No son Hipócrates, son hipócritas. A sus columnas no las mueve la preocupación médica sino el golpeteo, la campaña negativa. ¿Qué une a Raymundo Riva Palacio, Pablo Hiriart y Francisco Garfias? Rentar su pluma, su firma, para introducir en el proceso electoral la descalificación de Andrés Manuel López Obrador por cuestiones de “salud”. Cito de nuevo a Adolfo López Mateos: “La prensa no se vende, se alquila”.

Esta semana los promotores de la campaña negativa en contra de Andrés Manuel han alquilado a Riva Palacio, Hiriart y Garfias. Ni casualidad ni coincidencia: orquestación. Una campaña regularmente orquestada para disminuir a López Obrador de cara al debate del domingo porque, en las conclusiones empresariales, si no se disminuye a AMLO en este debate, ya nada lo puede bajar.

Escribió Garfias:

 “Hay, también, rumores que ‘hace un mes’ estuvo hospitalizado; que consume antisicóticos, que no sigue las indicaciones de los médicos que vigilan su corazón, que vive en el estrés, que no lleva la dieta adecuada, que no descansa, que tiene 65 años, pero se ve más viejo.”

Escribió Riva Palacio:

 “El tema de la salud de López Obrador es relevante ante la fuerte posibilidad de que sea presidente de México. Su salud no es óptima, sobre todo después de que fuera intervenido de emergencia por un infarto en diciembre de 2013, que lo tuvo prácticamente muerto sobre la plancha del quirófano. A los políticos en general no les gusta revelar su estado de salud, y López Obrador está muy lejos de ser la excepción… Los problemas en su columna vertebral son dolorosos y pueden llegarlo a tener incapacitado por algunos días…”

Escribió Hiriart:

 “En estos días se ha comentado –aunque él lo negó–, que el candidato presidencial habría tenido desvanecimientos que, según el cardiólogo que dio la información, se llama ‘lipotimia por falla cardiaca’.

“Lipotimia es pérdida de conocimiento por deficiente riego sanguíneo.

 “Este último tema es una incógnita, y debería despejarse con toda claridad. Lo que es irrefutable es su daño a la columna atendido por uno de los principales neurólogos del mundo.

 “Independientemente de las diferencias ideológicas, hay que preguntarse si puede gobernar al país una persona con ese estado de salud.”

En política no hay coincidencias, en “editorialismo” o columnismo, tampoco.

Escribí hace unos días: “La ‘inestabilidad’ llamada AMLO es lo que predominará en el predebate: su ‘salud’ en entredicho y la incertidumbre que provoca en empresarios y mercados”. En efecto, Riva Palacio, Hiriart y Garfias han hecho el trabajo sucio del predebate para que la salud de López Obrador sea tema de debate en el debate.

Por lo demás, el problema de la columna de Andrés Manuel no es problema político. Cito el libro de David Owen En el poder y en la enfermedad de la editorial Siruela:

“La descalificación automática no es justificable. Hay pocas dudas en cuanto a que hacer frente a la enfermedad puede cambiar la personalidad de un individuo, pero a veces puede ser para mejor. Se cita la polio de Franklin Roosevelt como ejemplo de una enfermedad que hace al hombre. La enfermedad de Addison del presidente Kennedy muestra por qué no debemos juzgar una dolencia concreta como una descalificación para un alto cargo. Repetidas veces en este libro he subrayado que los líderes políticos han dominado los efectos de su enfermedad, han disciplinado y han gobernado sabiamente a pesar de ella… Tal vez las enormes responsabilidades por el bienestar de los demás los hicieran salir de sus propios problemas”.

Y remata Owen: “Algunos dirigentes mantuvieron sus dolencias en secreto durante años” (pp. 440 y 441).

Pues Andrés Manuel López Obrador ha sido muy transparente sobre su intervención quirúrgica y en su dolencias de columna vertebral. Descalificarlo en automático es parte de la canalla editorial. Así es que Raymundo, Pancho y Pablo, ya bájenle.