Qué aburrida entrevista la realizada por Edmundo Cázarez (sic) a Elena Poniatowska. Tuve que leerla en partes divida en varios días.
Si no se dice eso, no se puede avanzar en el tema que ha causado un cierto revuelo porque ha significado una “dura” crítica de la famosa entrevistadora al presidente López Obrador, que se supone es su amigo y también se supone se quieren mucho porque él reiteradamente le ha llamado “Elenita”.
Aburrida por ya conocido lo que se pregunta y responde, la poca novedad, nula profundidad, y por la ausencia de imaginación del entrevistador. Cázarez ha cumplido la sentencia de Christopher Silvester sobre los orígenes de la entrevista como herramienta periodística.
A saber, que a mediados del siglo XIX –el nacimiento aproximado de la entrevista- había un desprecio por esa variante periodística “abominable” que, no obstante, se convertiría con el tiempo en una especialidad e incluso llegaría a producir no sólo información y conocimiento, también placer.
La edición de Las grandes entrevistas de la historia. 1859-1992 (El País/Aguilar, 1997), de Silvester, es de verdad atractiva, produce interés y placer por la variedad de personajes importantes de su época o trascendentes hasta hoy como Marx, Wilde, Freud, Hitler, Mussolini, Stalin, Mao, Gandhi, Edison, Mae West, Al Capone, Picasso, Monroe, Miller, etcétera.
Entrevistas que darían brillo al género pues, llevado a la exquisitez literaria, produciría un libro apetecible (rechazo normalmente este tipo de adjetivaciones, pero aquí vale), Retratos, de Truman Capote; recreación de perfiles a partir de la información, la observación, el diálogo y la entrevista.
En México, un libro ya clásico de entrevistas que produce interés, curiosidad y placer, además de información y conocimiento, es el de Emmanuel Carballo, "Protagonistas de la literatura mexicana".
Y la verdad, también he leído ocasionalmente algunas de las entrevistas de la escritora de origen polaco; subgénero que le ha dado cuando menos reconocimiento del público lector de periódicos del pasado reciente.
Infortunadamente, en su papel de entrevistadora -entrevistada en el caso que nos concita, el esfuerzo por leer, decía, ha sido demasiado obvio y no natural. Desconocemos si la entrevistada buscaba hacer una declaración crítica contra el presidente o el entrevistador ambicionaba esas palabras para enmarcarlas como título de su dilatado trabajo en el contexto del empeño de la oposición por bajarle algunos puntitos al jefe del poder ejecutivo: “‘¡Señor Presidente, ya párele a las mañaneras, hay un hartazgo nacional’!: Elena Poniatowska” (MxPolítico; 17-01-21).
Sea cual fuere la intención, el origen y su originador, la declaración se logró. Para ello, Poniatowska y Cázarez realizaron una suerte de viaje en el taxi de un chofer “transa” que además habla demasiado y es impertinente. Ese “libre” que se toma en el centro de la ciudad y, para llegar a Chimalistac (hábitat de la escritora), se dirige primero a Tláhuac, Iztapalapa, Xochimilco o Indios Verdes, y en vez de 150 cobra 400 o 500 pesos.
Un rodeo lleno de zigzags, baches, topes y trucos del “maistro del volante” en que la víctima, es decir el lector, tiene que dividir la lectura de la ruta en días si no quiere dormirse en el camino; y la concluye por mero afán profesional e informativo. Y el lector mira el rostro del taxista al fin; descubre que se trata del entrevistador.
Y no es que el taxista y la escritora no tengan derecho a manifestarse; ante todo, absoluta libertad de expresión. El asunto es que Poniatowska se entrampa o la han entrampado muy a menudo en su historial.
