Yo estoy convencida de que prácticamente cualquier candidata o candidato puede ganar una elección. Creo que el secreto es empezar la estrategia reconociendo al candidato o candidata que se tiene enfrente y diseñar el personaje desde ahí. Encontrar sus talentos, sus motivaciones, sus convicciones. Explicar su vida en función de éstas. Presentar un proyecto consistente. Ofrecer un candidato pulido, pero no transformado. Hay que partir del candidato como materia prima y prepararlo para que sea lo suficientemente atractivo para ganar.
Creo también que, en México, la mayor parte de las estrategias de campaña están construidas en sentido inverso y por eso no convencen a nadie. El candidato o la candidata son como árboles de Navidad a los que les cuelgan adornos: intereses, comportamientos, expresiones que le funcionaron a alguien más en otra elección. Por eso terminan presentándose ajenos, falsos y distantes.
En campaña es común que los estrategas de publicidad presenten en las reuniones, videos de políticos de otros países haciendo cosas “novedosas”y sugieran imitarlos. Las campañas también se han saturado de especialistas que los convencen de que alguna rama de la ciencia ya concluyó que una corbata roja es más persuasiva que una azul. No sé si esto sea cierto, pero me da la impresión de que es marginal.
La política se ha llenado de adornos y se ha vaciado de contenido. Nos hemos vuelto escépticos de la palabra. Se han sustituido los discursos por hashtags y soundbites y, naturalmente, con ello, hemos dejado de confiar en la política y en los políticos.
En esta elección mi percepción es que esta crisis se ha agudizado. A excepción de López Obrador que tiene un personaje muy definido (pero un discurso muy vacío) pareciera que los contrincantes apenas se están tratando de encontrar. Por eso se explica que un hombre con la capacidad técnica de Meade haya aceptado sentarse a escribir planas recalcando un error nimio. O se explica que Ricardo Anaya, quien tiene toda la pinta de que toca el violín, se haya echado “un palomazo” con Juan Zepeda para parecer “banda”.
Sus estrategas están apostando a canciones, a videitos, a anécdotas fabricadas, en vez de contarnos quiénes son sus candidatos y qué país quieren: qué visión del mundo los motiva, cuál es la concepción de la política que defienden, cuál quieren que sea su legado. Los candidatos no nos han invitado a imaginarnos un país diferente y mejor; un país con el que lleven años soñando y por ello lo quieran encabezar; un país que hayan pensado cómo construir. Por eso nadie está inspirado.
La buena y la mala noticia es que sí pueden contarnos de ese país, pero que, para eso, necesitan discursos eficaces, emotivos y memorables. A todos nos gusta que nos convoquen a transformar realidades dolorosas, a ser parte de la solución de los problemasque nos frustran, a identificarnos en el líder para saber que él se identifica con nosotros. Pero, para imaginarnos un mundo que todavía no existe, nos lo tienen que contar. Y nos lo tiene que contar una voz creíble, confiable, auténtica.
Por eso aprender a escribir discursos es tan importante. Para poder capturar esa esencia transformadora que motiva todas las candidaturas.
El discurso no es la imposición de ideas a una candidata o a un candidato; es el reconocimiento de su voz, de sus convicciones, de sus argumentos. Es trabajarlos para que tengan lógica, ritmo, sustento. El discurso es la capacidad de presentar la visión del orador, con las mejores palabras que él pudiera decir; en una secuencia lógica, estructurada, documentada; es ir envolviendo al escucha en el mundo que creemos posible y que consideramos urgente.
Por eso, en Discurseros nos hemos dado a la tarea de capacitar a las personas que nos dedicamos a escribir discursos. Creemos que la palabra es la única forma de dignificar y fortalecer la política. Creemos que la única solución es entender que el discurso sigue siendo la principal herramienta de persuasión en la vida pública. Pero, para serlo, tiene que cumplir con ciertas reglas.
Ésa es nuestra apuesta. Por eso periódicamente ofrecemos cursos y talleres de capacitación para discurseras y discurseros. En esta época electoral hemos abierto dos que empiezan la siguiente y subsiguiente semanas. Un taller de seis sesiones, fuertemente orientado a la práctica. Y un curso express, para estrategas y candidatos, para sentar las bases de la comunicación con el objetivo de que filtren mejor las propuestas de las que los saturan.
El discurso no respeta jerarquías. En todos lados existe la combinación de talentos que puede ofrecer buenos discurseros. Hay que encontrarlos… y encontrarse, y capacitarse. A todos los interesados en hacerlo, los invitamos a escribirnos a contacto@discurseros.com. Esperamos verlos pronto.