La tarde del sábado, unas 300 personas se reunieron en el Ángel de la Independencia en la ciudad de México para colocar una ofrenda en recuerdo de las víctimas de feminicidio en la capital del país. Junto a las fotografías de Ingrid Escamilla, Fátima Cecilia y Abril Pérez, las activistas colocaron cientos de flores blancas y veladoras. También el dolor y el miedo estuvieron presentes.
Este es el verdadero origen del paro nacional de mujeres convocado para el próximo 9 de marzo. El corazón del movimiento está en la violencia exacerbada, en la impunidad y en el miedo que invade a millones de mujeres en el país frente a la incapacidad de las autoridades para protegerlas. #UnDíaSinMujeres.
No se trata –como lo quiere hacer ver el Presidente- de un movimiento impulsado por sus adversarios, por los conservadores de siempre o por una derecha que busque dar un golpe de Estado. En todo caso, el rechazo al gobierno morenista ha sido provocado por él mismo al evadir flagrantemente su responsabilidad en el tema.
El movimiento feminista en México es inmune a cualquier señalamiento de ser conservador, de estar financiado por adversarios del gobierno o que se trata de mujeres inconformes que perdieron privilegios con su llegada al poder. La respuesta torpe e indolente a los casos de Ingrid y la pequeña Fátima sólo fue un bidón de gasolina para encender un pasto que ya estaba seco.
Y aunque hay razones suficientes, sus promotoras han sido enfáticas en que no se trata de una protesta contra el gobierno sino para atender un problema estructural que ha estado presente en la sociedad mexicana durante décadas y que tiene su origen en una cultura patriarcal y machista. Sin embargo, su misoginia y el temor a la movilización social han hecho que el Presidente se asuma como culpable, y por tanto, como destinatario del movimiento.
Como en otros episodios de la historia, en Veracruz se sembró la semilla de la iniciativa que paralizará al país. La idea de hacer un paro nacional el próximo 9 de marzo inició entre grupos de feministas que lo propusieron en redes sociales y que se hizo viral cuando una colectiva de Veracruz formalizó la convocatoria con una imagen.
No es casual. Veracruz es la entidad con el mayor número de feminicidios en el país, mientras su gobernador intenta excusar torpemente que “si comparan el número de feminicidios de la administración anterior y la nuestra, les ganamos”.
El próximo 9 de marzo, millones de mujeres mexicanas de quedarán en casa, no para resistir a la tentación de lavar platos, como sugiere la estulticia de la Secretaria de la Función Pública, Irma Sandoval, sino para evidenciar su importancia estratégica en todas las actividades públicas y privadas. No será un día de asueto sino uno de los más importantes días de lucha.
Tampoco lo harán como un acto de obediencia servil a la derecha, según ha declarado el más oscuro y dañino personaje de la política nacional, Gerardo Fernández Noroña, quien hoy acusa a sus compañeras de izquierda de caer en una trampa que sólo existe en su retorcida imaginación.
Frente al feminismo y los feminicidios el gobierno de Morena no tiene respuestas; está a la deriva frente a la descarnada realidad que viven millones de mujeres. La contracampaña emprendida desde Palacio Nacional no es más que un acto de desesperación ante lo evidente.
Es cierto que la idea de una huelga feminista no es nueva ni es mexicana. En la primavera de 2018, España atestiguó manifestaciones y un paro de mujeres nunca antes visto. Alrededor de seis millones de trabajadoras pararon y se hicieron manifestaciones en 120 ciudades, donde las convocantes hablaron de hasta un millón de asistentes en Madrid y 600 mil en Barcelona.
En México estamos por vivir algo histórico. Será un hito en la historia del país que no sólo mostrará la capacidad de organización de las mujeres, sino que pondrá en evidencia que la sociedad empieza a rebasar a un gobierno que naufraga en un discurso sin soluciones. Ni el Presidente ni sus corifeos han logrado entender eso.
No es el liberalismo. El paro nacional, señor Presidente, es un acto para recuperar la justicia y la esperanza que hemos perdido. Y de eso sí es culpable.