De mi intercambio en Singapur recuerdo a mi profesor de Economía, que justo en el contexto de la recesión económica del 2008 solía reiterarnos el significado de la palabra china para crisis: ?w?ij??, compuesta por dos ideogramas que pueden interpretarse como "peligro" y "oportunidad". Actualmente para muchos analistas, la izquierda mexicana se encuentra en un momento de crisis, pues un espectro que llegó a convertirse en segunda fuerza política a nivel nacional, hoy por hoy, a partir de su divisionismo, la falta de eficacia de sus gobiernos, su incongruencia programática y su poca capacidad de adaptación a los cambios del electorado, se pone en duda su viabilidad como proyecto de gobierno. Sin embargo, es posible observar, desde un optimismo racional, que esta serie de retos y dificultades puede, así mismo, representar una oportunidad de restructuración para la izquierda como conjunto, en cara a las elecciones presidenciales del 2018.
La crisis de la izquierda mexicana pasa por la pérdida de legitimidad y fragmentación de su principal fuerza política: el PRD. La crisis no empieza con la aparición de MORENA[i] como rival electoral ni con la salida de figuras emblemáticas del partido[ii] que, en todo caso, son consecuencias [que agravan] y no causas [que explican] el fenómeno. La confrontación de posturas ideológicas y la división en facciones diferenciadas (e incluso antagónicas) en el seno de la izquierda es un fenómeno de antaño, tan antiguo como la existencia misma del Partido Comunista Mexicano en los treintas o como el eterno encasillamiento de trotskistas, maoístas, leninistas, anarquistas y demás nomenclaturas desde de las bizantinas discusiones en la Casa del Obrero Mundial. Esta fragmentación ha representado para la izquierda la posibilidad de construir un proyecto competitivo que se ha enriquecido de la pluralidad pero también, ha representado un reto para generar coaliciones ganadoras frente al peligro de atomización y sectorización de sus diferentes fuerzas.
Si la crisis del PRD no es consecuencia de la constitución de MORENA como partido, entonces, ¿a qué se debe? Podemos explicar esta situación a partir de dos variables: 1) Las fallas institucionales y 2) Las fallas programáticas del partido. En el primer sentido, el PRD ha tenido poca capacidad de procesar las diferencias internas de las fuerzas que originalmente le dieron vida[iii], lo cual se ha agravado con la institucionalización de las corrientes y la falta de procesos legítimos y transparentes que garanticen la sucesión del poder[iv]. Lo más grave ha sido la falta absoluta de criterio en la selección de perfiles para candidaturas, lo que ha derivado no sólo en políticos inexpertos y con poca capacidad de gobierno sino, en el peor de los casos, gobernantes vinculados a organizaciones criminales como el ex alcalde de Iguala. En términos programáticos, las alianzas electorales con partidos políticos de ideología contraria, el respaldo al Pacto por México, la tibieza, o el apoyo selectivo y estratégico a puntos fundamentales de una agenda de izquierda (como la despenalización del aborto), han conducido al PRD al descrédito ante la ciudadanía, pero también ante su militancia.
Es un hecho innegable que el PRD atraviesa uno de sus peores momentos pero (a diferencia de lo que muchos militantes de MORENA creen), la crisis de este partido es también una crisis para la izquierda en su conjunto y no una suerte de ?purga política esperanzadora?, que puede renovar a la izquierda. Si el PRD colapsa, el mayor beneficiado no será MORENA, sino el PRI y el PAN, ya que ninguna fuerza de izquierda logrará por sí sola, a nivel nacional, generar una coalición competitiva de gobierno (ni en el corto ni en el mediano plazo).
Por otro lado, la participación separada de MORENA (y al parecer de Movimiento Ciudadano y PT en el DF) aunque en corto plazo tendrá efectos negativos para la izquierda en su conjunto, puede representar una oportunidad (quizá la única) para que el PRD salga de su crisis y la izquierda forme una coalición competitiva de gobierno a nivel nacional en 2018. Como indican las encuestas[v], MORENA pondrá en una situación de verdadera competencia al PRD en diferentes estados. Las previsibles pérdidas del sol azteca podrían impactar favorablemente en una reconfiguración de sus fuerzas internas, en un replanteamiento de su estrategia electoral, en un mayor acercamiento con lo que quede de su militancia e incluso en la redefinición de su agenda política. La salida de militantes del PRD representa un proceso de decantación en el que los elementos más ?puristas? migraron a MORENA por guardar una mayor identificación discursiva y de ethos con AMLO (salvo los muchos casos de oportunismo y chantaje). Esto representa una oportunidad para el PRD de diferenciarse electoralmente y convertirse en un partido que enarbole una agenda reformista y socialdemócrata como Agustín Basave propone[vi]. Una mayor competencia política en la izquierda exigirá a los partidos aumentar su eficiencia y encontrar formas de mejora continua para mantener la aceptación del electorado, quien tendrá mayor libertad de elección. Si el PRD no contaba con el monopolio de la izquierda, contaba al menos con la hegemonía al ser la fuerza preponderante dentro de la familia progresista. Por ello, aunque habrá electores ex perredistas que voten por un partido distinto en las elecciones intermedias, la mayoría de ese voto (perdido) se orientara hacia MORENA, lo cual representa en sí una ventaja para la izquierda, pues de no existir MORENA el elector desencantado con el PRD votaría por un partido no perteneciente al espectro de izquierda o anularía su voto.
Muchos de los postulados colectivistas, democráticos, pluralistas y de integridad moral que ha caracterizado a la izquierda, han logrado mantener a este espectro político en un constante proceso dialéctico, donde la crítica y autocrítica han permitido corregir o revaluar su dirección colectiva. En este sentido, jamás han dejado de existir escisiones y fracturas, como alianzas y fusiones. La existencia de MORENA puede diversificar la oferta electoral de la izquierda, dinamizar el debate, elevar el perfil de los candidatos, promover la innovación y creatividad en las propuestas. Seguramente también significará riñas constante por demostrar ser la mejor opción ante un mismo nicho electoral, pero también sumará a un electorado que ya no se identificaba con el programa del PRD o que nunca se identificó con ninguno de los partidos existentes. Todo ello, sin duda, podría favorecer un escenario en donde partidos más competitivos generen una coalición de izquierda con posibilidades significativas de alcanzar la presidencia en el 2018.
¿Y AMLO estará de acuerdo en hacer una alianza con el PRD después de tanto vituperio al actuar político de este partido? La historia indica que el purismo de AMLO siempre ha sido lo suficientemente flexible como para adoptar decisiones pragmáticas, cuando su imagen y proyecto se benefician de ello. En 2011, después de cuatro años de constante enfrentamiento con la dirigencia del PRD y de llamarlos traidores por su intento de alianza con el PAN en el Estado de México (no obstante AMLO respaldara la alianza en Oaxaca), Andrés Manuel aceptó la reconciliación, se dejó alzar la mano y se dejó apapachar por los mismos traidores y pervertidores de la izquierda que antes criticaba. Al final declaraba ante los medios ?hoy todo es Amor y Paz?, seguramente en el 2018 también lo será.