El mes de enero suele ser un periodo complicado para la economía de las familias. Concluidas las fiestas decembrinas y con la resaca financiera a cuestas, el inicio del año nos trae muchos compromisos y obligaciones difíciles de afrontar.

Debemos realizar los pagos del impuesto predial y del servicio anual de agua potable, el alto recibo de la luz así como el aumento de precios resultado de la inflación y el ajuste al salario mínimo; eso sin contar los gastos ordinarios que tienen que ver con el pago de colegiaturas o tarjetas de crédito. Esto es lo que tradicionalmente conocemos como la cuesta de enero.

Por esta razón, es la economía quien se encarga de ponérnosla difícil, aunque el gobierno también aporta su parte con el pago obligado de algunas de las contribuciones ya mencionadas. Suponer que el gobierno federal es capaz de atenuar estas dificultades, no es más que un acto de propaganda de los simpatizantes de la 4T que han demostrado que entienden muy poco del comportamiento de la economía.

Para cualquier ciudadano acostumbrado a ir al supermercado, ha sido notable el aumento de precios aún antes de la temporada decembrina; si bien los precios suelen modificarse por el aumento en la demanda, lo cierto es que alimentos y productos básicos hoy cuestan más caros que hace un par de semanas.Marcas de consumo popular como Gamesa, Modelo, Sabritas, Barcel, Nestlé, Lala, Alpura, Marinela y Tía Rosa anunciaron que sus productos tendrían ajustes a partir de la semana anterior.

Además, desde el miércoles pasado, a estos incrementos se han sumado los nuevos impuestos aplicados a la gasolina, cigarros y refrescos, anunciados la semana pasada por la propia Secretaría de Hacienda y cuyo impacto ya desató una ola especulativa de precios en los primeros días de este año nuevo.

Los simpatizantes de la 4T han tomado por asalto las redes sociales para presumir que en esta cuesta de enero no habrá más gasolinazos y que el país mantiene una inflación a la baja. Que tampoco habrá nuevos impuestos y que el salario mínimo tuvo el aumento más importante de los últimos años. Sin embargo, la terca economía tiene otros datos.

En efecto, los combustibles no tuvieron un incremento sustancial porque ya lo hicieron a lo largo del año: la gasolina y el diesel no bajaron de precio en México durante 2019, por el contrario, reportaron una serie de altibajos que generaron un encarecimiento superior a 13%, según las propias cifras oficiales.

Durante meses, el Presidente prometió que el precio subiría sólo en relación al índice de inflacionario. Mintió deliberadamente: el precio de la gasolina cuadruplicó la tasa anual inflación, que al cierre de la primera quincena de diciembre promedió apenas 2.63%.

Si bien el gobierno ha cumplido con su meta anual, tampoco se trata de un descenso significativo; apenas en 2016 se tuvo una inflación de 2.59%, según registró el Inegi, es decir, el pasado gobierno federal tuvo años con una inflación menor que la actual.

En diciembre pasado, el gobierno también anunció que el salario mínimo tendría un incremento de 20%, por lo que ha pasado de 102.68 a 123.22 pesos diarios –esto significa un ingreso mensual de 3 mil 746 pesos en el país-, según el acuerdo alcanzado en la Comisión Nacional de Salarios Mínimos (Conasami).

Sin embargo, ha resultado un espejismo. La Asociación Nacional de Pequeños Comerciantes (ANPEC) advirtió que este incremento se verá pulverizado por la carestía en los precios de la canasta básica, así como por la actualización del Impuesto Especial sobre Producción y Servicios (IEPS), que ya se aplicó a gasolinas y diesel, lo que provocó un aumento generalizado de precios.

Este año, la cuesta de enero nos alcanza con una economía estancada y un creciente desempleo. Las expectativas de expertos auguran un año difícil donde no habrá mejoría en el ingreso y la inversión del gobierno estará destinada a programas sociales que le garanticen votos en el año 2021.

Tal vez por ello, el Presidente prefiera hablar de todo, menos de la economía familiar de los mexicanos.

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