Uno, asume el papel de inflexible, intransigente con las opiniones que, según él, faltan a la verdad de la Cuarta Transformación. Especie de Saint Just, Arcángel del Terror implacable con los críticos del Presidente Andrés Manuel López Obrador. Gibrán Ramírez lanza con especial júbilo sus admoniciones a los malquerientes de López Obrador y, desde luego, también a los seguidores naturales del Presidente que se atreven a criticarlo. Es decir, ni los de casa se salvan de la férrea mirada de Gibrán, porque éste sabe perfectamente que los conversos y los apóstatas son los más peligrosos.
El otro, construye una imagen más alivianada, la imagen de un intelectual “cool” que defiende a López Obrador de forma firme y convencida, pero sin aplicar rigores excesivos. Hernán Gómez decidió tomar el micrófono, la cámara y, en una simpática combinación de John Reed y Oscar Cadena, aquel que hacía el programa “El Ciudadano in Fraganti”, sale a las calles y a las escuelas privadas a atrapar fifís en plena conspiración contra la Cuarta Transformación, a desenmascarar a los privilegiados y revelar los intereses inconfesables que los mueven. Por más que quieran ocultarlo, piensa Hernán, su piel blanca y su mezclilla de marca los delata.
Gibrán Ramírez y Hernán Gómez son los inesperados ideólogos de la Cuarta Transformación. Jóvenes, ilustrados, sin antecedentes políticos visibles, se han colocado, por mucho, como los intelectuales más notables e influyentes de la conversación pública, orgullosos defensores de los dichos y los hechos del Presidente Andrés Manuel López Obrador. No son los únicos, desde luego, pero son los más famosos debido a una suerte de anti-carisma que les abre las puertas en cuanta tertulia se realiza en la TV pública y privada, en la radio, en las redes sociales, en los salones de todo tipo.
Aplica llamar ideólogos a Gibrán y Hernán, porque a pesar de la intensidad, a veces desbocada, con que defienden a AMLO, rara vez se desbarrancan en los abismos de la propaganda burda o el fanatismo panfletario. Parte de su éxito radica en que recurren a enfoques, conceptos y narrativas usuales en la academia, tratan de describir e interpretar la Cuarta Transformación con criterios y categorías apegados a los estándares del análisis político. Claro, su fe en AMLO a veces raya en la adoración, pero su exégesis logra, en general, librarse del fanatismo propagandístico.
Hace apenas un año, Gibrán y Hernán no pintaban con fuerza en el escenario. Por eso digo que son los ideólogos inesperados del naciente régimen de López Obrador. Cabía esperar que otros intelectuales, periodistas o políticos, de amplia trayectoria y acreditadas batallas en la larga lucha de la izquierda, asumieran el papel de ideólogos de la Cuarta Transformación. Tal vez un Lorenzo Meyer, con sus décadas de crítica al régimen desde la perspectiva de la Historia; pero quizás el hecho de que su hijo sea parte del gabinete de AMLO lo ha convencido de adoptar un bajo perfil. Otros historiadores con presencia pública, como Pedro Salmerón o Felipe Ávila, tampoco han despuntado.
Se esperaba también que vacas sagradas como un Adolfo Gilly o un Octavio Rodríguez Araujo pudieran convertirse en el motor ideológico de la Cuarta Transformación, sin embargo lucen alejados. De hecho, en días recientes Rodríguez Araujo se despidió del debate público denunciando que muchos seguidores de AMLO hostilizan agresivamente a los que osan criticarlo. Un Luis Hernández Navarro o un Jorge Zepeda, también están distantes del pulso de la 4T y sus opiniones han sido más críticas que apoyadoras. Tal vez podría darse un reencuentro con la izquierda de personajes como Sergio Aguayo o Agustín Basave, pero tampoco.
Mujeres como Lydia Cacho o Sabina Berman, tampoco han decidido apuntalar sistemáticamente a la Cuarta Transformación, por diversos motivos. En el caso de Sabina, es posible que el programa que le dieron en Canal 22 la condicione un poco en sus reflexiones, que eran muy filosas contra el anterior régimen. Algo similar podría decirse de un Paco Ignacio Taibo, quien, con tan poderoso discurso crítico, despiadado en muchas ocasiones, ahora es alto funcionario del régimen en el Fondo de Cultura Económica y seguramente ello le consume grandes cantidades de energía como para impulsar, desde la perspectiva cultural, la legitimación consistente del régimen de López Obrador.
