Me desagrada dividir al mundo de manera maniquea en dos: entre conservadores o “derechosos” y no conservadores o “liberales” o “gente de izquierda”. Tiendo a la razón y a la tolerancia. Pero a veces, la conducta y las acciones de ciertos individuos manifiestan esa naturaleza vil de los arrogantes e intolerantes que los afilia prácticamente al fascismo.
El 7 de diciembre pasado, el compositor Armando Manzanero viajó a Zaachila, Oaxaca, para realizar un festejo multitudinario por su cumpleaños número 85 (86, según otros datos); esta acción de por sí irregular, se complementó con el no uso o uso inadecuado de la mascarilla y la ausencia de “sana distancia”. El día 11 siguiente, el compositor viajó a Mérida, Yucatán, para asistir a la inauguración del Museo Casa Manzanero auspiciada por el gobernador de ese Estado y el secretario de Turismo federal. El día 12 se le ve en un video a la orilla del mar grabando un mensaje dirigido a algunos intérpretes mexicanos que asisten a una competencia en Colombia. De regreso en Ciudad de México, empieza a experimentar malestar. Da positivo de Covid-19 y el 17 es hospitalizado. Pocos días después y a causa de “agotamiento”, es intubado. Fallece el 28.
La conducta contraria a la lógica frente a la pandemia, la imprudencia por cansancio, hartazgo o la negación del virus se traduce en un abrazo al Covid-19; un entregarse a su posibilidad mortal: un suicidio. Como en la ruleta rusa o su variante en la película Vámonos con Pancho Villa, de Fernando de Fuentes. Es lo que desafortunadamente hizo Manzanero.
La información de los viajes y los testimonios lo ratifican. La cantante Tania Libertad afirmó en un programa de radio que el compositor le confió en un par de ocasiones que “no creía en el Covid”; es decir, seguía una línea de pensamiento que ha estado arraigada en muchas personas frente al virus y la pandemia (como en Estados Unidos los trumpistas). Manzanero no sólo asistió a una fiesta por su cumpleaños y a la inauguración de su museo, viajaba periódicamente a Mérida. Una de sus hijas confirmó la fiesta en Oaxaca, a la que ella asistió y también resultó infectada, así como otras personas. Juan Pablo Manzanero, hijo del autor, habló con razón: su padre había actuado con irresponsabilidad; y que ojalá su caso sirviera de ejemplo de lo que no se debe hacer.
La muerte de Manzanero fue lamentada por todo el país y en los medios. En SDPnoticias, varios colaboradores escribieron notas y artículos. Yo mismo contribuí con “Armando Manzanero, el piano y el bolero”, y una grabación de la canción “Adoro”.
Leí casi todas las columnas sobre el tema. Entre ellas, las de algunos cuyos argumentos llevan a la conclusión de prácticamente responsabilizar de la muerte del compositor a los dos López, Obrador y Gattel por no haber promovido el uso del cubrebocas o detenido toda actividad oficial. El perfil de este absurdo planteamiento es el de aquellos que tienen una “cruzada” cotidiana contra el gobierno de la llamada 4T y basan su “periodismo” en la especulación.
Hice la observación en twitter al autor de una de esas columnas. Que al sugerir la responsabilidad de los dos personajes, reduce al mismo tiempo al trato de tonto y estúpido a Armando Manzanero, al considerarlo incapaz de razonar por sí mismo para, a su edad y condición de salud (riñones y diabetes), guardarse en casa, observar “sana distancia” y utilizar propiamente la mascarilla. Bueno, si es que vamos a usar el razonamiento por una vez al menos.
La respuesta típica del personaje fue la ruindad, la inmediata biología (como diría el sociólogo Gabriel Careaga) y el ataque de seguidores y bots. Hurgaron tuits viejos para acusarme ya bien sea de racismo o de promover el odio, me reportaron ante SDP, El Universal (donde colaboré hace años; un sinsentido) y ante la Enciclopedia de la Literatura Mexicana (que sólo registra la obra de autores; otra sinrazón). Bots o fanáticos del individuo en cuestión, respondí a la mayoría.
El 30 de diciembre por la mañana, twitter había bloqueado mi cuenta esgrimiendo la violación de sus reglas y promover el odio citando un tuit mío del 16 febrero de 2013:
Primero, es una ruindad de los acosadores ir hasta febrero de 2013 y tergiversar un tuit mío de entonces. Segundo, es absurdo que twitter acceda a seguir el juego a este tipo de personas. Evidentemente, se trata de una etiqueta que no fue creada por mí, que fue tendencia en su momento y utilicé para hacer lo contrario de lo que acusa twitter y los acosadores: combatir el odio por condición racial. No sé si sea un error apelar la decisión de twitter en vez de borrar de inmediato el tuit en cuestión, tal como sugiere la red. De todas maneras, estaré bloqueado al menos por 15 días. Espero que la calumnia y la vileza no prosperen y twitter tome la decisión correcta.
Aprovecharé la ocasión que esta “victoria” brinda a los intolerantes y espías para continuar mis lecturas y escritos pendientes (ensayo y ficción), y no perder tanto tiempo en esa red social llena de “odiadores” y patanes; por decir lo menos. No obstante la agresión y el acoso, sigo creyendo que twitter es un espacio de libertad.
P.d.
Por si les interesa, aquí mi primera interpretación de “Adoro”; buen año 2021: