Ya que las impresiones de Gloria Álvarez (opinóloga de moda) hacia Chile son múltiples, esta columna será específicamente sobre un posteo hecho en la página de Facebook de esta mujer, el día lunes 18 de noviembre pasado. En ella, comenta un video que muestra parte de -supongo- la capital de Chile, con destrozos originados por el enfrentamiento entre manifestantes y la policía.
El comentario que realiza del siguiente video (https://bit.ly/2qJbijs) llega a ser insultante. Lo positivo es que hace evidente su calidad de charlatana. En el siguiente link, puedes leer un artículo en el que explico este punto y cómo identificar a estos sujetos (https://bit.ly/2qJ9PJY).
Señalar “lugares comunes” de la derecha, para tratar de justificar cualquier estallido social, rotulándolos bajo el eslogan de “el socialismo y el comunismo” (como lo hace la mencionada), sin exponer (porque dudo que no comprenda) las raíces profundas del problema, más que informar, dan cuenta de una subjetividad, y, por tanto, de una falta de sustancia, y sobra de charlatanería.
La mayoría de las noticias recabadas por los medios de información tradicionales (a los cuales difícilmente se les puede definir como “chairos”), dan cuenta de serios problemas económicos y sociales, que son de carácter estructural, generados por un modelo institucional basado en el neoliberalismo, un Estado subsidiario que deja al mercado cualquier preocupación social, dando por entendido que este último, por arte de magia, soluciona todo. Lo cual ha sido una gran mentira, pues termina sin ocuparse de las grandes brechas sociales, que, al no tener el “piso parejo”, las personas (porque no es lo mismo el que nace con cierta posición social, con ciertas oportunidades, que el que nace en la calle) la distancia natural por estas diferencias, con el neoliberalismo se han acrecentado mucho más en el comentado país.
Gloria Álvarez señala que la crisis es propia de “enfermedades de ricos”.
Desde la vuelta de Chile a la democracia en 1990, tras 17 años de una cruenta dictadura cívico-militar, este país tuvo un crecimiento sostenido en su economía hasta 1997, en que todos los países se vieron golpeados por la crisis asiática de la época: entre 1986 y 1997, Chile creció a un 7,3%, cifra sólo comparable con países asiáticos que lo hacían al 10% promedio anual. Esto permitió rebajar la pobreza, entre 2000 y 2017, de un 30% al 6.4%, pese a que el crecimiento del PIB empezó a decrecer desde inicios de los 2000.
Sin embargo, el crecimiento económico de un país no es suficiente para lograr superar los niveles de desigualdad, porque pobreza no es lo mismo que desigualdad; y, reducir los niveles de pobreza no aseguran disminuir los niveles de desigualdad. Según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), el 1% más adinerado del país se quedó con el 26,5% de la riqueza en 2017, mientras que el 50% de los hogares de menores ingresos accedió solo al 2,1% de la riqueza neta del país. Otra muestra de la desigualdad la podemos ver respecto del sistema de pensiones (similar a nuestras AFORES), en donde el 80% de las personas en Chile recibe pensiones que son menores al sueldo mínimo. En el caso del sistema de salud, el 80% de los chilenos se encuentra en el sistema público y un 20% en el sistema privado, pero en donde el sistema público de salud, con los continuos recortes que el Estado hace hacia ese sector, ha llevado a ausencia de hospitales y especialistas, la atención primaria de salud para prevenir enfermedades y la necesidad de reducir las listas de espera que, durante los últimos años, ha aumentado a casi dos millones de personas (de una población de cerca de 17 millones de habitantes). Otro tanto se da con la privatización del agua (incluidos los ríos), en donde los particulares (o privados) puedan constituir sobre las aguas públicas derechos de aprovechamiento de carácter perpetuo. Lo mismo podemos referirnos respecto del alto costo de la educación, inexistencia del derecho a la vivienda, inexistencia de derechos para grupos vulnerables, como lo que sucede con los indígenas, entre otros efectos.
