¡Qué buenos cuates! Con esa expresión, o una muy parecida (no soy traductor y ni siquiera hablo inglés), empieza en el Financial Times la nota de Ron Buchanan sobre el informe (gracias a dios, el último) de Felipe Calderón.
¿Quiénes son los grandes amigos? Pues Calderón y Enrique Peña Nieto, es decir, el que se va y el que llega.
Al periodista del diario británico le llamó la atención que Calderón y Peña Nieto se pasaran el lunes, día del informe, apapachándose el uno al otro. Y es que primero el priista felicitó al panista, en Twitter, por los logros de su administración, y después el político que se despide pidió apoyar al presidente entrante.
Según el señor Buchanan, “tradicionalmente” en México los presidentes saliente y electo han reñido entre sí, con serias consecuencias como las crisis de 1981-82 y 1994-95. Ni siquiera se llevaron bien Calderón y su predecesor, Vicente Fox, a pesar de ser del mismo partido, el PAN.
Sorprende, entonces, que un político panista como Calderón, al que le daban asco los priistas (a los que muchas veces ni siquiera quiso saludar de mano), se vea tan contento de entregar el poder a Enrique Peña Nieto, un hombre formado en la cultura del PRI.
¿Sorprende? Ni tanto. Como se lee en el FT, “en términos de política económica, los tecnócratas de los últimos gobiernos de ambos partidos parecen ser indistinguibles”.
Es verdad, no hay diferencias técnicas ni ideológicas entre el primer secretario de Hacienda de Calderón, el señor Agustín Carstens, reconocido como uno de los mejores economistas del mundo, y Luis Videgaray, especialista en teoría y política económicas que quizá manejará las finanzas nacionales desde tal secretaría o desde una oficina en Los Pinos.
Eso garantiza una tersa transición, lo que representa el mejor escenario para los inversionistas… ¿La garantiza? Sí, aunque, como concluye el diario británico, a Andrés Manuel López Obrador nunca se le puede descartar.
Si la desobediencia civil que ya ha anunciado Andrés Manuel no provoca mayores problemas, Calderón entregará en santa paz el poder a Peña Nieto, algo que será muy apreciado por los líderes de los sectores productivos de México y de otras naciones.
Pero si las movilizaciones encabezadas por López Obrador, que empezarán (tarde, en mi opinión) el próximo domingo, se transforman en algo más que marchas multitudinarias que complicarán la circulación de vehículos en la Ciudad de México, habrá que estar preparados para todo.
Hoy, en su columna de Milenio, Joaquín López-Dóriga dice que ha sido una simple pompa de jabón el estallido del que hablaba la izquierda si el Tribunal Electoral entregaba a Peña Nieto la constancia de presidente electo.
Ojalá la rebelión de la que todavía algunos hablan quede en eso: en inofensivas burbujas que aparecerán de vez en cuando, cada día con menor intensidad hasta desaparecer.
Y es que, la verdad sea dicha, México necesita un cambio de gobierno tan ordenado como tranquilo para lograr que la economía crezca lo que se necesita para salir de apuros.