El próximo 1º de diciembre llegará nuevamente la alternancia en la Presidencia de la República y con ello la promesa, y el compromiso de una Transición Democrática en paz llamada “Cuarta Transformación”, la cual, lleva como banderas el respeto entre los poderes de la unión, la lucha contra la corrupción, la impunidad, la prepotencia, el influyentísimo, la deshonestidad y la ineficiencia en el servicio público. Lo anterior, encaminado a construir un gobierno democrático con amplio respeto en los derechos y libertades, cercano a los ciudadanos, plural, ético, moral, justo y amoroso.
Ante esta nueva etapa que vivirá nuestro país, la historia nos invita a recordar pasajes del ejercicio del poder público y político para que no se vuelvan a cometer errores en la forma de gobernar, es por ello, que la administración electa tendrá frente a ellos un gran reto: garantizar la División de Poderes, en otras palabras, que los pesos y contrapesos institucionales, sociales, y políticos tengan independencia en su actuar, para lograr una gobernabilidad eficiente y estable con plenos controles para evitar excesos del Presidente de la República y de los servidores públicos a su cargo.
Lo anterior, no es menor ya que obedece al pasado hiperpresidencialista que gobernó durante 70 años nuestro país y que contaba con mayorías absolutas en el Poder Legislativo; controlaba al Poder Judicial, a los gobiernos estatales y municipales, a los sectores obrero, campesino, popular, magisterial, es decir, a toda la estructura gubernamental, social, sindical y política del país, éstas desproporciones en la actuación del poder llevaron al repudio generalizado y al descontento social, lo que ocasionó fracturas políticas, sociales y económicas que llevaría a un desgaste en la relación entre ciudadanos, partidos políticos y gobierno.
Fue por ello, que durante décadas la sociedad y las minorías políticas lucharon para construir e instaurar un sistema funcional, eficiente y eficaz de pesos, y contrapesos acordes al Sistema Federalista y a la División de Poderes, debido al poder ilimitado que ejerció el PRI como Partido Único y el Presidente de la República a través de las facultades meta-constitucionales.
En este sentido, se logró instaurar la pluralidad política en los órganos legislativos y la alternancia en el gobierno federal, en la mayoría de las gubernaturas y en algunos municipios clave del país, aunque cabe señalar, que las tentaciones del poder enquistaron en esta nueva reconfiguración política casos de corrupción e inseguridad que ensombrecieron la lucha democrática que la oposición encausó, ya que, al pasar a ser gobierno, cometieron conductas que prometieron a los ciudadanos no se repetirían.
Por ello, es fundamental para la gobernabilidad y gobernanza de México que la “Cuarta Transformación” de certeza jurídica, institucional, política y social en el funcionamiento de los pesos, contrapesos e independencia entre los Poderes de la Unión, los Órganos Autónomos, los sectores políticos, sociales y sindicales, ya que, estos, deben ser un equilibrio responsable en el desempeño del Presidente de la República y su Gabinete.
Es entonces, que a partir del 1º de diciembre el nuevo Gobierno Federal deberá no sólo cumplir sus promesas y compromisos de campaña a los más de 30 millones de ciudadanos que votaron por la alternancia en la forma de gobernar, sino, también a los más de 123 millones de mexicanos y mexicanas.
En conclusión, es necesario que el próximo Presidente del República y su Gabinete:
Garanticen el equilibrio e independencia entre los poderes, además, de no influir en decisiones políticas y electorales.
Tengan en cuenta que un gobierno es más democrático y más eficaz cuantos más límites se imponen al titular del Ejecutivo independientemente de lo que ocurra con el resto de los poderes.[1]
Consoliden la democratización en el ejercicio del poder público y político, cuidando sobre todo, que no se centralicen y condicionen las decisiones de interés público, ni se invadan esferas de competencia.
Impulsen mecanismos para garantizar un sistema democrático con pluralidad política, competitividad electoral y respeto de las atribuciones de las entidades federativas, municipios y alcaldías, ya que esto abona al desarrollo de una República Federalista, tal y como lo dispone nuestra Carta Magna.
Eviten el regreso de un partido único donde el presidente todo podía, todo sabía y, principalmente, todo imponía[2], ya que esto, sería reeditar ciertas prácticas autoritarias del viejo presidencialismo y retrasar o detener el joven proceso de transición democrática que vive la sociedad mexicana[3].
Promuevan el diálogo, la negociación, el intercambio de ideas, el respeto de las minorías políticas y sociales, y eviten las imposiciones para construir niveles razonables de gobernabilidad democrática.
Es así, que los argumentos y razonamientos esgrimidos invitan a la reflexión para quiénes administrarán, gobernarán y serán oposición a partir de diciembre, dado que los excesos del poder han marcado nuestra historia pública y política, por lo que, el sentir de la sociedad mexicana es que no se repita nuevamente actos de autoritarismo que tienen como origen al llamado hiperpresidencialismo.
[1] Ma. Amparo Casar, https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/6/2748/24.pdf
[2] https://www.derecho.unam.mx/direccioneditorial/assets/ej_33_serrano_migallon.pdf
[3] ibídem