La ceguera en México es la segunda causa de discapacidad y solo el 2% de los invidentes cuentan con trabajo. Las personas con dicha discapacidad, tienen muy pocas posibilidades, en cuestión laboral, de educación e incluso de entretenimiento.
Hace días quería escribir pero no encontraba un tema que me apasionara o que quisiera escribir con el corazón. Pero, hoy la vida me presentó uno de los mejores temas que creo, es de los mejores problemáticas que podría escribir.
Hoy, conocí en el súper, a una joven invidente llamada Alejandra, dicha muchacha estaba esperando en atención a clientes a que le asignaran a una persona para poder hacer sus compras, pero en ese momento se acercó una señorita encargada de la recepción y le comentó que no había quien la ayudara. Por lo que al oír esto, me acerqué y le dije que con gusto la ayudaría.
Así fue como comenzamos a hacer sus compras, en el transcurso del camino, me comentó que estudió para ser masajista, pero que pocas personas la llamaban a trabajar. Entonces, fue inevitable preguntarle cómo le hacía para mantenerse.
Alejandra me dijo que aún vivía con sus padres, que ellos le ayudaban con los gastos de su manutención, porque de lo contrario, sería imposible vivir en buenas condiciones.
La muchacha era muy joven, no recuerdo con exactitud cuántos años tenía, pero me dijo que iba a tener una reunión con sus amigos invidentes y que por esta razón, acudió al súper, para comprar galletas y postres, para poder ofrecerles a todos los que asistieran a su fiesta.
Alejandra me pidió repetidamente que por favor le pusiera en el carrito exactamente lo que ella pidiera porque me comentó que muchas veces le daban otros productos, que no pedía para agilizar la compra, aprovechándose de que no podía reclamar y mucho menos analizar, si era el producto que quería o no.
Cuando nos dirigimos a la caja a pagar sus poquitas compras, ella sacó una tarjeta y nos dijo que le depositaban en esa tarjeta todos los meses de parte del DIF, cosa que me pareció completamente aplaudidle de parte de dicha institución, pero de pronto, el cajero nos anunció que no había saldo en la tarjeta. Alejandra, no entendía…. Nos comentó que ya tenía que estar depositado el dinero y que iba hablar para reclamar. Un poco frustrada por la bochornosa situación que acababa de ocurrir, nos dijo que si podíamos acompañarla al metro, a lo cual, de inmediato accedimos.
Mientras íbamos caminando nos contó que era difícil su situación por la falta de oportunidades que existían en nuestro país, pero algo admirable de Alejandra, es que durante todo el camino, en ningún momento se quejó, solo contestaba nuestras preguntas de manera muy alegre. Cuando llegamos a las afueras del metro, observamos que había un elevador, en el cual, aparentemente podían bajar discapacitados, para ahorrarles el peligro de bajar múltiples escaleras. Así es que decidimos tocar el botón, para que abriera el ascensor, pero después de unos minutos nos percatamos que no servía. Alejandra y nosotros finalmente bajamos por las escaleras y nos despedimos, mientras yo agradecía internamente la gran inspiración que había sido, para escribir esta historia.
En tan solo unos minutos, me pude dar cuenta de las injusticias y desigualdad que existen en personas con dichas condiciones. Los pagos de la tarjeta, de la cual, pretenden vivir, tiene problemas a la hora del depósito, En el súper, no existen personas que ayuden a la gente con discapacidad a hacer sus compras y por último las instalaciones en el transporte público no están en buenas condiciones para su uso. Entonces, se me hizo inevitable pensar, que si pudimos observar tantos problemas en tan solo unos minutos, imaginemos qué tan difícil es vivir con cualquier tipo de discapacidad en un país donde no hay condiciones para este tipo de personas.
Gracias Alejandra por ser mi inspiración para este artículo.
Hagamos conciencia y ayudemos a cualquier tipo de persona con condiciones especiales.