La pandemia demostró dos cosas; la primera, que las ciudades no van a desaparecer, porque a pesar de todo, siguen siendo la mayor oportunidad que tenemos para hacer valer la suma de capacidades y convertirla en un poderosísimo multiplicador de todo tipo de oportunidades.

La segunda, que a pesar de ello no podemos hacer como si nada hubiera pasado. La pandemia nos ha marcado y nos obliga a hacer ajustes a las formas en que llevamos a cabo todas nuestras actividades, lo que implica, entre muchas otras cosas, volver a entender para qué queremos las ciudades y qué cambios debemos hacer en consecuencia.

Porque mucho se ha dicho de la transformación que viven las Ciudades como consecuencia del aislamiento y los modelos de trabajo y estudio a distancia.

Vimos surgir calles peatonales y carriles para bicicleta. Y vimos también como los restaurantes sacaban mesas a la calle en busca de poder sobrevivir.

Vimos como los centros comerciales permanecían cerrados y como cuando eventualmente pudieron abrir, tuvieron que hacerlo modificando radicalmente su forma de operación, y vimos también como las oficinas se quedaron vacías durante muchos meses, sabiendo que al abrir deberían responder a las nuevas necesidades de sus usuarios.

¿Qué camino seguirá la transformación urbana?

La verdad es que es muy difícil saber qué caminos seguirá... Porque siempre ha sido relativamente fácil decir qué deberá pasar, pero las cosas se complican al pronosticar si las autoridades querrán y podrán hacer esos cambios necesarios, o, si por el contrario, se limitarán a hacer solo los que sean fáciles, políticamente correctos o más alineados con sus intereses particulares.

Sonaría sensato pensar que para las autoridades tendría que ser prioridad actualizar sus instrumentos de planeación urbana y lanzar poderosas políticas de vivienda...

Sería sensato esperar inversiones muy importantes en transporte y espacio público.

Sonaría sensato, porque las ciudades son campo de batalla y primera línea en la defensa contra los diferentes afectos de la pandemia...Y la vivienda es un satisfactor social siempre esencial, pero que en estos momentos lo es aún más al convertirse en el espacio que garantiza seguridad y oportunidades para todos los segmentos de población.

La pandemia tendría que provocar acciones contundentes por parte de los gobiernos locales y decisiones radicales por parte de quienes poseen o desarrollan activos inmobiliarios.

Tendría que provocar una sinergia entre ambos actores que se vea reflejada en ajustes regulatorios que den viabilidad a la transformación urbana que la pandemia provoca.

¿Por qué no, por ejemplo, hacer ajustes normativos que permitan los usos mixtos en los inmuebles de nuestras ciudades?

Estamos hablando de un cambio muy importante que permitiría, si así lo decidieran los propietarios de estos inmuebles, destinar a uso habitacional algunos de los muchos metros cuadrados de oficinas que en estos momentos están vacíos, o dar usos comerciales a las plantas bajas, hoy inactivas, de sus proyectos habitacionales.

No es tema menor, porque ampliar la oferta de vivienda permitiría que la gente encontrara mejores ubicaciones para vivir y activar las calles con usos comerciales sería muy positivo para la dinámica social y para las economías locales.

La pandemia es un urbanista disruptor que tendría que forzar cambios que permitan alcanzar objetivos tan importantes como el de contar con oferta de vivienda suficiente y adecuada para todos los segmentos de población, evitando, en lo posible, que los grupos de menores ingresos sean forzados a enormes recorridos para llegar a las viviendas que pueden pagar.

Y ojo, que eso de los usos mixtos es uno de los objetivos más importantes de la Nueva Agenda Urbana propuesta por la ONU, como parte del camino que permita construir ciudades más eficientes, justas y competitivas, y que además, sean un poderoso instrumento en el proceso de combatir la pandemia.

Los usos mixtos son además un instrumento que permite aprovechar mucho mejor el valiosísimo suelo urbano, dando la posibilidad de ubicar viviendas y comercios donde hacen falta, evitando lo mismo esas horrendas zonas muertas que tienen vida durante el día, pero se vacían y mueren durante la noche, que esas otras, igual de horrendas, en que la gente no encuentra comercios para satisfacer sus necesidades más fundamentales.

Y ojo, que muchos propietarios de edificios de oficinas estarían más que dispuestos a destinar parte de sus inmuebles para uso habitacional, existe demanda y el único obstáculo es que la regulación no se los permite.

Estarían más que dispuestos a tener comercios en las plantas bajas de sus proyectos habitacionales y eso con seguridad apoyaría las economías locales y las actividades barriales.

Es tiempo de poner a la gente como prioridad de los procesos urbanos y reflejar eso en una regulación moderna y con capacidad de tener los ajustes que les permitan dar respuesta puntual, oportuna y suficiente a eventos tan disruptivos como una pandemia.

Es ahora cuando hay que hacer ajustes a las normativas urbanas en busca de proteger familias y economías locales.

* Horacio Urbano es fundador de Centro Urbano, think tank especializado en temas de desarrollo urbano, sector inmobiliario y vivienda.

@horacio_urbano