"Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie". No, no es la cita de ningún exdirigente del PRD ?aunque lo parezca?, sino una de aquellas frases que se inmortalizan en la literatura por su claridad para explicar la naturaleza humana y la de las instituciones políticas. La cita es de ?El gatopardo? de Giuseppe di Lampedusa, máxima que ha servido para retratar el esfuerzo de cualquier élite, en cualquier tiempo, por simular el cambio, por aparentar la transformación, por fingir una renovación que nunca sucede en los hechos, y que así, sólo así, logra que nada cambie, logra que todo siga igual?

Dentro del PRD las últimas dirigencias lampedusianas (o chuchistas) se habían dedicado a aparentar la reformulación de un partido que, en la práctica, no sólo no cambiaba sino que cada vez se confundía más con sus adversarios. Para muchos, el PRD se había resignado a administrar sus derrotas, a conservar sus nichos electorales y a pactar en aquellos estados y municipios donde no tuviera aspiración de gobierno. Así se entiende que en los últimos años el PRD tuviese elecciones ininterrumpidas para renovar su dirigencia, pero nunca un cambio de fondo en la línea política. Cada vez con mayor institucionalidad, sí, pero también, cada vez más lejano de la militancia y de la ciudadanía.

El surgimiento de MORENA, la renuncia de figuras emblemáticas del partido, el caso Ayotzinapa y la pérdida de posiciones de gobierno en 2015[1], fueron una sacudida a la inercia que mantenía el partido. De forma que, el hasta entonces presidente del Comité Ejecutivo Nacional, Carlos Navarrete, decidió poner a disposición del Consejo Nacional no sólo su cargo, sino el de toda la dirigencia para que ?esta vez sí, en serio?el partido se renovara. Una acción sin precedentes, que podría pasar por heroica sino fuera porque, como presidente del partido, Navarrete fue uno de los principales responsables de la crisis del PRD.

Navarrete dio continuidad a la línea política de siempre: excluyó de las negociaciones a importantes líderes (opositores) del partido, no supo comunicar ni priorizar el esclarecimiento de la responsabilidad del PRD en el caso Ayotzinapa, fue incapaz de mantener la cohesión de la militancia, no se preocupó por formar nuevos cuadros ni generar alianzas estratégicas con la sociedad, no quiso realizar una evaluación crítica al Pacto por México y quizás, lo peor de todo, careció del liderazgo para sobreponerse al clima de adversidad que azarosamente le tocó. Pero es en las crisis cuando se demuestran los verdaderos liderazgos, y Navarrete no lo demostró.

Hoy el PRD tiene frente de sí una nueva oportunidad ?quizá la última? de renovarse o morir. Así al menos lo identifican diversas figuras emblemáticas como el senador Miguel Barbosa, Pablo Gómez e Ifigenia Martínez. El reto del PRD es extremadamente complicado, y claramente la solución no se encuentra en las manos de una sola persona o de un caudillo. No obstante, se debe reconocer que el nuevo dirigente del partido, será una pieza fundamental en este proceso de renovación, tanto para renovar las prácticas, propuestas y estrategias, como para definir si la política de alianzas priorizará el diálogo y el acercamiento con las demás fuerzas de izquierda, o el encono y la confrontación hacia las mismas.

Hoy, todo mundo levanta la mano. Hay quienes adelantan que podría ser un intelectual y tiran nombres al aire, sin respondernos ¿qué intelectual tendría el interés de rescatar al PRD?, ¿o qué intelectual sería capaz de poner en orden a las tribus, y priorizar el programa frente a la repartición de espacios? Hay quienes, como Alonso Raya (coordinador de los diputados), no levantan la mano pero tampoco se descartan, aun cuando sean ?más de lo mismo?. Hay quienes le apuestan al cambio generacional, pero no al cambio de la línea política, pues se desviven en elogios al Pacto, a Nueva Izquierda y a las reformas estructurales, como Julio Cesar Moreno. Los hay también preparados, con intachable formación y trayectoria legislativa. Pero de corto temperamento, e incapaces de construir puentes de diálogo con las demás fuerzas de izquierda, como Fernando Belaunzarán. O que tuvieron la oportunidad de rescatar al partido, y no se atrevieron a asumir el reto de ser candidatos, como Armando Ríos Piter.

No son los únicos candidatos, pero al menos los que se han autodestapado hasta el momento. ¿Será que son los únicos perfiles?, ¿habrá alguna propuesta que genere mayor consenso? La respuesta está por verse. Lo que es claro es que el PRD requiere un cambio generacional ¡ya!, y un liderazgo que esté dispuesto a apostarle a una verdadera renovación, ya no más al gatopardismo?

[1] Si bien el PRD aumentó en el 2015 su número total de votos a 4,335,735 respecto de los 4,217,985 obtenidos en el 2009, redujo así mismo el número total de diputados en su bancada, de 63 en el 2009 a 55 en la legislatura entrante. Curiosamente, los estados en los que más se perdió votación fueron estados gobernados en algún momento por el PRD: Distrito Federal, Zacatecas y Chiapas.

Ver: ?Resolutivo del quinto pleno extraordinario del IX Consejo Nacional relativo a la presentación del informe electoral 2015? http://ixconsejonacional.prd.org.mx/documentos/informe_electoral.pdf