iturbide, de Porfirio Diaz y de Ignacio Allende, entre muchas otras maravillas.

Empresario exitoso y político siempre en la oposición al PRI, debe destacarse que Mauricio cuenta con recursos acumulados por su familia en el sector privado durante generaciones —inclusive desde antes de la Revolución Mexicana.

Fernández Garza, tres veces alcalde de San Pedro Garza García —panista toda su vida, pero en alguna ocasión colaborador del izquierdista Cuauhtémoc Cárdenas, en su último periodo como presidente municipal planteó al cabildo un plan para construir juntos, la familia Fernández y el gobierno del municipio, recintos para albergar la obra artística mencionada.

Ya muy avanzado en su construcción, el nuevo presidente municipal, Miguel Treviño, decidió suspender el primero de tales museos. Lo hizo sin argumentos ni urbanísticos ni artísticos. Tampoco por razones ideológicas: lo hizo simple y sencillamente por capricho.

Una de las hijas del coleccionista, Milarca Fernández Zambrano, escribió la carta que aquí se publica al alcalde de San Pedro.

La Milarca fue durante años la casa de Mauricio y sus hijos. Ahí creció Milarca Fernández, una mujer que hoy narra lo que fue su vida entre arte y fósiles.

La carta es de interés público, pero sobre todo debe ser leída por el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, y su secretaria de Cultura, Alejandra Frausto.

Solo el gobierno federal puede evitar que termine en el extranjero la colección de Mauricio —muy superior en su valor artístico, por ejemplo, a la de Carlos Slim que está en el Museo Soumaya.

Nadie hizo nada a tiempo para evitar que las colecciones de arte y automóviles de Lorenzo Zambrano, que en paz descanse, se vendieran fuera de nuestro país en cuanto falleció el hombre que hizo crecer a Cemex.

Lic. Miguel Bernardo Treviño de Hoyos. Presidente municipal, San Pedro Garza García. Presente.-

Estimado Miguel:

Mi infancia no fue común. Crecí —literalmente— rodeada de la cultura, lo cual ha sido uno de los más grandes regalos que mis papás nos hicieron a mí y a mis hermanos.

Para mí se volvió normal jugar debajo de techos considerados con la categoría de Patrimonio Cultural de la Humanidad y esconderme detrás de fósiles de cientos de millones de años.

Viví mi infancia y parte de mi adolescencia en una casa que por sí sola me permitió conocer nuestros orígenes, los de nuestro planeta y sobre aquellos grandes artistas mexicanos como Diego Rivera, Frida Kahlo, Francisco Toledo y Sergio Hernandez.

Fue como si hubiese crecido en un museo.

Allí atestigüé a Evgeny Kissin tocar piezas en el piano. A Tania Libertad cantar canciones sobre nuestro Mexico. Escuché a Tadao Ando reconocer mi casa como un museo y pedir que se guarde como patrimonio de la ciudad.

Sin duda, una oportunidad de sumo privilegio. Una oportunidad que aprendí no puede ser guardada solo para una familia, muchos menos en un país como el nuestro.

Mis padres me hicieron el gran regalo de crecer rodeada de la cultura. La única manera en la que les puedo agradecer es haciendo lo mismo; compartiéndole esta oportunidad a todos los habitantes de nuestro municipio.

Te seré sincera. No conozco los pormenores de la construcción, ni de la asignación de los recursos ni de la constitución del patronato.

Lo que si conozco Miguel, y conozco muy bien, es que no se trata de ningún capricho.

No queremos que el municipio nos guarde estas piezas. Eso lo podemos hacer nosotros.

Me encantaría tener esas piezas en la sala de mi casa, pero eso sí, sería un capricho. Lo que queremos es compartirla contigo y con la ciudadanía. Tarea que créeme, no es fácil.

No es fácil para nosotros entregar nuestro hogar. No es fácil ver que la derrumben y con ella mis recuerdos, memorias e infancia. Allí aprendí a andar en bicicleta, allí fue mi primera serenata, allí di mis primeros pasos, allí me casé. Con ella se irán mis memorias más preciadas de todos los momentos que pasé con mi hermano Martel. Derrumbarla es despedirlo por segunda ocasión, sentir el mismo dolor del día en que murió.

