“La esencia del hombre no implica la existencia necesaria; esto es, según el orden de la Naturaleza, lo mismo puede suceder que este o aquel hombre exista como que no exista”

Baruch Spinoza

El uso indiscriminado de la tecnología sin reflexión nos ha traído a una nueva Edad Media donde ni siquiera la vieja metafísica puede servir de consuelo. Se trata de un mundo sumido en la catarsis de las imágenes, que ha soslayado a la multiplicidad de información que circula por las redes sólo por abulia. Un macabro retorno a un mundo donde las personas “suponen que todas las cosas naturales obran como ellas mismas, por un fin”. Frente al reto que como destino trágico nos impone la naturaleza, la masa y sus gobernantes anteponen el prejuicio moral significado en el bien y el mal, en el mérito y el pecado, en la alabanza y el vituperio, en el orden y la confusión, y en la belleza y la fealdad.

Nuestra ignorancia congénita sobre las causas de las cosas, que muestra al universo como hecho amasado o creado en una ley, mediante la cual estas cosas buscan su propia utilidad desde la directriz que dicta ese mago magnánimo llamado Dios, no se abandona por el miedo constante al conocimiento: el aprender la realidad tal cual, es amoral. Contrario sensu, se insiste en no comer la manzana del árbol de la ciencia a fin de no romper el mandato del amigo imaginario del pastor, que va en busca de Canaán, la tierra prometida deseada por el niño que se ha negado a crecer como en novela de Günter Grass. Por fortuna, siempre aparece una Eva libertaria, la Ciencia: Precisamente, de la mujer aprende el hombre a gustar el árbol del conocimiento, Nietzsche.

Esta primera y auténtica Pandemia en la historia de la humanidad, nos obliga, como comunidad global (Cosmopolita) de ciudadanos libres a desterrar el prejuicio por el cual “las personas nunca anhelan saber las causas finales de las cosas que llevan a cabo”. No hay rectores o rector alguno sobre la Naturaleza, seguir creyendo en ello no es más que dar continuidad a un prejuicio que se ha venido transformando con el tiempo en la más vil de las supersticiones: la doctrina de las finalidades que “trastrueca totalmente a la realidad de la naturaleza”.

Por más que el conocimiento acumulado en bibliotecas, archivos, hemerotecas, filmotecas, centros de documentación y hoy internet nos muestre al Universo con diáfana presteza; gobernantes y gobernados se empecinan en seguir confundiendo causas con efectos. Entonces, la lucha por reducir a la ignorancia obliga al ataque en dos flancos, el de la élite ignorante que gobierna y el de la masa ignorante que es gobernada. Ahí, es claro que la Democracia ha muerto frente a la Demagogia de la gestión pública que ha aniquilado a la Política despojándola de su virtud más preciada, la Voluntad de Poder. Defender a la Democracia hoy, frente a la estupidez del neoliberalismo y el populismo, significa recuperar su sentido Cívico, a la célula fundamental de ella: el Ciudadano con Voluntad de Poder. Él, ella o elum, como sujeto con cualidades políticas (el ser político que asume que la dignidad es la única cualidad vital del homo sapiens) ha de fijar como meta prioritaria, desterrar toda forma de asilo de la ignorancia a fin de que los mundos de la imaginación y el entendimiento no se confundan. Imaginar la belleza ordenada de la ficción y entender el desorden natural de la realidad que siempre será adversa. Es vital desterrar el prejuicio histórico que demanda a un orden universal forjado en la mente del Mago inteligente que diseña al reloj perfecto en que vivimos (la preferencia en el orden sobre la confusión, el prejuicio de juzgar a los hechos de la naturaleza como buenos o malos, “sanos o pútridos, según se ven afectados por ella”) por el reconocimiento y la convicción de que somos una simple parte de ese todo caótico que no podemos componer porque nuestro tiempo y nuestro espacio nada significan en el tiempo y el espacio universal.

El Homo Sapiens no es social por gusto o por amor, lo es por necesidad y es esta la causa creadora de la libertad humana que es el arma vital con la que se enfrenta a la realidad hostil. Cooperar, un quehacer común, conjugación de esfuerzos cuyo fin es forjar la Libertad y desde ella hacer posible la existencia humana en su Dignidad extrínseca. La realidad es un todo que se nos aparece; una experiencia fenoménica, desordenada, caótica, imperfecta a la que llegamos sólo parcialmente pues nos rebasa gracias a la ausencia de una Voluntad Creadora.

Slavoj Žižek y Byung-Chul Han debaten en un plano equivocado, el mantenimiento o el desmantelamiento del “orden mundial” actual, el nacimiento de una nueva hegemonía autoritaria desde Oriente que ve al mundo desde el confucianismo o el renacimiento de un comunismo desligado de su vileza soviética como producto de la muerte del Capitalismo. La dialéctica contenida en sus argumentaciones soslaya a la realidad humana; esta crisis mundial civilizatoria causada por un simple y microscópico Virus nos ha desnudado, somos Sapiens pero aún nos falta mucho para ser Sapiens Sapiens y eternidades para ser Homo Sapiens Summus. Ni nueva hegemonía ni renacimiento comunista, de locas Utopías la playa está llena de granos de arena. Caminamos aceleradamente hacia la Depresión económica mundial en la incertidumbre de cómo enfrentar al Coronavirus con eficacia, los Líderes mundiales (“políticos”) sólo piensan en resguardar su imagen ante el trance y la masa medieval reza o minimiza la tragedia. No vale hacer pronóstico alguno, sino ver lo de hoy, lo que pasa en las calles, el hipercrecimiento de las divisiones culturales y humanas, en donde como nunca el Conocimiento es el gran instrumento de la Voluntad de Poder.