Como era de esperarse, la liberación del precio de la gasolina generó irritación entre la población. Durante la semana se presentaron todo tipo de protestas, desde autos pintados con la leyenda “no al gasolinazo”, hasta saqueos en tiendas departamentales, los cuales se presume han sido orquestados para generar miedo e inhibir la genuina participación ciudadana.

En este contexto el presidente Peña Nieto, convocó a los medios para informar que el ex Secretario de Hacienda, Luis Videgaray, principal responsable del fracaso económico en el país, quedaría al frente de la Secretaría de Relaciones Exteriores, sin ninguna duda, esta designación es una muestra de sumisión y flaqueza ante el poderoso gobierno de Estados Unidos, que esta misma semana “convenció” a la automotriz Ford de cancelar una inversión de 1,600 millones de dólares que tenía proyectada en San Luis Potosí.

En el mismo acto, el primer mandatario de forma patética justificó el incremento en el precio de la gasolina como una medida necesaria, con extraordinaria insensibilidad apeló a la comprensión de la sociedad, que se supone está cansada de los abusos y agravios de sus gobernantes, pero que ha hecho de la resignación su pasatiempo favorito.

Por la afectación directa que tiene en las finanzas personales, ¿podrá el gasolinazo convertirse en el revulsivo que la población necesita? ¿En qué sentido se canalizará el hartazgo? En la próxima elección presidencial, ¿habrá voto de castigo para que todo siga igual? Finalmente, la llamada izquierda ¿llegará al poder?, son muchas las preguntas que en este momento no tienen respuesta, demasiada incertidumbre. La única certeza es la desgracia y miseria en la que estamos inmersos.