Escuché a una adolescente decir: “Me preocupa no tener una canción preferida, un color preferido, no poder hablar del artista que más me gusta, no tengo claro nada de eso”.
Esa plática me hizo pensar que en realidad hoy en día es tanta la información, la música, el ir y venir de ídolos de todo tipo, que surgen y desaparecen con tanta facilidad, que todo se convierte en efímero. Tal vez en la adolescencia sea parte del proceso de búsqueda de identidad, ¿pero si eso continúa y se instala en nuestras vidas? La indefinición, la duda, el tener referentes sin fuerza ni presencia, el que no nos guste ni el verde ni el rojo, ni ningún otro color. El que no nos acabe de emocionar o de ilusionar nada ni nadie.
¿Qué pasa con nosotros, con nuestras vidas? ¿Con nosotros como adultos? Yo me preguntaría si ya encontramos lo que nos llena, a las personas que nos hacen felices, el trabajo que le da sentido a nuestras vidas, la música que nos inspira.
A veces parece que nada nos provoca admiración, que nada esperamos, que hace mucho que dejamos de sorprendernos, que es raro emocionarnos con una lectura o con una conversación y hemos dejado de disfrutar estar con las personas. Y nos preguntamos por qué nos sentimos vacíos.
Tal vez no nos hemos ocupado de buscar un lugar firme en la vida, en la familia, en nuestro trabajo, en nuestra vida social. Tal vez hemos acumulado cosas y personas desechables, que no han llenado nuestros enormes vacíos.
Busquemos un color, pongámosle música y miremos a nuestro alrededor, a las personas que tenemos cerca, las que conviven a diario con nosotros, que son los que realmente nos hacen vivir y que se convierten en nuestra más profunda inspiración ...
¡Buen fin de semana!