Si las contiendas partidistas se resolvieran por proezas personales, el secretario de Educación en Jalisco, Francisco Ayón, llevaría las de ganar para ser el abanderado del PRI en ese estado. El funcionario ha perdido más de 120 kilos de peso.

Es una proeza. Con bypass o sin él, con ayuda médica o sin ella, librar una batalla así con el cuerpo es verdaderamente meritorio. Y si esa batalla además está en el campo de los anhelos electorales para el 2018, pues ya imaginarán los rumores: Ayón para Gobernador.

Pero no alcanza. El secretario de Educación es un hombre con muchos méritos, sin duda. Es un político hábil en las tuberías, un negociador importante en las mesas de caoba, un hombre de equipo, un priista que sabe de comunicación y un hombre de sus amigos.

Con esas herramientas ha podido instrumentar la reforma educativa federal, manejar sin sobresaltos -públicos- la evaluación a los docentes, limar la relación administrativa con el magisterio e impulsar el nuevo modelo educativo sin descuidar las espaldas de su grupo político. 

Pero no le alcanza, ni con tantos kilos de menos. En el propio club tricolor, Ayón es uno de los gallos de menor peso. Tiene que ganarles (y después ganar su apoyo) al senador Arturo Zamora, alias el favorito de la vieja guardia; al fiscal de hierro Eduardo Almaguer; al secretario del Trabajo y tricolor reciente, Tomás Figueroa; al negociador sonriente Miguel Castro, y al operador bisagra Roberto López Lara. Ninguna mujer se asoma por ahora.

Y para complicar las cosas, el escenario le es adverso al partido de Ayón. En el ámbito nacional, el PRI anda bocabajeado, y aunque el gobernador de Jalisco es uno de los pocos que se salva del abucheo, hay un contrincante de peso que lidera todavía las encuestas: Enrique Alfaro, el alcalde tapatío de MC.

Ayón es un hombre de resultados, y la fabulosa transformación física que está sufriendo forma parte de ese carácter. Pero ha estado demasiado en las tuberías, tiene buenos contrincantes menos salpicados y es posible que le ayude más a su partido, ya en buena forma, empujando a otro.