Como dije antes, Gibrán y Hernán no son los únicos apologistas de la Cuarta Transformación. Hoy están presentes con una actividad frenética en el debate público, sobre todo en las redes sociales, personajes como Epigmenio Ibarra, pero sus posturas no alcanzan el estatus de discurso ideológico, porque se ha instalado en la generación de propaganda bastante burda e inconsecuente que muchas veces linda con el ridículo. De forma similar podría caracterizarse a Pedro Miguel, aunque éste, al menos, suele manejar algunas dosis de humor que hace llevaderos sus dichos.
Caso especial es John Ackerman, llamado a ser ideólogo radical, férreamente doctrinario de la 4T, si era capaz de abandonar su beligerancia panfletaria; pero como a él también le hizo justicia la 4T con un programa en la TV pública, pues tampoco le entra al esfuerzo de generar ideas para sustentar al nuevo régimen. Además, dado que su esposa es la Secretaria de la Función Pública de AMLO, mejor optó por entrarle duro a la farándula y seguir con su propaganda pendenciera.
Por estos factores, entre muchos otros, Gibrán Ramírez y Hernán Gómez dominan la escena como los ideólogos más conspicuos de la Cuarta Transformación, muy probablemente con la bendición y el apoyo de AMLO para que se les facilite el acceso a los espacios del debate público. Naturalmente, tienen altibajos en las innumerables disputas que protagonizan, pero son los ideólogos más consistentes.
Gibrán honra siempre su convicción de que hay que ser implacables en la defensa de la 4T, nunca titubear ni da un paso atrás. En un debate en el programa de Leo Zuckermann, sobre la problemática en el sistema de salud, se puso al tú ´por tú con Salomón Chertorivski, ex Secretario de Salud; cuando se percató de que Chertorivski tenía información y conocimiento total del tema, no se arredró y siguió confrontándolo con frases e ideas generales, lugares comunes, pero expresados con gran vehemencia. También le asestó severos correctivos al Mijis, para que se abstenga de expresar ideas que puedan ser críticas a AMLO, incluso lo amonestó porque muchos de sus seguidores en las redes sociales son panistas y priistas. A muchos contrincantes en las redes, Gibrán los exhibe enérgicamente porque, por ejemplo, no saben citar bien a Gramsci. El mensaje es claro: no me voy a rebajar a debatir con quienes, como el Mijis, no dominan el arte de la esgrima retórica y desconocen los conceptos, las teorías y las corrientes básicas del análisis político.
Hernán trata de ser más alivianado, pero no por ello menos intenso en la apología de la Cuarta Transformación. En un debate en el programa de Carlos Loret de Mola, se enfrentó en un debate con Gabriel Quadri, con el tema del medio ambiente. Aunque muchos dicen que Quadri le dio una barrida, la verdad es que no fue tanto así, pero lo destacable fue que, al darse cuenta de que su interlocutor conocía a fondo el tema y contaba con información irrefutable, Hernán optó por reconocerlo y aceptar que no era experto en el tema. Eso sí, le dijo a Quadri que era parte del viejo régimen, de la mafia del poder.
Gibrán y Hernán, el comisario duro y el comisario “cool” de la narrativa de la Cuarta Transformación. No son dogmáticos ni panfletarios. Debaten con la premisa de, en última instancia, apegarse a un mínimo marco conceptual, teórico y retórico del análisis político académico. Son jóvenes, sin trayectoria notable en la disputa pública por las ideas políticas transformadoras. A veces derrapan y se engolosinan, se llenan de micrófono y de pluma, pero hoy por hoy son los voceros que tratan de darle rostro, estructura y fuerza a la narrativa del régimen de López Obrador. Sin ningún afán pendenciero ni ofensivo, cabe la sabia máxima surgida de la sabiduría rural: “con estos bueyes hay que arar”.