El presidente Enrique Peña Nieto criticó el “bullying” que la sociedad hace a las instituciones y lamentó que día tras día los ciudadanos parecemos empeñados en "desmoronarlas"...

No obstante, el bullying viene de alguien que se encuentra en una posición de privilegio, en  contra alguien desfavorecido. Y este no es el caso.

Más bien es al revés. El bullying de quienes tienen esa posición de privilegio, en contra de los ciudadanos, ha sido histórico.

El bullying de las instituciones que deberían garantizar la seguridad más bien ha sido una mala tradición en este país, en contra de los activistas, o de los estudiantes, por citar ejemplos. O contra los muchachos que están en una esquina, cotorreando. O a los que han agarrado a macanazos y llevados a los separos simplemente por portación de cara.

El bullying lo han vivido quienes han sufrido de cateos sin orden judicial o quienes han sido detenidos siendo inocentes u obligados por la fuerza a declararse inocentes. O los jóvenes pobres que están presos por portar un porrito de marihuana y no tener dinero para pagar abogado.

Y también está el bullying del Estado, hacia los ´policias.Tal y como lo revelan los resultados presentados en el Foro "Sumemos Causas por la Seguridad Ciudadanos + Policías", el mismo en donde el presidente hizo público su reproche. El bullying a los uniformados, se refleja en un dato demoledor:  El 45 % gana menos de 10 mil pesos mensuales. No cuentan con prestaciones de ley, ni aguinaldo. Tienen que pagar por sus botas o uniformes. Y les cobran hasta las balas que disparan.

Ellos mismos, según la encuesta presentada ese día,  además de mal pagados, se sienten menospreciados y abandonados a su suerte.

Los policías, nunca han sido prioridad para los políticos, a pesar que son quienes deberían hacer realidad nuestro derecho a la seguridad, la más importante obligación constitucional y razón de ser del Estado. A ellos, también les hacen bullying.

Y aquí, se da una combinación altamente preocupante. No sólo los policías se sienten menospreciados, sino que los ciudadanos no confían en ellos. Lo cual es irónico, pues tanto uniformados como sociedad, sufren el bullying del Estado.

En momentos en que la inseguridad es el problema número uno del país, a nadie conviene este círculo de rencores y en este punto tiene razón Peña. Aunque no lo transmitió de esta manera.

Pero no perdamos de vista que el reproche ciudadano por la falta de resultados es justificado. Las autoridades deberían estar más preocupadas por los indicadores que demuestran el colapso del sistema policiaco y de impartición de justicia y que ya han sido detalladas en diversos espacios informativos.

Las críticas, no son las que desmoronan las instituciones. Las instituciones están ya desde hace décadas en crisis, a causa de una ausencia de estrategia. Sin duda, vale la pena reflexionar, una vez más: ¿Quién le hace bullying a quién?