Como vemos, no se trata de una “enfermedad de ricos”, ni un “apocalipsis zombie”, todas disque “explicaciones” usadas por la señalada Gloria Álvarez para referirse, con bastante liviandad, a la crisis social por la que actualmente pasa Chile. Estamos hablando de datos duros que demuestran, por un lado, la generación de riqueza a partir de un crecimiento económico destacado, pero también la existencia de fuertes brechas de desigualdad: no por nada, en 2015 ya un informe de la OCDE daba cuenta que el coeficiente de Gini (que mide la diferencia de ingresos entre el 10% más rico y el 10% más pobre de la población, en el que 0% es de menor desigualdad, y 1% es de mayor desigualdad) señalaba que Chile tiene un coeficiente de 0.53, lo que lo ponía en el vergonzoso grupo junto a países como Sudáfrica con 0.65, Colombia con 0.53 y Brasil con 0.52. En ese mismo sentido, en la diferencia entre el primer y último decil (escala) de la población, en Chile el ingreso autónomo del 10% de los hogares más ricos del país es 35 veces superior que el del 10% más pobre (es decir: si el primero percibe 150 dólares mensuales, el 10% más rico percibe 4,300 dólares); esto lo diferenciaba del promedio OCDE para ese año, en que la diferencia fue de apenas 9.5 veces.
Esto demuestra que no se trata de una protesta de “ricos insatisfechos”, como sugiere Gloria Álvarez. La base del modelo que aún persiste en Chile se daba en sus instituciones, surgidas en la dictadura, que sostienen de forma expresa al neoliberalismo, así como la generación de la desigualdad que hemos señalado. El síntoma inicial se había dado ya a inicios de este año (mucho antes de estallar el actual conflicto social), cuando una encuesta realizado por la derechista Universidad del Desarrollo había informado que el 81% de los chilenos creían que había una crisis institucional. No por nada el gobierno derechista de Sebastián Piñera ha tenido que salir al paso de la crisis abriendo el camino a un proceso que desemboque eventualmente en una nueva Constitución Política, que muchos piensan pondrían fin al proceso neoliberal en Chile.
Por ello, también es grave que Gloria Álvarez indique en su publicación de Facebook que las protestas masivas en Chile sean hechas por, como ella dice, “niños mimados a los que nadie les enseñó que las cosas para producirlas, hay que trabajarlas, han triunfado en instalar la miseria”. No sólo se trata de una desafortunada generalización, sino que también esconde que, precisamente, son los niños, niñas y adolescentes uno de los sectores más perjudicados por el modelo neoliberal chileno. El 21,1% de los niños y niñas de Chile se encuentran en situación de pobreza; las cifras aparecen en un informe en el que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) subraya que los niños que viven en familias pobres no solo sufren las consecuencias desde sus primeros años, sino que quedan lastrados para su vida adulta. Peor aún: muchos de estos menores, en situaciones de vulnerabilidad, quedan a merced de un Estado que no resuelve sus problemas (mucho menos el neoliberalismo), recluidos en centros de internación deficientes para ellos (el famoso SENAME), y son los más reprimidos en las últimas protestas: un 11% de los detenidos durante el estallido social son menores, según las cifras del gobierno; entre ellos hay muchos adolescentes vulnerables que pertenecen a la red del SENAME al menos 115 jóvenes atendidos por ese servicio han denunciado maltrato policial grave e irregularidades en sus detenciones.
Efectivamente, Chile obtuvo un fuerte crecimiento económico durante el período neoliberal; pero, sus resultados fue una pésima repartición del pastel, generando una profunda desigualdad. “Dijiste media verdad. Dirán que mientes dos veces si dices la otra mitad”, escribió hace años el poeta español Antonio Machado, y esto puede ser perfectamente aplicado a Gloria Álvarez. Y también el viejo dicho de las abuelas: “para mentir y comer pescado, hay que tener mucho cuidado”.