¿Cuántos mexicanos han logrado colecciones similares y las han puesto a la disposición de la ciudad?

Nos sobran dedos en una mano para identificarlos.

No es ningún capricho. Para nosotros lo más sencillo es que no se haga. Nos evitamos el debate público, las descalificaciones del alcalde en turno y terminamos disfrutando esta colección en nuestra privacidad.

No nos llevamos nada como has dicho en varias ocasiones. Al contrario, venimos a aportar gran parte de nuestro patrimonio; a compartirles la misma oportunidad que yo tuve de crecer rodeados de la cultura.

Pero no podemos hacerlo solos; necesitamos del municipio.

El dinero público tiene una sola función: mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. No busca retornos, al contrario, se utiliza para subsidiar actividades que difícilmente pueden ser sustentables por sí solas pero que retribuyen de manera positiva a la ciudadanía.

En su mayoría de los casos y en naciones como la nuestra, los recursos deben dedicarse a lo apremiante como reconstrucciones, seguridad y combate a la pobreza.

La cultura, siendo un tema primordial en el desarrollo de comunidad y mejores ciudadanos suele ser relegado. No es un tema urgente. Sus beneficios son difícilmente cuantificables y de muy largo plazo. 

Al político no le es rentable invertir en la cultura. Le es más rentable hacer gimnasios y promocionar sus obras. Solo aquel que no lo motiva el éxito efímero y de corto plazo esta dispuesto a hacerlo; se requiere de visión.

Miguel, como político has sido igual de afortunado que yo con la cultura. Recibiste a un municipio quizás como ningún otro alcalde lo hizo en México: sin deuda y con dinero para disponer. El mejor escenario para invertir en la cultura.

Si hay algo que corregir, corrijámoslo, pero no prives a los ciudadanos y las próximas generaciones de esta oportunidad. Sé que compartes conmigo la importancia de la cultura y de la falta que le hace a nuestra comunidad.

Quizás igual de inusual que mi infancia es que un alcalde reciba la oportunidad de albergar un acervo cultural como el que hoy ofrecemos a nuestro municipio.

Sería aun más inusual que un alcalde lo desechara y favoreciera que se quede resguardado en casas privadas.

Te extendimos en varias ocasiones la invitación a que conozcas nuestra casa, aquella casa que queremos que sea tuya también. No la tomaste y me preocupa que por lo mismo no dimensiones la importancia de la obra y el beneficio que le traería al municipio.

No tengo duda que La Milarca será uno de los espacios públicos más importantes de la ciudad. Una obra que puedes hacer realidad y que te permite heredarle a la ciudad, a tus hijos y los de los demás sanpetrinos la oportunidad de crecer rodeados de cultura.

En situaciones como en la que nos encontramos, pudieran pensar que mi nombre me desfavorece, pero no lo es así. Ahora veo la importancia de llevarlo y el orgullo de lo que representa: la obra más importante en la vida de mis papás que generosamente han puesto a la disposición de los sanpetrinos.

Nadie me ha empujado a redactar esta carta, mi papá la lee con la misma sorpresa que tú. No me fue fácil quererla publicar, no me gusta la política y mucho menos el desgaste que conlleva, pero es mi responsabilidad defender el derecho a que todos puedan disfrutar de la cultura.  

Miguel, recuerda, si no se hace no seré yo ni mi familia quien pierda. Serán el resto de los ciudadanos, aunque esto no se trata de una competencia. Se trata de hacer el bien. De dejarle valor a San Pedro.

De todo corazón espero que juntos busquemos el cómo sí, que nos enfoquemos a lograrlo y hacerlo realidad en lugar de cerrarnos en posiciones polarizadas.

Te firmo con mucho orgullo esta carta con mi nombre porque este representa un proyecto de vida de mis papás que queremos que sea para el disfrute de todos.

Milarca Fernández Zambrano