Fuerza por México es un partido de reciente creación. Sus orígenes están sentando las bases para demostrar la capacidad territorial que tiene; ahorita, no podemos establecer una comparación con otras expresiones políticas, sería irresponsable; no obstante, en la medida de que el proceso electoral avance y los retos toquen la puerta de Pedro Haces y Gerardo Islas en las elecciones intermedias de este año, alcanzamos urdir el recuento de la concurrencia que tuvo.
Mientras tanto, en plena consolidación han sumado a referentes importantes que garantizan competencia que puede multiplicarse en los buenos resultados y coronar triunfos.
A pesar de que las condiciones no son las mismas con Morena por obvias razones en la semblanza de AMLO, existen prejuicios suficientes para ubicar a Fuerza por México, en el radar político de la Cuarta Transformación. Las respuestas quizá las obtengamos en la génesis del partido, y en las buenas relaciones que nos hacen suponer que, desde Palacio Nacional, están preparando una nueva estrategia que abriría la posibilidad de albergar un proyecto de Nación respaldado incluso por el presidente y referentes como Ricardo Monreal.
Esto no es obra de la casualidad, sino de las mismas causalidades que han tensado el encono y el desaseo en Morena. De acuerdo con varias fuentes consultadas, Fuerza por México sería una plataforma paralela del programa de López Obrador y de la Cuarta Transformación; esto suele pasar cuando en un partido político surgen las consecuencias de un desgaste.
La tarea no es sencilla pero tampoco inviable; muchos han pensado que, el camino del partido en el poder, es la misma ruta que llevó a la debacle el perredismo; de hecho, para demostrar el origen del pronóstico, basta con echar un vistazo a los competidores que se han minado ante el inmejorable momento que atraviesa el partido guinda en distintas poblaciones.
Prácticamente más de la mitad tiene una relación cuestionable que puede confirmar el mal desempeño de sus decisiones. Por ello, aunque resulte imposible de pensar, Morena va en la dirección— en la que se impone la voluntad de una cúpula. Basta con evaluar el procedimiento de una encuesta simulada y fabricada en un ambiente de supuesta “democracia” donde el pueblo pone y el pueblo quita. El montaje de ese universo es una muestra clásica del dedazo.
Eso lo sabe el presidente. Por ello abordó el tema una y otra vez: “si morena se corrompe pido que le cambien el nombre”. Eso trascendió y pegó duro; la magnitud de esa concepción en algún momento significó el anuncio de que, para López Obrador, importa más el programa de transformación que va más allá de una marca. Es tan sencillo: el partido se puede desvirtuar y Andrés Manuel nunca; el nombre de Morena son letras y la expresión Obradorista es inmensa con un antecedente de lucha; lo que coloca en la apoteosis del éxito de un esquema gubernamental, es la importancia de una convicción, no de la improvisación ni del oportunismo.
Andrés Manuel seguramente previó eso. Sabe que él se retira en tres años y Morena será asediada; el presidente se dio cuenta de eso y puede estar preparando el terreno de continuidad de la 4T; justamente esa ventana se lograría abrir desde otra trinchera que no tenga mancha; el partido guinda sufre una metamorfosis que, es cierto, ganará algunas entidades no todas (perderá Michoacán, Chihuahua, SLP, Nuevo León), gracias al arrastre de la imagen de López Obrador.
Pero ¿después?, es obvio que la lucha será encarnizada para llegar al 2024. Quedarán desplazados algunos prospectos competitivos e resaltará la mala práctica heredada; así pasó hace poco con el CEN y Mario Delgado.
Por ello, Fuerza por México logra ser la otra alternativa de Nación del mandatario. Su estrategia puede centrarse en apostarle con proyectos que rindan dividendos en 2018; además, de la afinidad y la cercanía, el mandatario puede tener buenos aliados a partir de allí.
Por lo pronto, en esta elección venidera participarán liderazgos con un fuerte lazo y vínculo con la 4T y el presidente; eso es una señal inequívoca que, desde Palacio Nacional, ya preparan un plan B ante la postura tradicional que terminará por apresurar la debacle en una expresión que nació bajo la convicción, pero que, ante el inmejorable momento, es una mecanismo pragmático y atractivo de muchos perfiles que inmerecidamente han llegado a obtener candidaturas por la evidencia clara del desaseo y la sospecha de la corrupción.