Como cada año, las fiestas decembrinas sirven para hacer una pausa en el frenesí de la vida cotidiana, fortalecer nuestros lazos afectivos y familiares, y para muchos, la oportunidad de realizar un balance objetivo de las cosas que ocurrieron durante el año que termina.

A partir de este balance es que se explica que la temporada navideña signifique para algunos un periodo de satisfacción y esperanza, mientras que para otros, remite a episodios que conducen a la tristeza y la soledad, sobre todo cuando en el camino del año hemos perdido a familiares y amigos.

Hacer un balance no es sencillo. Las vivencias a título personal pueden contrastar con lo que pasa en nuestro entorno familiar, con las dificultades que enfrentamos como sociedad o frente a las circunstancias que envuelven al país y de las que no podemos estar exentos. Además, nuestra propia vida no está construida sólo de momentos felices o de situaciones llenas de dificultades. C'est la vie.

Pero sin duda, el año que está por concluir ha sido sumamente difícil para el país en su conjunto. Termina un año de desesperanza. Y no se trata de hacer valoraciones mediáticas sobre las acciones y resultados del gobierno en turno, sino por la actitud que ha tomado la sociedad mexicana ante la violencia, la mediocridad de su economía y la polarización social que nos enfrenta cada vez más.

A principios de año, en medio de una transición política y la renovación personal por la llegada de 2019, el país tenía un buen ánimo para resolver en alguna medida los problemas más graves que enfrentamos: la violencia, el desempleo, la pobreza, la enfermedad y la corrupción. Sin embargo, las expectativas no se cumplieron y nos encontramos en una situación mucho más compleja que entonces.

Hemos visto cómo la gente tiene que salir a las calles para demandar medicinas y atención médica, a miles de personas perder su empleo a causa de una economía estancada, miles de negocios bajar sus cortinas y un gobierno indolente ante las necesidades que se multiplican; hemos sufrido también, en familiares y amigos, los estragos de la violencia que provoca una delincuencia creciente. El duelo se ha convertido en un acto consuetudinario.

En lo colectivo, somos una sociedad con muy pocos logros alcanzados y muchas metas inconclusas. Y muchas veces, esta es la razón por la que preferimos evaluar el año a partir de nuestra circunstancia personal y no de las cosas que suceden en nuestro entorno. Sin embargo, evadir la realidad no la modifica.

Cuando el año está por concluir, he querido aprovechar este espacio editorial semanal –en el que hemos abordado de manera crítica y propositiva los temas de la agenda nacional y de Veracruz-, para que hagamos una reflexión profunda sobre el papel que hoy debemos desempeñar como sociedad.

Los logros personales -esos que nos nutren y nos impulsan para generar mejores condiciones de bienestar para nuestras familias-, suelen verse opacados ante el deterioro constante que vemos en la calidad de vida de la gente. ¿Cómo celebrar un éxito profesional, un logro académico o un evento familiar cuando vemos cómo la violencia y la pobreza nos acechan por igual? ¿Podemos vivir en una sociedad que privilegia el beneficio personal por encima del bienestar colectivo? Habrá quien piense que sí, pero seguramente estaremos ante un espejismo.

En lo personal, ha sido un año difícil, en el que he entregado mi tiempo, mi trabajo y todo mi esfuerzo a las tareas que nos exige Veracruz. Las satisfacciones han sido tantas como los momentos complicados que hemos tenido que sortear. A pesar de mi compromiso, hemos apoyado más allá de nuestras posibilidades pero menos de lo que los veracruzanos lo necesitan.

México y Veracruz merecen un mejor destino. Y ese no nos lo puede arrebatar la incapacidad de un gobierno ni la desesperanza de una sociedad. Debemos mirar el futuro con optimismo.

Deseo sinceramente que los veracruzanos pasen unas fiestas de fin de año con paz y tranquilidad, en el abrigo de sus familias. Que al momento de hacer su balance personal, encuentren que ha sido un año lleno de logros y metas alcanzadas. Sin duda, no hay mejor regalo que la esperanza de que el futuro sea mejor para todos.

Agradezco la amabilidad de los lectores y la generosidad de quienes albergan este espacio de opinión. Nos leemos el próximo lunes 6 de enero. Muchas felicidades y el mejor deseo para el año que inicia.