Nació en Dolores Hidalgo, Guanajuato. Le apodaban hijo del pueblo: José Alfredo Jiménez Sandoval, juglar de la canción del género ranchero, dejó un legado importantísimo que todavía recorre las cantinas del mundo, saltando fronteras, con el sello de un poeta sin tiempo.

El también jinete, ha sido inspiración de innumerables artistas, algunos contemporáneos como Saúl Hernández, Julieta Venegas, Joaquín Sabina, Ana Belén y El Trientre otros. Escribió más de mil canciones que son poemas, o poemas que son canciones. Así las escribía; con voz y pluma, llenas de colores luminosos; aunque siempre con la pálida amenaza de no ser correspondido por el amor al que las dedicaba, con miedo al rechazo, con el trago amargo que impulsa a las almas sensibles. No tocaba ningún instrumento. Su manera de componer, se dice, era a base de silbidos. Las componía, literalmente, “en el aire”, las llevaba a sus músicos y ellos las arreglaban. Rubén Fuentes Gassón fue el arreglista de la mayoría de sus composiciones.

Gran conocedor de la sabiduría popular, llenó sus canciones de una poesía “natural”, como en el canto al jinete desconsolado por la pérdida de la amada, que recuerda al clásico Romance:

Por la lejana montaña

va cabalgando un jinete,

vaga solito en el mundo

y va deseando la muerte.

Lleva en su pecho una herida,

va con su alma destrozada,

quisiera perder la vida

y reunirse con su amada…

(El jinete)

José Alfredo no era un poeta de escritorio, sino un artista vivencial que plasmaba en el papel su experiencia y sentir, pero sobre todo, el amor. La mujer era su debilidad:

Si es necesario que llore la vida completa,

por ella lloro

Puedo comprar mil mujeres

y darme una vida de gran placer;

pero el cariño comprado

ni sabe querernos, ni puede ser fiel.

Yo lo que quiero es que vuelva, que vuelva conmigo

la que se fue…

(Ella)

A su esposa le dedica Paloma querida:

Por el día que llegaste a mi vida,

Paloma querida, me puse a brindar

y al sentirme un poquito tomado,

pensando en tus labios,

me dio por cantar.

Me sentí superior a cualquiera

y un puño de estrellas te quise bajar

y al mirar que ninguna alcanzaba,

me dio tanta rabia que quise llorar…

Aunque vulnerable, consciente de su talento, José Alfredo Jiménez también expresa fortaleza en "Alma de acero:

Tú ya conoces mi vida,

a veces me ando cayendo

y el orgullo me levanta.

Nací con alma de acero

y aunque de veras te quiero,

te dejo que me abandones,

nomás no llores si alguien te canta...

“La canción es el medio de limpiarme el alma”, declaró una vez. Con esta frase, subraya la magia blanca de la composición musical, que a veces cura y mitiga el dolor emocional del autor y sus oyentesYa lo decía Nietzche: sin música la vida sería un error.

A Pedro Infante le dejó un camino fértil para interpretar sus piezas. La historia lo sabe, cumplió bien:

Nuevamente

Se ha enlutado el firmamento,

se estremece todo el pueblo emocionado.

Ya han llorado las estrellas en silencio

por la voz que para siempre se ha apagado.

Su humildad y su modestia no restaron

los aplausos que le dio México entero,

muy abierto el corazón se lo entregaron,

al amigo más humilde y sincero.

¡Adiós, adiós, adiós mi Pedro Infante!

Ya estaremos contigo

más adelante…

(Adiós a Pedro Infante)

José Alfredo le cantó a la parranda sin necesidad de artificios; fue claro y conciso, de ahí, que haya sido criticado por un sector de la alcurnia literaria y tachado de “cursi” y “simplón”. Tal vez no supieron comprender su particular vena poética:

Llego borracho el borracho,

pidiendo cinco tequilas.

Y le dijo el cantinero,

se acabaron las bebidas,

si quieres echarte un trago,

vámonos a otra cantina…

(Llegó borracho el borracho)

Cuando la legendaria cantina “El Tenampa” (de la que fue férreo y borracho parroquiano) abrió sus puertas, el cantautor que apenas alcanzaba un año de vida, no imaginaba que años más tarde, en ese mismo lugar, sería inmortalizado en sus murales.

José Alfredo, declaró su amor a México con vocación de Trotamundos. Le cantó a su natal Guanajuato:

Camino de Guanajuato

que pasas por tantos pueblos,

no pases por Salamanca

que ahí me hiere el recuerdo,

vete rodeando vereda,

no pases porque me muero…

(Camino de Guanajuato)

Pero también a Aguascalientes:

Solito con mi caballo,

camino de Aguascalientes,

voy derechito a San Marcos

la feria de los valientes,

a ver si pierde mi gallo

delante de tantas gentes

(Camino de Aguascalientes)

A Jalisco:

¡Adiós mi Guadalajara!

Ya me voy, qué le he de hacer.

La alegría de tu mariachi,

mi San Pedro Tlaquepaque

ya no lo volveré a ver.

Virgencita de Zapopan,

cuídame pa' no caer…

(Virgencita de Zapopan)

Y Michoacán:

A Uruapan iré a buscarte,

Tacámbaro y Pedernales,

Pátzcuaro y Villa Escalante,

también Ario de Rosales.

A ver si logró encontrarte

para remediar mis males.

Caminos de Michoacán

y pueblos que voy pasando,

si saben en donde está,

¿por qué me la están negando?

Díganle que ando en Sahuayo

y voy pa´ Ciudad de Hidalgo…

(Caminos de Michoacán)

Con la ironía y el temple de alguien que sabe que pronto se irá de este mundo, dejó un mensaje, poco antes de morir, en la melodía Gracias:

De veras, muchas gracias por haberme aguantado tanto tiempo, desde 1947 hasta 1972. Yo siento que todavía me quieren, ¿saben por qué? Porque yo he ganado más aplausos que dinero... el dinero, pues no sé ni por dónde lo tiré. Pero sus aplausos, esos los traigo aquí adentro y ya no me los quita nadie, esos se van conmigo hasta la muerte... para poderles pagar que me quieran a mí y a todas mis canciones…

Todavía su música suena y seguirá sonando en las rocolas y los mariachis de las cantinas. Entre sorbo y sorbo de cerveza o tequila, podemos bebernos la vida, junto a su fantasma sonoro, en una noche de juerga.

pabloaldaco@gmail.com