Recuerdo las acusaciones de “alteración de contenido” hechas contra ella por Luis González de Alba en relación a obras literarias respectivas, "La noche de Tlatelolco" y "Los días y los años"; la primera usaba de manera incorrecta el testimonio del escritor en Lecumberri. Editorial ERA tuvo que admitirlo y eliminar el material de González del libro de Poniatowska. Después, el asunto con María Kodama; que tengo como el más vergonzoso. Esta no sólo exigió cancelar la presentación de libro Borges y México en Bellas Artes en 2012, obligó a Ramdom House Mondadori retirarlo del mercado por contener una entrevista de 1973 que Poniatowska hiciera al escritor argentino, donde no sólo le atribuía un horrendo poema a Borges, “Instantes” (asunto del cual ya he hablado, https://www.sdpnoticias.com/columnas/pelvis-tellez-borges-lilly.html ), sino que aseguraba haberlo leído para el escritor, ya casi ciego; por si fuera poco, incorporaba a su trabajo “El remordimiento”, ese sí poema de Borges pero dictado por este a Kodama ¡3 años después de la entrevista en México! Una delirante invención de Poniatowska en la versión 1990 de la entrevista para su libro Todo México, recogida posteriormente por Miguel Capistrán para el homenaje a Borges en México; que fue retirado. Una barbaridad más fueron las acusaciones de maltrato y violación contra un hombre muerto, el admirable escritor Juan José Arreola, con tal de promover su libro más reciente, El amante polaco.
Y así, otros desatinos como sus apariciones con Jesusa Rodríguez o su calificación de “panzonas y mensas” a las mujeres oaxaqueñas. Y ahora, un taxista la orilla a declarar contra el presidente de manera errática. Y es así porque, entre las cosas señaladas en la entrevista, es equivocado considerar que el país esté dividido (o polarizado; el argumento obsesivo de los opositores) cuando alrededor de 75% de la población aprueba al presidente, cuando no hay “más de 50 millones de mexicanos que trinan contra él”, cuando las conferencias matutinas tienen gran aprobación como fuente principal de información.
No la televisión, la radio, los periódicos, los YouTuberos: la conferencia matutina de prensa tiene mediciones extraordinarias de audiencia. Cuando las palabras de la escritora suenan a una alucinación: “Estoy plenamente convencida que es un exceso del presidente López Obrador con tantas mañaneras, es un abuso del poder presidencial obligar a los periodistas que vayan todas las madrugadas hacer preguntas a modo”; no he sabido que se obligue a ningún reportero, si así fuera, que denuncie. También suena un tantito exagerado afirmar que en el partido creado por López Obrador se estén matando y corra la sangre: “Morena, tristemente se convirtió en refugio de caníbales políticos y más que refugio de caníbales, son puras hienas y chacales que se están matando unos a otros a dentelladas, está corriendo la sangre por todos lados”.
El taxista se ha llevado a “La Poni” entre las llantas, las patas o las garras. O acaso tampoco haya por qué justificar más los desatinos de la escritora (la foto con Salinas de Gortari es algo normal; este político “sedujo” a la intelectualidad mexicana con elogios y patrocinios). Y sin embargo, queda la duda, ¿quién buscaba la declaración contra el presidente, el entrevistador o la entrevistada? Algunos argumentan que, como otros escritores e intelectuales, Elena anda molesta por no obtener recursos para su fundación; lo ignoro. Por otro lado, descubro recién que Cázarez –a quien no conozco- ha hecho un elogioso y sugerente reportaje sobre el pésimo escribidor de cartas para su propio trasero, Alazraki: “‘La Cuarta Transformación es una absoluta mamada’: Carlos Alazraki”; Quadratín, 05-05-20).
Lo único cierto es que después del esfuerzo de leer una pieza que nos retrotrae unos 170 años, al desprestigio y el aburrimiento, uno quisiera para la próxima entrega algo mejorcito; con imaginación pero también con datos incuestionables. Y no se trata de coartar la libertad de expresión (como se busca, por ejemplo, silenciar las conferencias matutinas; o como los fascistas acosan y censuran en FB y twitter), simplemente, el tiempo disponible del lector es bastante escaso.
Es urgente evitar otra sentencia en torno al género, la de Le Figaro: “La entrevista es la peor aportación del nuevo periodismo.
Resulta degradante para el entrevistador, ofensiva para el entrevistado y aburrida para el público” (11 de mayo de 1886; citado por Silvester).
P.d. Y perdón, que al final también me he convertido casi taxista irregular; procuraré mejorar, todo sea por salvaguardar de “Elenita”, el honor y probidad.