Una frase bien arraigada en el popular hidalguense revela la situación de competencia política que vive dicha entidad: “Basta que el PRI coloque un saco y corbata, así sea a un maniquí, para poder hacerlo gobernador con la mano en la cintura”. Más allá de que cada elección esta creencia popular se reafirme cual teorema, en esta ocasión podría ser refutada.

Porque la competencia fue más reñida de lo que se esperaba dentro de las esferas priístas, debido a los intereses que apadrinaron a cada precandidato a la gubernatura.

Las aspiraciones de Fernando Moctezuma, delfín del actual gobernador Francisco Olvera Ruiz, se desinflaron rápido debido al inusual poco peso político de su padrino. Carolina Viggiano también vio frustradas sus aspiraciones en la primera ronda, donde mucho tuvo que ver el escenario familiar que le envolvió, con su cuñado preso en España.

 David Penchyna parecía ser uno de los contendientes que llegarían sin mayor problema a la final debido a los círculos donde se movía y a un aparente apoyo ‘presidencial’. Sin embargo, el senador se refugió en un apadrinamiento que tampoco decide por sí mismo.

 Fue así como en la terna final Nuvia Mayorga recibió el apoyo del Secretario de Gobernación Miguel Osorio Chong para hacerse de la candidatura ‘de unidad’, con la finalidad de impulsar su proyecto personal hacia Los Pinos. A pesar del triste capítulo vivido por Omar Fayad con su propuesta de Ley para regular las redes sociales, su propio peso le permitió acceder a las instancias finales sin apadrinamiento alguno, pues lleva años que su relación con Jesús Murillo Karam ha dejado de ser subordinada. Por su parte, José Antonio Rojo, aprendiendo lecciones anteriores, no dio su mano a torcer para vender sus aspiraciones a pesar de que su única ‘carta’ era la del ‘derecho familiar’.

 El juego de poderes llegó a su clímax cuando los aspirantes descartados tuvieron que declinar a favor de un de los finalistas.

 Porque Penchyna, por motivos que sólo él conoce, mostró su predilección a favor de José Antonio (tal vez por la promesa de encabezar la CFE), al igual que lo hizo Fernando Moctezuma –éste movido por instrucciones de Francisco Olvera-.

 Pero Osorio Chong, sabiendo que de ‘regresar’ la familia real a Plaza Juárez vería frustrado su proyecto, y observando que la única carta de presentación que tenía Mayorga era la de su padrinazgo, cual estratega, observó como salida menos dolorosa cambiar de opinión para favorecer a Fayad a la candidatura, pues de esta forma evitaría un panorama ensombrecido con Rojo, a la vez que podría ‘cobrar’ su apoyo más adelante a Omar; fue en este marco que se designó al tristemente célebre impulsor de la #LeyFayad.

 En el priísmo observan los comicios como un ejercicio ‘democrático’ ya ganado debido a los operadores que tienen infiltrados en los demás partidos, una estrategia que les permitiría retener la gubernatura en Hidalgo sin mayor problema.

Sin embargo, omiten un escenario que ha permitido las transiciones en las demás entidades federativas y que refiere una ruptura interna. Porque si el PRI es una institución hegemónica, es debido a las estructuras con las que cuenta. Si José Antonio decidiera ir por la vía libre, complicaría la elección que Fayad ya ve ganada, recibiendo apoyo de diversos grupos que no se encuentran conformes con las decisiones de Osorio Chong, incluyendo al actual gobernador de la entidad. Bajo dichas circunstancias, todo puede pasar.

 Sea cual fuere el escenario que se plantee en adelante, una cosa es segura: independientemente de los grupos ganadores, son los hidalguenses quienes pierden.