Hace unas semanas, cuando en el PRI Nacional le pidieron al Gobernador de Jalisco, Aristóteles Sandoval, que recomendara una terna de aspirantes a sucederlo en el cargo, incluyó a Miguel Castro Reynoso.
La inclusión en la terna fue sorpresiva para los que conocieron este dato. La pretensión de Castro era ser alcalde de Guadalajara. No obstante, Miguel nunca salió del afecto de Aristóteles durante todo el sexenio. Fue él quien lo hizo coordinador de los diputados del PRI, presidente del tricolor en Guadalajara y luego Secretario de Desarrollo e Integración Social, donde estuvo al frente de programas estrella del sexenio: bienevales (transporte gratuito para estudiantes) apoyo a adultos mayores y a madres jefas de familia.
Este lunes por la noche, por fin salió humo blanco en el PRI. Y decidieron, en ese intento de lavar el rostro chamagoso del PRI, por un perfil limpio como candidato a gobernador: Miguel Castro Reynoso.
La decisión, si bien fue sorpresiva, no era tan descabellada porque Sandoval había dado señales de que Castro podría ser la carta bajo la manga. Es más, hace seis años, se decía que Castro sería el destapado para 2018, luego de una escala en la alcaldía tapatía. Con el tiempo aquella idea perdió fuerza. Pero ahora, los astros se alinearon para Miguel Castro, así como se alinearon para Meade.
Ya habíamos comentado que ante la negativa de Arturo Zamora, quien jamás quiso aparecer en la boleta, lo más conveniente era postular al que menos negativos tenía. Una decisión, al estilo de lo federal, con Meade: irse, no por el puntero en las encuestas, sino por el perfil menos vulnerable a ataques, con lealtad al grupo gobernante y que combinara juventud con amplia trayectoria en el servicio público.
Y ese es Castro. No tiene ni una mancha en su historial. Tampoco un solo escándalo que puedan ventilarle en la campaña. Es leal al Gobernador Aristóteles Sandoval y tiene ya varios cargos en su carrera. Además que es joven: 42 años de edad.
Quitando al Senador Arturo Zamora, de los tres aspirantes que estaban en la mesa (El ex Fiscal General Eduardo Almaguer, el presidente estatal del PRI, Héctor Pizano y Miguel Castro), el ahora candidato a gobernador es el único que ha ganado elecciones. Los otros dos no han estado jamás en una boleta en una elección constitucional.
Castro ya fue presidente municipal de Tlaquepaque en dos ocasiones. Y cuando fue diputado local no le regalaron la curul por vía plurinominal. La ganó en las urnas.
El perfil de Miguel Castro además, permite una verdadera campaña de contraste. Su perfil es diametralmente opuesto al de Enrique Alfaro. El ex alcalde de Tlaquepaque tiene perfil más humano, de diálogo y de sensibilidad. El abanderado de Movimiento Ciudadano a la gubernatura, es de talante más rudo. Si bien, el PRI no se dedicó a construir un candidato natural en estos seis años, lo más cercano a ello, está en Castro. Fue a él a uno de los pocos a quien le fueron dando espacios para ir creciendo. Si los aprovechó o no, eso ya es otro debate. Pero de que le dieron balón para jugar, se lo dieron.
Ahí está entonces Castro. El Meade jalisciense. Un buen producto electoral, aunque lástima de partido. Se sacó la rifa del tigre. Porque hoy por hoy, ganarle a Enrique Alfaro en Jalisco, luce como una misión imposible. Colofón: El líder nacional de la CNOP, Arturo Zamora, hizo lo correcto al no dejarse presionar para ser el candidato del PRI en Jalisco, a pesar de ser el puntero en las encuestas. Haberse postulado a la gubernatura implicaba arriesgarse a una segunda derrota. Se trataba no sólo de ir en contra de Alfaro. Sino también en contra de miembros del grupo de Aristóteles Sandoval que le tienen resquemor. Habría sido frenar una carrera política en ascenso en las grandes ligas nacionales.