Cunde el pánico en Los Pinos y en una parte del sector dirigente de la cúpula empresarial. A Andrés Manuel López Obrador no lo han podido parar. No solo eso, sino que el candidato del sistema y del régimen, José Antonio Meade va en franco retroceso en las preferencias electorales. Las encuestas indican que más que crecer, sus porcentajes bajan. Y, la verdad, no se trata estrictamente de Meade como persona, sino de la representación de un sistema que repudia la gente. Eso no lo entiende ni la cúpula tecnócrata del PRI y el gobierno de Peña, ni parte de la dirigencia empresarial que ha sido privilegiada por el funcionamiento de un modelo económico injusto e inequitativo.

Ya salió Carlos Slim a defender sus intereses millonarios en la construcción del nuevo aeropuerto; también Juan Pablo Castañón, Presidente del Consejo Coordinador Empresarial, diciendo que se suspende el debate sobre la viabilidad del aeropuerto y argumentando que no tiene caso realizarlo porque López Obrador no cambia su postura “intolerante”. La pregunta es quién es más intolerante, AMLO que ofrece argumentos del por qué no debe construirse donde Peña Nieto lo plantea, o el dirigente empresarial que pone como condición realizar un “debate” siempre y cuando López Obrador esté de acuerdo con sus puntos de vista respecto a esta obra. Se puede estar de acuerdo o no con la postura de López Obrador, pero suspender un encuentro argumentando que uno de los invitados tiene una visión contraria es sencillamente dictatorial.

Queda claro, que la cúpula empresarial pretende descalificar a AMLO en un contexto donde la desesperación y el pánico los obliga a manifestarse a favor de quienes los han favorecido por encima de los derechos de millones de mexicanos, que se sienten agraviados por un grupo empresarial y político que detenta impunemente el poder y se reparte a modo el presupuesto de los mexicanos. Esa es la percepción y el sentimiento de los que ahora siguen a López Obrador. No hay necesidad de preguntárselo, lo dicen a grito abierto.

Por supuesto que es fundamental el debate, pero sobre todo la defensa de los puntos de vista, porque de eso se trata. Es decir, estamos hablando, en el caso del nuevo aeropuerto, de una obra para el desarrollo y en eso todo mundo está de acuerdo. Pero la pregunta central es qué tanto le importa, o qué tanto influye, en los millones de pobres y en las clases medias que apoyan a López Obrador, un tema que no sólo no consideran prioritario, sino que tienen la seguridad que se trata de otro “robadero” más del gobierno en el que participan los grandes y conocidos empresarios del país.

Con la publicación de las más recientes encuestas y los resultados de aquellas que Los Pinos manda a hacer, y a estas alturas de la campaña presidencial, ya analizan el cómo derrotar a AMLO. Hay corrientes en el PRI que le exigen al Presidente Peña dejar fluir el proceso y que verdaderamente se respete la voluntad de la gente. Que si se equivocó de candidato entonces que asuma las consecuencias pero que no arrastre al país a la violencia; que si sus reformas “estructurales”, de entrada, atentan contra el bolsillo de la mayoría de los mexicanos entonces que aguante vara; que si la irritación y el encabronamiento de la gente tiene ahí su origen, y no en el discurso de AMLO, entonces que no se engañe y no trate de ir a contrapelo de la historia y del destino que reclaman los mexicanos.

Esto también explica el por qué en los Estados del país, abierta o soterradamente, dirigentes y militantes del PRI trabajan a favor de los candidatos de MORENA y del propio López Obrador. Están convencidos que Meade tampoco es el candidato de las bases priistas, sino de la cúpula tecnócrata que se apoderó de su partido y se alió con la voracidad de los grandes empresarios, al permitirles pagar salarios de hambre, exentarlos de impuestos, crearles paraísos fiscales, participar en “estafas maestras” y repartirles licitaciones donde los “moches” están a la orden del día. Y aquí no entra José Antonio Meade como persona, como lo quieren vender, sino justamente porque representa un modelo económico y de gobierno, agotado y en franca crisis. Muchos de  estos priistas igualmente han manifestado que tampoco darán el llamado voto ”útil” a Ricardo Anaya, bajo la idea de que representa lo mismo, como ya lo demostraron los regímenes de Vicente Fox y Felipe Calderón.

Por supuesto, es difícil pensar que Carlos Salinas y EPN dejen que la gente decida. Su modelo ha sido más letal que el de Echeverría y López Portillo, porque ha generado millones de pobres y miles y miles de muertes al permitir el crecimiento desmesurado de la violencia y el narcotráfico. Pero a ellos, a los tecnócratas, a los empresarios, a la clase política en general, les ha ido muy bien. Por eso no entienden. Si López Portillo dijo que defendería al peso como un perro, ahora la cúpula de nuevo amenaza con “defender” a su México (no el de la gente), a su modelo, tope en lo que tope, a pesar de que, ellos lo saben, pueden provocar una guerra civil si se aferran a escoger el camino del fraude electoral.  ¿Intentarán a toda costa hacer ganar a su candidato o dejarán a la gente decidir el destino del país? Ojalá no les gane el pánico.