Hoy quiero compartir algunas situaciones en relación a la separación de los padres y las dificultades a las que se enfrentan los adolescentes en este proceso. Son algunos puntos de reflexión que me parece interesante exponer, estando consciente de que sólo son aspectos que he detectado en la práctica y que quizá sirvan para que los adultos tomemos en cuenta estas situaciones para cuidar la estabilidad emocional de nuestros hijos. Frecuentemente los adolescentes viven el proceso más o menos así, aunque cada caso es distinto, suceden situaciones parecidas, sin atreverme de ninguna manera a generalizar, ya que cada caso es diferente.

Primero la dificultad para procesar el duelo por la separación de sus padres y el adaptarse a una dinámica familiar diferente.

Los padres hacen lo posible porque los hijo(s)  tomen partido por alguno de los dos.

Los hijos conocen y viven la situación familiar y tienen su propia forma de ver el problema, algunas veces sienten rencor, tristeza o coraje por alguno de los dos o por los dos, responsabilizándolos en menor o mayor medida de la situación que se vive en  la familia.

Generalmente juzgan algunas conductas de uno o de otro, de acuerdo a su forma de conceptualizar el problema, no consideran que el hecho de que los padres se separen, signifique romper los vínculos con los hijos, dejando de hacerse cargo de ellos, dejándolos desprotegidos, tanto económicamente como emocionalmente.

Mencionan no oponerse a que sus padres se separen, ya que aunque les gustaría que estuvieran juntos, prefieren pasar por esa situación, en lugar de estar viviendo pleitos, violencia y discusiones.

Lo que más les preocupa es tomar la decisión de con quién se van a ir y les duele que se separen los hermanos.

Aceptan segundas parejas de ambos padres, pero cuando viven con alguno de ellos, les es muy difícil adaptarse y muchas veces al vivir con el papá o con la mamá mencionan no sentirse estables en ninguno de los dos hogares. Cuando existen otros hermanos de por medio, casi siempre se sienten desplazados y no encuentran su lugar.

También es muy notoria la afectación que se da en algunos casos donde el padre los descuida, los abandona o no tiene un contacto cercano. Para ellos es muy importante que se les llame, se esté al pendiente de ellos, y algo que les es muy importante es que se les llame o se les festeje de alguna manera el día de su cumpleaños.  Guardan resentimiento  al padre o a la madre que a partir de la separación los descuida o se desentiende de ellos. Al parecer les da tranquilidad ver que los padres están en paz y que puedan hablar o conversar con cualquiera de los dos, ir a comer con su padre o con su madre el fin de semana o en algún otro momento, pero que no se rompan los vínculos, a menos que sea necesario por alguna razón en particular. El hecho es que generalmente ellos quieren a los dos y no quieren perderlos.  Ellos esperan que se siga cumpliendo con su manutención y con el apoyo moral. También se dan casos en que  los padres los apoyan económicamente pero no emocionalmente, para los hijos es muy difícil sobreponerse al abandono, es algo que guardan y que los  hace sufrir a lo largo del tiempo.

Cuando se les pregunta -que sería lo mejor para ellos dadas las circunstancias que viven en ese momento-,  comentan que el separarse es decisión de sus padres, pero que les gustaría no tener que tomar partido por ninguno de los dos, no les gusta que uno hable mal del otro y viceversa. Que a pesar de tener otra pareja, no los releguen a un segundo término. Que en lo posible se trate de mantener la estabilidad de la familia, cuidando que sea una separación civilizada, en el marco del respeto y donde no se tomen a los hijos como rehenes para negociar las ganancias de uno u otro o de ambos.

Todo esto es sólo el resumen de algunas situaciones que he tratado con adolescentes.

Sólo puedo decir que de ellos podemos aprender algunas cosas y que no porque yo lo mencione aquí es que sea siempre de esta manera. Es sólo una aportación en este tema, que no por eso tenga que ser la única percepción que puedan tener los jóvenes, sin embargo si de algo puede servir saber lo que ellos piensan, habrá valido la pena.

Finalmente en la vida todos estamos inmersos en un sin fin de situaciones personales, pero un parámetro válido para saber sí estamos tomando una decisión correcta, podría ser el preguntarnos si la decisión que vamos a tomar es para estar todos mejor, para ser más felices y para poder vivir de una mejor manera, si no fuera así, tal vez habría que darse el tiempo para pensarse una vez más.

Buen fin de semana.