Militancias aparte, Paco Ignacio Taibo II es un buen escritor mexicano, muy leído por los jóvenes. Recordemos que su padre, Paco Ignacio Taibo I, oteó la psiquis mexicana desde la atalaya de la historia, el cine, la gastronomía y el gusto por las tradiciones de México. Sería difícil enterarse de la vida detrás de cámaras y frente a ellas de El Indio Fernández y María Félix, sin los ensayos biográficos que les dedicó el padre de PITII. Ningún chilango o regiomontano volverá a comer mole poblano de la misma manera desde el día en que se atreva a leer el libro que PITI le dedicó a la reina de las salsas, a base de chiles y especies. Entenderá que el mole es un milagro culinario. Palabra de macho, como decían antes los homofóbicos, comenzando por José Alfredo Jiménez.
En algún estante de mi biblioteca, debo tener aún guardado el libro: Todo Belascoarán. La serie completa de Héctor Belascorán Shayne, publicado en 2010. Es la recopilación de las novelas policiacas que PITII (cuyos orígenes se remontan al sindicalismo libertario), le dedicó a este heterodoxo defensor de la justicia, personaje por demás lépero, vulgar, desmadroso y muy divertido, dentro de su tónica tan negra como las Coca Colas que toma enfermizamente. PITII comenzó a escribirlas desde muy joven y se le nota: son un relajo literario que muchas veces se le salen de las manos. No importa: el fin es divertir al respetable mediante un infalible olfato para contar como Dios manda (aunque PITII es ateo).
Cuando estudié la Maestría en Letras, en la UNAM, mis compañeros de clase preferían leer las novelas policiacas de PITII que La Celestina, hábito equivocado porque no hay otra obra tan provocadora, cachonda y rebelde, que La Celestina. Las novelas policiacas de Taibo en cambio, son más cómic que literatura (y contra la opinión de ciertos académicos, los comic no son un género literario). Lo de menos en las novelas policiacas de Taibo es revelar quién mató a quién. Siempre serán los de arriba, la mafia del poder, contra los de abajo, el pueblo llano.
El Taibo historiador está por encima del Taibo novelista. En este campo cuenta con títulos muy afortunados. Pero cabe una advertencia: Pancho Villa. Una biografía narrativa, se deja leer antes como novela amena, que como libro de historia. Quien busque precisión en la biografía del Centauro del Norte, mejor le valdría leer los dos tomos del puntilloso historiador austriaco Friedrich Katz. El Pancho Villa de PITII es la narración a trotes cortos, de un aventurero matón pero con un agudo instinto social que lo reivindica en el panteón de la historia patria. Sus méritos son muy distintos a los de las memorias ficticias de aquel Pancho Villa delicioso que escribió don Martín Luis Guzmán. Mientras que Taibo es un efectista y efectivo divulgador de la historia desde la perspectiva de un intelectual de izquierda, Guzmán es uno de nuestros novelistas natos, de garra y de tremenda fuerza descriptiva. ¿Cuál libro prefiero entre los de Guzmán, Katz o Taibo, y los muchos publicados sobre Villa que ya son un subgénero literario? Los tres son notables, pero me inclino en buena medida por el de Guzmán, dueño de una envidiable prosa que atrapa a cualquier lector, de cualquier época. El viejo sabía escribir como un excepcional mago de las letras.
Últimamente me enfrasqué en la lectura de Patria (2017), que curiosamente, por puros motivos de marketing, PITII (o la editorial, no se) dividió en tres tomos. Patria es el best seller no de un artista de la lengua, sino de un gran divulgador con un ojo al gato de la historia de la Reforma, y otro ojo al garabato de su público. Añado otro apelativo al de divulgador: el de propagandista. Taibo nunca niega la cruz de su parroquia: la propaganda de izquierda. Y así como mi tocayo el torero Eloy Cavazos toreaba al mismo tiempo al toro y al público, Taibo torea a su ideología y a su público. Incluso casi diría que a veces, escribe solamente para que su público cautivo, sus fans, sus camaradas, sus feligreses, lo quieran más. Y para ganarse legítimamente sus ingresos que, en buena lid, son altos y lo han vuelto un hombre pudiente.
Taibo suele mentarle la madre al imperialismo, a los burgueses, a las transnacionales, a los patrones, a sus enemigos, y a Alfonso Romo. Ya casi hemos olvidado que en 1998, mentar madres a diestra y siniestra le impidió ser titular de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México, pese a armar él solito un programa cultural progresista. Pero parece ser que irse de boca es su defecto de fábrica del que la vejez no lo curará, y del cual, por cierto, se siente completamente orgulloso. No le sienta bien la cachucha de burócrata. Cuando cree que sus tropas (integradas solo por él), toman al fin el Palacio de Invierno, se sale por la ventana. Por su pluma (tanto como por su lengua), se ha ganado a pulso un ejercito de jóvenes seguidores. Por su lengua (tanto como por su pluma), se ha ganado varias descalabros. Con todo, será finalmente director del Fondo de Cultura Económica. Palo dado ni AMLO lo quita. Así que pasemos a otro tema.