Desde los inicios del gobierno de López Obrador, uno de los personajes más criticados, atacados y, sobre todo, objeto de burla, ha sido la designada secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero. La burla estelar ha sido el juego de sustituir su segundo apellido, Florero por Cordero, queriendo significar adorno, ornamentación, inutilidad. 

Es decir, que su cargo es prácticamente honorario; sin ningún beneficio para el gobierno. Recientemente, cuando se anunció que ella sustituiría al presidente, enfermo de covid-19, en las conferencias matutinas, la ironía, la sorna no se hizo esperar: sería incapaz de ocupar ese espacio, de “llenar los zapatos” de López Obrador.

Más allá de la “mala leche” y la rústica costumbre mexicana por los sobrenombres, resulta interesante considerar si en efecto su posición y desempeño ha sido la del ornamento inútil e improductivo.

La crítica y la burla provienen de la oposición política derrotada en 2018 así como de los periodistas tradicionales (normalmente comprometidos con esa oposición) y, curiosa coincidencia, también de los autoproclamados periodistas “objetivos” que usualmente son poco propositivos, es decir, que se estacionan en el señalamiento de sus consideraciones. Estos grupos son los que descalifican a Cordero como “Florero”; ¿por qué? Hay dos elementos a considerar.

1. El formateo mental de los críticos y mofadores anquilosados en el pasado político del país; para decirlo en el concepto del filósofo francés Michel Onfray. Para ellos, el perfil reconocible del secretario de Gobernación debe de ser el del hombre recio, rudo, arrogante, autoritario, que investiga, crea expedientes, espía, persigue, interviene con protagonismos en los conflictos políticos, es sospechoso de crimen; incluso crea conflictos al interior del gabinete gubernamental. Un Fernando Gutiérrez Barrios cualquiera.

2. Este grupo de formateados en el pasado político de México se encontró con la sorpresa y la aparente suavidad de una mujer; la primera en ser designada para el cargo. Porque no han entendido que el cambio propuesto por el presidente considera también un cambio en las funciones de las secretarías de Estado, entre ellas, la de Gobernación, a la cual ha despojado de los vicios señalados en el punto uno, el perfil de la secretaría y el político que tanto extraña y aún admira esa oposición y los periodistas.

Al darse estas dos condiciones, queda expuesto el periodismo especulador, que no analiza a partir de datos y acontecimientos, que no contextualiza o lo hace muy poco, que analiza el futuro con una bola de cristal para establecer su juicio sobre el presente. 

Así, ni siquiera dieron a Sánchez Cordero la oportunidad de mostrar sus cualidades y capacidades; de inmediato fue objeto de crítica y burla. Y no es que no deba de hacerse la crítica, al contrario, hay que ejercerla con rigor a partir del cambio que, frente a la realidad heredada, propone el actual gobierno, y los alcances y/o fallas de sus ejecutores; en este caso la encargada de Gobernación.

En dos años, la secretaria ha tenido un desempeño discreto en términos de público, pero efectivo en el ejercicio cotidiano dentro del equipo cercano del presidente. En todo caso, hay que revisar puntualmente el trabajo de la coordinación de gabinete, la relación con los Estados del país, la garantía de los derechos humanos y la justicia. 

Por cierto, un funcionario importante de Gobernación ha sido el subsecretario Alejandro Encinas en los casos de los desaparecidos de Ayotzinapa, en la búsqueda de desaparecidos, en el diálogo en los conflictos existentes.

Lo cierto es que a pesar de las nuevas premisas de la institución y el perfil de su titular, las críticas y burlas continuarán ya sea con mala intencionalidad o escaso rigor en el análisis. Así por ejemplo, a raíz de la enfermedad del presidente por covid-19, en que Sánchez Cordero fue la responsable de sustituir al ejecutivo en las conferencias matutinas, las expresiones no se hicieron esperar: ¡cómo, será incapaz de “llenar los zapatos” del presidente!, no podrá con las preguntas de la prensa.

Y claro, Sánchez, no obstante su doctorado, los 25 años como maestra de sociología y sus 20 como ministra de la Corte, no tiene la capacidad de comunicación del presidente con los medios y el pueblo. Es natural, López Obrador lleva décadas de lucha social, de interlocución, de recorrer el país. Esta condición vital es prácticamente única, no hay otro líder social en México que se le aproxime.

Pero en este caso no se trata de competencia. Sánchez Cordero ha tenido durante dos semanas un desempeño funcional de comunicación. Además, necesariamente tiene que ser apoyada por el resto del equipo cercano del presidente quien, pese a la enfermedad y el retiro forzoso, no deja de tener el control del país. Y los cuestionamientos o críticas como el caso Lydia Cacho, tendrán que irse ventilando y tomarán su propio cauce.

En fin, es importante no caer en la especulación como base para el análisis. Los datos, las evidencias, la realidad bastan: No es necesario recurrir a la bola de cristal de Karín, el personaje farsante de En la palma de tu mano. 

Ya abordaré el tema en próxima colaboración.

Mi videocolumna sobre el tema: